Si planificas para un año, siembra arroz; si planificas para una década, planta árboles; si planificas para una vida, educa a las personas. Guan Zhong, 720-645 a.C.
Los cambios que experimentan las sociedades actuales nos obligan a repensar las políticas públicas y muchas de las actuaciones que históricamente hemos llevado a cabo. La economía, el mundo del trabajo, las relaciones familiares e interpersonales están sufriendo cambios notables. Una nueva sociedad de la información y del conocimiento emerge con fuerza. En este contexto, las políticas educativas se encuentran en un momento crítico, y a buen seguro en los próximos años habrá que repensar parte de los fundamentos y de las prácticas profesionales del oficio de enseñar y de la condición humana de aprender y formarse. De entrada, la nueva sociedad del conocimiento nos lleva inexorablemente a la formación a lo largo de la vida. Formarse ya no se restringe a una etapa de nuestra vida, sino que se convierte en una tarea permanente en todas sus vertientes: vital, profesional, familiar. Ligada al paradigma de la sociedad del conocimiento encontramos la necesidad de elevar las capacidades individuales y colectivas para mantener sociedades cultas, emprendedoras, socialmente de progreso y económicamente competitivas. Al tiempo, la situación de cambio acelerado convive con problemas históricos y en algunos casos estructurales. En Catalunya y en España, por ejemplo, la persistencia de un fracaso escolar muy elevado que lastra la sociedad y la economía, tal como nos demuestra un estudio reciente de la Cecot y Fpiic.
Una aportación reciente a este debate ha sido la Comunicación de la Comisión Europea “Un nuevo concepto de educación: invertir en las competencias para alcanzar mejores resultados socioeconómicos”. El documento de la Comisión parte de la premisa de que la inversión en educación y formación es fundamental para impulsar el crecimiento y la competitividad en Europa. A largo plazo pueden generar innovación y crecimiento, estimular la sociedad del conocimiento en el continente y configurar el futuro mercado de trabajo. Se reconoce explícitamente que los sistemas educativos de los países europeos sufren carencias significativas, sobre todo a la hora de incardinarse adecuadamente con el mundo del trabajo y el empleo. En Europa, se estima que para el 2020 los puestos de trabajo que exigen un alto nivel de calificación aumenten un 20%. Al tiempo, la tasa de paro juvenil en Europa es del 23% (¡más del 50% en España!), y al mismo tiempo se estima que hay de dos millones de puestos de trabajo que no se pueden cubrir. Más allá del ámbito del trabajo, la educación incluye objetivos tan relevantes como la ciudadanía activa, el desarrollo personal y el bienestar colectivo.
Para hacer frente a estos retos, la CE apuesta por una verdadera estrategia europea y de cada uno de los estados miembros por la educación y la formación, una estrategia denominada “Rethinking education”. Las medidas principales que se proponen son las siguientes: a) mejorar las aptitudes fundamentales y básicas para todo el mundo (lectoescritura, matemáticas y ciencias, principales aptitudes evaluadas en PISA); b) profundizar en las aptitudes transversales y básicas (iniciativa, pensamiento crítico, trabajo colaborativo, aptitudes para la emprendeduría); c) extender el aprendizaje de idiomas; d) mejorar la formación y aumentar la demanda de la formación calificada en tecnología y ciencia, que seguirán teniendo una alta demanda laboral; e) fomentar las aptitudes profesionales y el aprendizaje continuo en el puesto de trabajo.
Para hacer posible toda esta estrategia, los instrumentos que se puedan usar también son muy relevantes. La CE destaca especialmente aprovechar al máximo el potencial de las TIC y los recursos educativos abiertos para el aprendizaje, apoyar a los maestros y profesores como agentes clave del sistema, mejorar los resultados del aprendizaje, su evaluación y su reconocimiento o aumentar la inversión en educación y formación para promover la productividad y el crecimiento económico, así como la mejora de la eficiencia de la inversión.
En España y Catalunya, los retos más importantes son la reducción del fracaso escolar (26.5%, el doble que la media europea), la mejora de las aptitudes básicas, el aprendizaje de idiomas (26.7% de estudiantes con título B1 de idioma extranjero al acabar la secundaria, frente al 43.5% por término medio europeo), la mayor y mejor interrelación formación-puesto de trabajo (formación profesional, formación dual), y una inversión pública creciente en educación (5,01% del PIB frente 5,41% por término medio europeo), todo en un contexto institucional estable. Conducir adecuadamente estos factores nos tendría que permitir hacer esta apuesta estratégica como país y ayudar a construir una sociedad de progreso para las nuevas generaciones.
Josep M. Vilalta, secretario ejecutivo de la Associació Catalana d’Universitats Públiques (ACUP)