Nuevo patinazo estratégico de la UE

Nuevo patinazo estratégico de la UE
Sean Gallup/Getty Images

La semana pasada, los ministros de asuntos exteriores de la Unión Europea aprobaron (sin grandes anuncios ni deliberaciones) la Estrategia de la UE para la Cooperación en la Región Indopacífica. Es un paso oportuno, muestra de un reconocimiento de la creciente importancia estratégica de la región. Pero como suele suceder con los marcos de acción europeos, el documento ofrece variedad de planes carentes de precisión, principios generales y jerga burocrática. Falta claridad estratégica.

El interés geoestratégico en la Región Indopacífica es un fenómeno reciente. Unos años atrás, la atención del mundo estaba puesta en Asia (o si acaso Asia y el Pacífico). Este planteamiento lo resume el giro hacia Asia (“pivot to Asia”) de la Presidencia de Barack Obama.

El interés por Asia se centraba en China. Y la actuación de China desborda con creces la zona. Sin ir más lejos, la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI por sus siglas en inglés), abarca el mundo. Asimismo, sus agresivas pretensiones y políticas marítimas causan temor entre los rivereños desde Australia a Filipinas

India se ha erigido recientemente en foco alternativo de la provocadora política de Pekín. Las incursiones chinas en la región del Himalaya, incluidos enfrentamientos armados con víctimas, hablan de un modelo de proyección territorial cada vez más parecido a su estrategia marítima. En respuesta, Delhi ha endurecido su postura frente al gobierno del PCC, profundizando su participación en el «Quad», el diálogo de seguridad cuadrilateral que integran Australia, Estados Unidos, la India y Japón.

Los miembros del Quad tienen una visión común respecto de la Región Indopacífica que comprende cruciales rutas de navegación y crítica infraestructura submarina de comunicaciones «libre y abierta». Europa comparte ese interés. Frente al Quad reactivado en 2017, en la UE solo Francia desarrolló algo similar a una estrategia formal para la Región Indopacífica en 2018; mientras, por su parte, Alemania y los Países Bajos han formalizado unos tímidos planteamientos el año pasado.

En cuanto al Reino Unido, su estrategia para la región se expresa en la reciente Revisión Integral de Seguridad, Defensa, Desarrollo y Política Exterior, resalta, dedicándole un apartado individualizado, la importancia del Indo‑Pacífico para la economía, la seguridad nacional y los intereses internacionales del RU. El documento expresa claramente la necesidad de que el RU establezca alianzas en la región para promover sus intereses en todos esos frentes.

Las pautas que ofrece la UE son muy diferentes. Por más que su estrategia pone de manifiesto que el bloque reconoce la «creciente importancia» de la Región Indopacífica, allí donde el RU defiende intereses nacionales (que pueden coincidir o no con las prioridades internacionales), la UE pone el acento en objetivos generales, con la esperanza de que sus socios en la región los compartan.

De hecho, el texto sólo incluye tres menciones bastante genéricas a los «intereses de la Unión». En vez de prioridades políticas claras, la UE plantea hacia la región una vaga promesa de «consolidar su función de socio cooperador en la Región Indopacífica» en una amplia variedad de áreas que incluyen el cambio climático, la recuperación pospandemia y la igualdad de género.

De tal manera, la UE espera contribuir a «la estabilidad, la seguridad, la prosperidad y el desarrollo sostenible de la región». Es decir, como es habitual en Bruselas, la nueva estrategia de la UE para la Región Indopacífica se centra en el poder blando, y amontona iniciativas bilaterales y multilaterales en formas imprecisas y con riesgo de que se superpongan.

El texto tampoco identifica ninguna prioridad geográfica. Pareciera como si entre los estados miembros hubiera visiones contradictorias que la UE no fue capaz de compatibilizar. Por eso, parece querer indicar que, en esencia, sus intereses son los mismos en toda el área que va de «la costa oriental de África hasta los Estados insulares del Pacífico».

Sin duda, todo ello es en gran medida un ejercicio de sombras chinescas. El subtexto es China. Pero, mientras, sin timidez alguna, el RU hace gala de una visión clara frente a las amenazas que plantea el modelo autoritario del PCC (aunque siga dispuesto a comerciar y mantener un vínculo general con el país); la UE, en cambio, sólo menciona explícitamente a China en una ocasión, en una lista de acuerdos bilaterales. Es un clásico ejemplo de la indefinición europea.

Asimismo, en el único párrafo de la estrategia dedicado a la seguridad, la UE, da un ejemplo de no aclarar ni aclararse: «Los Estados miembros reconocen la importancia de una presencia naval europea significativa en la Región Indopacífica». Mal compara con la claridad de los planteamientos navales del RU.

El único objetivo bien definido de la UE es ampliar el CRIMARIO (un programa bajo dirección de Francia para intercambio de información y gestión de crisis en relación con las rutas marítimas cruciales del Océano Índico) hacia el sur y sudeste de Asia y al Pacífico meridional. Es un paso en la dirección correcta, pero insuficiente.

Frente a las posibles críticas sobre la falta de concreción de esta reflexión, cabe responder que antepone los principios. Pero esta postura (aunque sea loable e incluso pueda prolongar en el tiempo la relevancia de la Estrategia de Cooperación) no puede ser a costa de la sustancia. Y el documento que produjo la UE, colmado de jerga burocrática, genera dudas no sólo sobre las prioridades concretas de Europa sino también sobre si realmente está decidida a mantener presencia en la región.

Sin embargo, no hay que perder la esperanza. La nueva estrategia es un primer paso y, en la UE, los primeros pasos suelen ser los más difíciles, aunque no vayan muy lejos. Ahora depende de la Comisión Europea y de la oficina del alto representante (a las que el Consejo ha encomendado redactar un comunicado conjunto antes de septiembre) proveer la claridad que necesita la Unión para la Región Indopacífica.

Ana Palacio, a former minister of foreign affairs of Spain and former senior vice president and general counsel of the World Bank Group, is a visiting lecturer at Georgetown University.

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