Nuevos catalanes y soberanía

Por Josep-Lluís Carod-Rovira, secretario general de ERC (EL PERIODICO, 04/05/03):

El poder real, en Catalunya, lo tienen los de siempre: familias catalanas, de clase alta, a menudo emparentadas y bien situadas en casi todos los partidos. Muchas de ellas no han tenido el país como prioridad, hace tiempo que abandonaron el catalán como lengua propia y siempre han primado sus intereses particulares, actuando como lobi económico y no incomodando nunca a los poderes fácticos de Madrid. A la vez, mucha población autóctona ha interiorizado tanto las derrotas, los fracasos y las renuncias que se comporta con pesimismo. Cree que no tenemos futuro como comunidad nacional. Es hora de preparar el mañana con savia nueva y sobre otras bases, capaces de generar ilusión y complicidad. No podremos basarnos, prioritariamente, ni en el idioma, ni en un pasado que nos es distinto por el origen, sino en lo que compartimos todos hoy: un espacio de igualdad de oportunidades, de libertad, de calidad de vida.

UN PROYECTO nacional en construcción, como el nuestro, debe sumar y no restar, incluir y no excluir, integrar y no discriminar. Por ello hace falta poner fin al discurso paternalista sobre la antigua inmigración, que perpetúa la condición de inmigrantes a los hijos y a los nietos de los que, procedentes de diversos territorios peninsulares, se instalaron aquí, y muchos incluso nacimos aquí. Negar la catalanidad de los descendientes de la inmigración de origen es marginarlos, condenarlos a ser siempre forasteros y, a menudo, encerrarlos en un gueto monolingüe castellano, impermeable al catalán, negarles el derecho a ser tan catalanes como los otros. Basta ya de vivir --económica o electoralmente-- de la inmigración castellanoparlante desde hace décadas y condenar a unos ciudadanos y ciudadanas a ser siempre inmigrantes. Catalunya es el país de la gente que se espabila y donde, si te esfuerzas, puedes prosperar. Es catalán quien quiere serlo. Y por qué tendría que ser menos catalán quien todavía no sabe la lengua, quien no se ha atrevido a dar el salto a utilizarla, que quien, sabiéndola, no la utiliza para etiquetar sus productos, rotular sus carteles, escribir libros, hacer los negocios, las clases, las conferencias o la publicidad, contratar servicios o consumir productos? Los nuevos catalanes tienen el derecho de hacerse suyo el país de acogida de los padres, sin complejos y con decisión, porque no es menos de ellos que de los otros. Desde la lengua a los centros de poder, el presente y el futuro también les pertenecen y hace falte que aspiren a dirigirlos. No planteamos una cuestión de identidades, que son diversas, sino de identificación: con unas calles, unas fiestas, unos amigos, un trabajo, unas formas de vida, una cultura, un país atractivo donde vale la pena apuntarse y al que se puede estar agradecido por las oportunidades encontradas. Es la identificación con el lugar donde te ganas el pan y forjas un futuro para los tuyos, donde nadie te ha obligado a marchar ante la imposibilidad de prosperar, el país que te ha acogido y que, con tu esfuerzo, te ha permitido progresar.

TAMBIÉN SERÁ necesario diversificar el repertorio de símbolos comunes, encontrar nuevos referentes nacionales para el siglo XXI, con la gente participando en la definición actualizada de lo que somos y de lo que deseamos ser. En una Catalunya libre, dueña de sus recursos y potencialidades, todos saldremos ganando, sobre todo los más perjudicados por el escandaloso déficit fiscal de ahora y la baja inversión pública del Estado. Ya lo decía, en 1919, en el Ateneo de Madrid, el Noi del Sucre, el emblemático dirigente obrero, al apuntar a una minoría acomodada como contraria a la soberanía y la mayoría de la población como beneficiaria. Los descendientes de aquellos que emigraron porque no toleraban más la injusticia, la explotación y la miseria pueden tener, ahora, la libertad de pensamiento para imaginar esta tierra como un país libre, próspero y moderno, sumando su esfuerzo para construir una Catalunya mejor, junto a les clases medias y los sectores populares autóctonos. E ir más lejos de hasta donde ahora nos han llevado los sectores sociales que han dirigido, históricamente, este país. Ellos no han tenido el coraje, ni la voluntad, ni quizá tampoco la posibilidad de saltar la pared del provincianismo, el miedo y la sumisión. Lo que ellos no han hecho lo haremos nosotros. Sin límites, sin condiciones, sin miedo.