¿Nueva oportunidad para Irán?

La elección de Hasan Rohani a la presidencia iraní ha levantado el entusiasmo de los iraníes y ha sido bien acogida en el resto del mundo. Antes de los comicios, los electores iraníes podían esperar lo peor: la lista de candidatos autorizados a presentarse para suceder a Mahmud Ahmadineyad había sido controlada estrechamente y sólo se podía escoger entre un abanico extremadamente limitado de opciones.

Los iraníes aspiran a un cambio. En un país en el que dos tercios de la población tienen menos de 35 años, la rigidez del sistema es cada vez menos tolerado. Los iraníes están descontentos por la falta de libertades políticas y sociales. Debido a la calamitosa gestión de Ahmadineyad y a las sanciones occidentales, la situación económica del país es mala. La inflación sobrepasa el 30%, el paro alcanza a más del 25% de la población, la moneda nacional ha perdido el 75% de su valor en los últimos dieciocho meses.

Pero si el consumidor y el ciudadano medio iraní tienen motivos más que sobrados de insatisfacción, el reflejo patriótico conduce a la prudencia. En primer lugar el régimen insiste en jugar con el elemento de la existencia de amenazas exteriores para suscitar un reflejo de solidaridad respecto a su gestión. Los iraníes aspiran a un cambio pero se acuerdan también de la brutal represión que sucedió a las elecciones del año 2009. El régimen, después de haberse visto amenazado, optó por la represión. Los iraníes contemplan cada vez más estupefactos la guerra civil en Siria. Sobre todo no quieren que su país se hunda como lo ha hecho su vecino, para gran desgracia de toda la población.

En estas circunstancias la elección de Rohani les parece el mejor compromiso. Es aceptable para el Guía Supremo Ali Jamenei, siendo el más reformador y el más moderno de todos los candidatos.

Por todas las razones indicadas anteriormente, los iraníes no aspiran a una revolución sino a un profundo cambio. Su experiencia histórica les lleva a la conclusión de que ello no será posible más que mediante una vía gradual.

Israel aparte, las capitales extranjeras se han felicitado por la elección del nuevo presidente. Para Israel, Ahmadineyad era un personaje de segunda fila muy cómodo. Roana no suscita la misma aversión en las cancillerías occidentales y en los países árabes, no cometerá las mismas groseras provocaciones contra Israel, sin que ello suponga en ningún caso que pretenda acercarse al Estado hebreo. Respecto a los países del Golfo, el nuevo presidente ha enviado un mensaje de amistad y de voluntad de querer normalizar las relaciones que se habían degradado profundamente en la pasada década. Es una opción inteligente por parte de Roana. Las diferentes amenazas iraníes bajo las presidencias de Ahmadineyad no habían conseguido más que reforzar los lazos estratégicos entre los países árabes y Estados Unidos y justificar el reforzamiento del dispositivo militar estadounidense en el Golfo. Cuanto más atemorezca Irán a los países árabes, más estos últimos pedirán protección a Washington. Esta política había entrado en un impasse y acabar con ella beneficiará los intereses de Irán.

Para las capitales occidentales el dossier nuclear es la prioridad. Roana, que había congelado provisionalmente el programa nuclear iraní en el año 2003, no ha indicado que vaya a hacerlo hoy. En cualquier caso parece abierto a la negociación. Incluso en un discurso pronunciado al día siguiente de su elección dijo que podría mantener contactos con estados Unidos si este levantara las sanciones.

Con la elección de Rohani los electores han hecho su trabajo. Ahora les toca actuar a las capitales occidentales. Si, en términos de comunicación, les resultaba imposible refundar sus relaciones con un Irán dirigido por Ahmadineyad, el acceso de Rohani al poder les da una oportunidad. A ellas les toca cogerla y adoptar un amplio marco de negociaciones con Irán no para que satisfagan las demandas occidentales sino para que Irán comprenda que le interesa volver a entrar en el juego. Cuando llegó al poder en el 2009, Obama inició una política de mano tendida hacia Irán. El resultado de las elecciones presidenciales del 2009 y la represión que las siguió impidieron llevarla a cabo. Ahora hay una segunda oportunidad.

Los occidentales no deben hacerse ilusiones. Rohani no romperá totalmente con la política iraní que conocemos pero está dispuesto a entrar en una fase más positiva. A ellos les corresponde permitir este movimiento haciendo gestos de apertura.

Pascal Boniface, director del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas de París.

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