El nuevo reparto internacional del poder será una de las más importantes características de este primer tercio de siglo. Las principales tensiones que se consideran durante este tiempo aparecerán en los dos cinturones de quiebra, el euroasiático (triángulo Cáucaso-Oriente Medio-Asia Central) y el asiapacífico (desde la península coreana hasta Malasia), junto con África Subsahariana.
Como dice la Directiva de Defensa Nacional 2012, la segunda década del siglo XXI «da paso a un escenario de amenaza híbrida, que combina el conflicto convencional con la confrontación de carácter asimétrico, y tiende a evolucionar a una amenaza creciente de segundo género que se vale, en cuanto puede, de espacios que han quedado fuera de control de los Estados territorialmente soberanos».
En el futuro, la mayoría de los conflictos aparecerán y se solucionarán en los espacios terrestres, donde se consiguen efectos decisivos. La acción de la fuerza terrestre permanecerá esencial, como en los últimos 40 años, con excepciones como Granada o Las Malvinas. Los conflictos de Afganistán, Siria o Mali refrendan esta afirmación.
Como la mayor parte de nuestros socios y aliados, nuestras Fuerzas Armadas llevan a cabo importantes procesos de reducción y restructuración de sus Ejércitos de Tierra. Como decía el Jefe de Estado Mayor del Ejército en ABC el pasado 2 de diciembre, «en cuatro años, el Ejército de Tierra (ET) ha reducido su plantilla en 22.500 puestos de trabajo. Este ajuste ya se ha hecho».
Ello exige diseñar un nuevo modelo de ET equilibrado, eficiente y flexible, para adaptarse, en las dos próximas décadas, a las diferentes amenazas, en todo el espectro del conflicto, desde operaciones de baja intensidad hasta las más exigentes. Para ello, las fuerzas terrestres deben efectuar un proceso de transición realista y creíble, manteniendo capacidades y estableciendo otras de nueva planta. En esta línea, ya actúa el Ejército de Tierra, bajo las directrices de la Directiva 8/12 del JEME, del 9 de noviembre.
En este contexto, junto al actual escenario económico restrictivo, la necesidad de hacer frente a todo el espectro del conflicto y la ineludible condición de contemplar la «amenaza no compartida» que señala la DDN 2012, el nuevo modelo de fuerzas terrestres se debiera sustentar en tres pilares: disuasión creíble, capacidad operativa eficiente y polivalencia equilibrada.
De los tres, la verdadera nueva frontera para el Ejército de Tierra es la polivalencia. Ésta exige la máxima eficacia en todo el espectro y se consigue mediante la evolución en todos los campos: desde un importante cambio en la mentalidad del personal hasta las nuevas tendencias en la doctrina de empleo, pasando por modernos diseños orgánicos que integren elementos de diferentes entidades civiles –ONGs u otras– , renovados planes de enseñanza e innovadoras formas de combate.
Como estrella de estas fuerzas terrestres polivalentes se sitúa la Brigada Orgánica Polivalente (BOP) que combina la potencia de combate, la adaptabilidad y la proyección. Se pretende transformar las diez Estructuras de Brigada operativa actuales en ocho BOP’s. Las guarniciones de Baleares, Melilla y Ceuta mantendrían su actual estructura.
La necesidad de estas ocho Brigadas se justifica para poder contar permanentemente con dos para operaciones en el exterior –nuestros dos esfuerzos habituales– y otras dos Brigadas como unidades de respuesta inmediata, tanto en el ámbito nacional como multinacional –Fuerza Conjunta de Acción Rápida (FCRR), Fuerzas de Respuesta de la OTAN (NRF) o Grupos de combate de la UE (EUBG)–. Las otras cuatro permanecerán en dos fases diferentes del ciclo de disponibilidad, dos recuperándose de vuelta de zona y otras dos preparándose para despliegue.
Así, se cumple con el ratio 4 a 1 de gran parte de los ejércitos de nuestro entorno. Para llevar a cabo un esfuerzo en el exterior de una duración de más de seis meses de forma sostenible, se necesitan cuatro Brigadas: una en el exterior, otra de respuesta inmediata, una tercera en preparación para desplegar y una cuarta recuperándose del regreso.
Con estos supuestos que definirán el nuevo modelo de ET, las fuerzas terrestres llegarán a ser más expedicionarias por naturaleza, haciendo frente a nuestros compromisos exteriores, cooperando con nuestros aliados en los aspectos de seguridad y defensa.
El soporte de material moderno y de alta tecnología para que las fuerzas terrestres puedan cumplir sus misiones con rigor, descansa en la triada CC Leopard-VTP Pizarro-helicóptero de ataque Tigre. Junto a ello, las adquisiciones previstas del helicóptero multipropósito NH90, vehículos de transporte de personal Vamtac S3 y BVR 8x8 y misiles de artillería de alta movilidad Himars.
Con el dominio de la polivalencia, el Ejército de Tierra constituirá un instrumento del Estado ágil y potente, con fuerte carácter expedicionario, tamaño medio, con personal muy cualificado y alta tecnología, adaptado a los tiempos con el emergente modelo en marcha y especialmente preparado para hacer frente con rapidez, flexibilidad y eficacia a los retos que nos depara este primer tercio del siglo XXI.
Jesús Argumosa Pila, general de División.