O Rusia confiesa sobre el dopaje o no debería participar en las olimpiadas

Para quienes aman el juego limpio, descubrir el alcance del programa ruso de dopaje, respaldado por el Estado, ha sido una pesadilla hecha realidad. Informantes rusos han presentado pruebas de laboratorios no oficiales, alteraciones por parte de funcionarios de inteligencia del Estado y cambio de muestras en las olimpiadas. Eso supone una violación a la esencia del deporte y, a pocos días de los juegos de verano de Río, un ataque a los valores fundamentales del movimiento olímpico.

El escándalo comenzó con una investigación de la televisión alemana sobre el dopaje organizado de los atletas rusos, parcialmente, basada en los testimonios de dos valientes rusos, Vitaly Stepanov, un exfuncionario antidopaje, y su esposa, Yulia, corredora de media distancia. A raíz de esta revelación, la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) —la organización que supervisa la lucha contra el uso de drogas para mejorar el rendimiento— empezó, muy a su pesar, una investigación propia. La llamada comisión independiente tuvo la tarea de determinar si la Federación Rusa de Atletismo estaba operando un programa de dopaje apoyado por el Estado.

La Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo supo de las acusaciones de Stepanov hace años; Stepanov mostraba pruebas de dopaje generalizado en Rusia desde 2010. Sin embargo, la agencia solo actuó después del documental alemán.

En noviembre, la comisión confirmó las declaraciones de Stepanov en un informe que describía una “cultura muy arraigada de hacer trampa”. El abogado canadiense Richard W. Pound, presidente de la comisión, creía que la trama se extendía hasta los niveles más altos del Ministerio ruso de Deportes.

Desde que estos hallazgos salieron a la luz, no ha cambiado la postura de mi organización, la Agencia Antidopaje de Estados Unidos (USADA, por sus siglas en inglés), que se rige por el Código Mundial Antidopaje: para proteger a los atletas limpios, la Federación Rusa de Atletismo no debería participar en los Juegos Olímpicos de Río.

La decisión de vetar a los atletas rusos finalmente le corresponde a la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo, el organismo internacional que supervisa el deporte, que se reúne el 17 de junio. Pero junto con muchos atletas y otros defensores del juego limpio, la USADA ha estado pidiendo una investigación exhaustiva de todo el deporte en Rusia, no solo del atletismo, desde las revelaciones de noviembre.

Durante más de siete meses, estas solicitudes no fueron atendidas. Apenas la semana pasada, la AMA finalmente escuchó las demandas de atletas limpios para realizar una investigación, como el caso de Becky Scott, una olímpica canadiense de esquí de fondo que está en el comité consultivo para atletas de la AMA.

Sin embargo, muchos se sintieron defraudados al saber que en un principio la AMA pretendía que la investigación fuera un asunto interno. Solo porque Scott y otras personas, incluidos los informantes rusos, insistieron en la independencia de la comisión, la AMA nombró a alguien externo para dirigirla, el respetado árbitro Richard Mclaren. Supone un paso en la dirección adecuada, pero el alcance de McLaren es demasiado limitado. Debería tener autoridad para investigar todos los deportes de Rusia.

La tarea de este equipo es extremadamente difícil con los juegos olímpicos a menos de 80 días. La investigación debe ser más que un ejercicio de relaciones públicas. Deben hacerse largas entrevistas con informantes como el exdirector de un laboratorio ruso, el Dr. Grigory Rodchenkov, que presentó pruebas del dopaje administrado por el Estado en el laboratorio de Sochi que llevó a esta nueva investigación, así como con los preparadores físicos, entrenadores, doctores, atletas y el personal de laboratorio del equipo nacional. El equipo de McLaren debe tener acceso a toda las pruebas disponibles; las muestras rescatadas de Sochi deben ser resguardadas como si se tratara de una escena del crimen.

La investigación también debe poner a prueba la declaración, reciente y bien recibida por el público, del presidente Vladimir V. Putin, que afirma que Rusia está preparada para cooperar completamente con la comisión de McLaren, al realizar exámenes forenses de datos electrónicos a los laboratorios en Moscú y Sochi, así como en la Agencia Antidopaje de Rusia y en el Ministerio ruso de Deportes.

McLaren también debe investigar los incómodos informes relativos al gran esfuerzo que hicieron los trabajadores del servicio de seguridad federal de Rusia para interferir con el muestreo de los atletas rusos. La AMA también descubrió que los funcionarios rusos han solicitado una notificación con 30 días de antelación para hacer las pruebas a atletas rusos que residen en las llamadas ciudades militares —una violación clara de los estándares internacionales de antidopaje—.

Si la AMA verifica esta obstrucción en las vísperas de Río, entonces no solo se debería vetar a toda la delegación rusa de los juegos olímpicos de 2016, sino que deberían quedar fuera de toda competencia internacional de manera indefinida. Al menos hasta que se asegure la cooperación total con la comisión de McLaren, se realicen pruebas sólidas y se determinen sanciones claras. Rusia no puede esperar que se le permita competir si se niega a que los oficiales antidopaje tengan acceso total a sus atletas.

La decisión de investigar y, si fuera necesario, castigar a Rusia por dopaje no es fácil, pero es lo que hay que hacer.

Finalmente, la incompetencia de la AMA ha creado dudas importantes acerca de la disposición que tiene la agencia para hacer su trabajo. Desde que se fundó el año 2000, la agencia antidopaje de Estados Unidos ha buscado la separación entre aquellos que promueven el deporte y quienes lo vigilan. Hacer algo diferente sería como dejar que el zorro cuide las gallinas.

Las normas actuales de la AMA también permiten que los miembros del consejo tengan capacidad ejecutiva en la organización deportiva. Inevitablemente, la situación se presta para que haya conflicto de intereses.

La buena noticia es que este fallo estructural se podría resolver fácilmente: la política de la agencia sobre los conflictos de intereses debería prohibir que cualquier miembro del consejo pueda tener un papel directivo en una organización deportiva dentro de la jurisdicción de la AMA.

Las llamadas a la acción son cada vez más fuertes. El presidente del Comité Olímpico Internacional, Thomas Bach, quiere la aplicación de “tolerancia cero” en el dopaje, mientras que el presidente ejecutivo del Comité Olímpico de Estados Unidos, Scott Blackmun, ha reconocido que el sistema actual de antidopaje puede tener “fallos”.

Las peticiones de una decisión clara acompañada de respuestas desde las instituciones antidopaje nunca han sido más numerosas. La investigación que hará McLaren sobre el caso de Rusia debe abarcar todos los deportes y la AMA debe demostrar que el principio de responsabilidad se aplicará de manera tan rigurosa al programa de antidopaje administrado por el Estado como lo ha sido individualmente con los atletas. Es la única forma que tiene la agencia de recuperar la confianza pública después de su tibia respuesta al escándalo ruso.

Es lo mínimo que se merecen los atletas limpios.

Travis T. Tygart es el director ejecutivo de la Agencia Antidopaje de Estados Unidos.

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