Nuevo escenario, nuevo lenguaje (¡sin eufemismos!)

Javier Urquizu es hijo de José María Urquizu Goyogana, asesinado por ETA; Cristina Cuesta es hija de Enrique Cuesta Jiménez, asesinado por ETA; y Cristian Matías es nieto de Manuel Albizu Idiáquez, asesinado por ETA. Escriben en representación del Colectivo de Víctimas del Terrorismo del País Vasco (ABC, 28/04/06):

EN este (relativamente) nuevo escenario que esperamos dé paso a un tiempo nuevo, desde Covite queremos aportar nuestro grano de arena para que esos nuevos tiempos sean, de verdad, mejores para todos... En este sentido, creemos que es fundamental llamar a las cosas por su nombre. Los eufemismos confunden y distorsionan la verdad, y sin la verdad, no vamos a ningún sitio... bueno. Desde la autoridad moral que nos da el saber muy bien de lo que hablamos (porque lo hemos vivido en toda su crudeza) y el haber llevado una trayectoria cívica intachable respetando siempre el Estado de Derecho, como víctimas del terrorismo queremos, de cara al bien común, hacer algunas aportaciones para un nuevo lenguaje claro y sin eufemismos:

No se dice «lucha armada»... Se dice «asesinatos de gente inocente e indefensa».

No se dice «conflicto entre vascos»... Se dice «cobarde exterminio de quien nos estorba».

No se dice «ekintza» [acción]... Se dice «asesinato fríamente calculado».

No se dice «kale borroka» [lucha callejera]... Se dice «vandalismo intolerable que pretende aterrorizar».

No se dice «normalización política»... Se dice «dejar de cometer aberraciones».

No se dice «radicales», pues ser radical es ir a la raíz de las cosas y por tanto algo eficaz, bueno y deseable... Se dice «neonazis».

No se dice «impuesto revolucionario»... Se dice «chantaje mafioso».

No se dice, o se piensa o se siente con complacencia y contemporizando, «son gudaris equivocados que simplemente hacen cosas feas que molestan estéticamente»... Se dice, y se piensa y se siente con indignación y determinación, que «son asesinos» o «terroristas».

No se dice «algo habrá hecho» [¡qué miseria y cobardía moral!]... Se dice «¡es indignante! Nadie tiene derecho a disponer de la vida ajena».

No se dice «nadie quiere más que nosotros a esta tierra» [¿cómo se atreven?]... Se dice «cualquier persona normal ama de un modo natural a su tierra (de nacimiento o de acogida, ¿qué más da?)».

No se dice «refugiado»... Se dice «delincuente huido».

No se dice «involuntariamente ausentes»... Se dice «cobardemente asesinados», siempre cobardemente, siempre por la espalda, siempre sin dar una oportunidad a la víctima.

No se dice «mesa de partidos extraparlamentaria»... Se dice «chanchullo para sacar ventajas inadmisibles».

No se dice «todos tendremos que ceder en algo» [¿es que estamos hablando de dos hermanitos a los que su madre regaña por alguna travesura infantil? ¿O acaso de vecinos de una comunidad que discuten sobre el color del que van a pintar la fachada de su edificio?]... Se dice «quien ha cometido horribles crímenes tendrá que responder por ellos ante la justicia».

No se emplean palabras bonitas como «paz», «generosidad», etcétera, de un modo genérico, hueco y demagógico. Las palabras se deben decir con un contenido concreto ajustado a una realidad concreta. Sólo ahí tienen su pleno y auténtico sentido.

No se dice alegremente «nosotros siempre hemos estado con las víctimas». A muchos podría crecerles la nariz más que a Pinocho. Como es natural, nosotros sabemos mejor que nadie quién ha estado a nuestro lado y quién no. Y lo diremos, para vergüenza de muchos, para que todos aprendan y nadie pase por lo que nosotros hemos tenido que pasar; para que no se repitan comportamientos innobles e indignos de quienes, teniendo que haber dado ejemplo a la hora de estar a nuestro lado, liderando la lucha moral y política contra la barbarie, han estado muy lejos de nosotros (ignorándonos) e incluso, a menudo, «contra» nosotros. Unas veces tomando medidas innecesariamente humillantes, crueles y ofensivas que nos han generado un dolor añadido; y otras, precisamente, dejando de tomar medidas eficaces y acordes con un elemental sentido de la decencia. Desde pequeños nos enseñaron que se ha de decir siempre la verdad.

La verdad es a veces, sí, muy dura, pero imprescindible para, asumiéndola, aprender y mejorar. Es tan dura que hay quienes no la soportan. En ese sentido, el infierno existe y para algunos es simplemente un espejo en el que ver reflejada su propia miseria y falta de humanidad. No soportándolo, intentan distorsionar o maquillar la Historia con la mentira, con la negación de la realidad o con eufemismos (especialmente peligrosos y dañinos por la confusión que generan), que son los que han motivado este artículo. En lo que a las Víctimas del Terrorismo se refiere, no serán otros los que escriban nuestra historia falseándola. No lo permitiremos, por nuestro bien y por el de todos.