Nutrición para el crecimiento

Esta semana, el primer ministro británico, David Cameron, cuyo país tiene la presidencia del G-8 durante el presente año, será el anfitrión de la cumbre “Nutrición para el crecimiento” que se llevará a cabo en Londres. La cuestión es muy urgente. Se necesita voluntad política para hacer frente a la malnutrición ahora y reconocer el acceso a alimentos nutritivos como derecho humano fundamental.

Cada cinco segundos muere un niño a causa de la malnutrición, que es responsable además del 11% de las enfermedades a nivel global. La cumbre se centra, con razón, en los vínculos directos entre la nutrición y la productividad, el crecimiento económico y la estabilidad política. Invertir en la nutrición es invertir en generaciones de niños de comunidades pobres y la cumbre debe situar a las mujeres y las madres en el centro de las soluciones que se propongan.

Esto es aún más importante puesto que actualmente hay un nuevo “baby boom” –no en los Estados Unidos ni en Europa sino en África subsahariana y el sudeste de Asia. Los niños que nazcan en los próximos 20 años llegarán a la edad adulta en un momento único: la población empleada de estas regiones será dos veces superior a la población desempleada. Esto significa una rara oportunidad para impulsar el crecimiento económico, salvar y mejorar vidas y ayudar a las familias, comunidades y países a pasar de la pobreza a la prosperidad.

Investigaciones recientes han demostrado que la nutrición puede ser un catalizador importante del crecimiento económico incluyente. Cada dólar invertido puede dar un rendimiento de 15-138 dólares. Acabar con la malnutrición no es solo un deber ético; también sabemos que puede impulsar el crecimiento en África y Asia hasta en un 11%.

Ahora sabemos que dar a las madres embarazadas y a los bebés nutrientes esenciales en el período crítico de 1,000 días desde la concepción del niño hasta su segundo aniversario es la mejor inversión en su salud y en la de la sociedad en general. La alternativa es el retraso del crecimiento, que actualmente afecta a 165 millones de niños, una cifra astronómica. En efecto, el retraso del crecimiento representa el verdadero rostro de la pobreza global contemporánea y causa un daño irreparable al desarrollo cognitivo y al crecimiento físico de los niños.

Además, hay evidencias abundantes de que la malnutrición en ese “período de nutrición” está vinculada con una mayor incidencia de hipertensión, enfermedades cardiovasculares, diabetes e incluso obesidad, lo que genera mayores costos en materia de atención a la salud más adelante. Sin embargo, un estudio llevado a cabo en 112 distritos rurales de la India en 2011 constató que “menos del 20% de las madres habían escuchado el equivalente del término ‘malnutrición’ en su idioma local”.

En África, las pequeñas agricultoras producen la mayoría de los alimentos. No obstante, la malnutrición está muy extendida porque esas mujeres poseen únicamente el 2% de las tierras y solo tienen acceso al 10% de los servicios de extensión disponibles. Parafraseando lo que muchas agricultoras me han dicho: “Somos las principales productoras, pero recibimos muy poco a cambio de nuestro duro trabajo porque, para cuando nuestros productos llegan al mercado, los intermediarios se han quedado con las ganancias. No obstante, África se moriría de hambre si nos pusiéramos en huelga”.

Cualquier solución al hambre y la malnutrición debe poner en el centro a estas mujeres. Las recientes investigaciones en materia de desarrollo son muy claras: empoderar a las mujeres y aumentar sus ingresos da como resultado mejor educación, salud y nutrición para sus hijos. Debemos hacer que los mercados trabajen para ellas y sus familias.

El llamado de la cumbre a la unidad global para combatir la malnutrición debe dirigirse a jefes de Estado, ministros de finanzas y salud y a líderes empresariales y de la sociedad civil. Debemos hacer que el sistema alimentario funcione para todos los ciudadanos, lo que exige acciones más decididas de todos esos actores.

En particular, los gobiernos deben invertir en la nutrición mediante los presupuestos, introducir el enriquecimiento obligatorio de los alimentos básicos, reducir la “comida chatarra” y mejorar el control de calidad.

De forma análoga, las organizaciones de la sociedad civil deben crear programas sólidos de promoción y educación para trabajar con las comunidades locales a fin de modificar los hábitos alimenticios no saludables, resaltar la importancia crítica de dar exclusivamente leche materna en los primeros seis meses y explicar la relación entre el estilo de vida, la dieta y el ejercicio para prevenir las enfermedades.

Por último, la comunidad empresarial debe utilizar sus capacidades de administración, comercialización, tecnología, logística y distribución para mejorar la calidad y asequibilidad de los alimentos nutritivos en el mercado. Además, las empresas grandes deben utilizar sus cadenas globales de suministro para empoderar a su fuerza de trabajo y a las pequeñas agricultoras.

A nivel local, están surgiendo soluciones a gran escala. En Bangladesh, donde la tasa de malnutrición es una de las más elevadas del mundo, ya está disponible un complemento de vitaminas y minerales asequible que se puede agregar a las sopas. BRAC, la ONG dedicada al desarrollo más grande del mundo y Renata, una compañía farmacéutica de Bangladesh, se han asociado para producir el complemento a partir de garbanzo y lentejas locales; después, decenas de miles de trabajadores de la salud lo distribuyen.

De forma similar, en el estado indio de Rajastán hay grupos descentralizados de autoayuda de mujeres que están produciendo alimentos complementarios de alta calidad para mejorar la nutrición de los niños de 6 a 36 meses de edad. En Ghana, un nuevo producto instantáneo a base de maíz enriquecido con vitaminas y minerales es el primero de su tipo en el mercado debido a su asequibilidad e integración natural con la leche materna. Como resultado, la nutrición de más de un millón de niños mejorará durante los primeros mil días de sus vidas.

Necesitamos más innovaciones para hallar soluciones. Necesitamos asociaciones que aprovechen los conocimientos y las soluciones de las comunidades locales. Si bien reconocemos el compromiso del Reino Unido para promover el nuevo movimiento Scaling Up Nutrition que coordina Naciones Unidas, también sabemos que quien se sienta a la mesa para diseñar soluciones determina quién se sienta a la mesa a comer más tarde. Al invertir ahora en la nutrición y en una mejor seguridad alimentaria, para 2020 podemos sacar a 50 millones de personas de la pobreza, prevenir retrasos en el crecimiento de 20 millones de niños menores de cinco años y salvar 1.7 millones de vidas.

Jay Naidoo is Chair of the Global Alliance for Improved Nutrition (GAIN). Traducción de Kena Nequiz.

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