Obama contra el Congreso (y 2)

En manifiesto contraste con la actitud glacial de Obama hacia Netanyahu, el Congreso estadounidense recibió en marzo calurosamente al primer ministro israelí. En presencia de los líderes de los partidos republicano y demócrata tras la reunión de Netanyahu con Obama, la presidenta de la Cámara, Nancy Pelosi, demócrata y aliada de Obama, manifestó a Netanyahu que "en el Congreso apoyamos a Israel. En el Congreso hablamos con una sola voz sobre la cuestión de Israel": ¡raro ejemplo de cooperación bipartita en marcado contraste con la postura de la Casa Blanca!

Nita Lowey, congresista que supervisa la asignación de la ayuda exterior a Israel (unos 3 millardos de dólares al año), aseguró a los líderes israelíes que la firma del memorandum of understanding firmado con Israel por un periodo de diez años (por valor de 30 millardos de dólares) es sólido. "Hay en el Congreso un firme apoyo bipartito a Israel que no flaqueará", subrayó. Y poniéndose de parte de Netanyahu contra su propio presidente, preguntó de forma sarcástica: "¿Cómo va a llevar a buen puerto cualquier discusión o negociación si de entrada se lo pone fácil a una de las partes?".

Ambas manifestaciones, de Pelosi y Lowey, muestran claramente la complejidad del sistema político estadounidense y los desafíos internos que afronta Obama en su esfuerzo por promover la paz en Oriente Medio. En materia de política exterior de EE. UU. sobre la cuestión árabe-israelí, el Congreso ata las manos del presidente y limita sus opciones. La presidencia es una institución muy poderosa, pero el Congreso posee considerable poder e influencia, en particular sobre el conflicto árabe-israelí porque, como dijo sin rodeos Nancy Pelosi, habla con "una sola voz".

En el caso de Obama, algunos de sus aliados más cercanos, como Pelosi, le abandonarían si decidiera ejercer una verdadera presión sobre Netanyahu y amenazara con retirar a Israel los citados millardos de dólares en concepto de ayuda militar y financiera. Aunque, a fin de cuentas, Obama pudiera aplicar esta política, resultaría demasiado costoso políticamente, y representaría sacrificar otras prioridades políticas importantes.

En lugar de lanzar un asalto frontal contra Netanyahu, resulta más probable que Obama conciba una maniobra de cerco y le apriete las tuercas. Puede tratarse de una operación lenta, gradual e impredecible de desenlace desconocido. Netanyahu juega la baza nacionalista en su país y podría salir ileso. Su posición en Israel se ha fortalecido, pues se ha presentado como la figura que se ha enfrentado a un personaje "foráneo", Obama, ¡que plantea demandas ilógicas e irrazonables a Israel!

La presión política de Obama sobre Netanyahu ha producido un efecto dominó a nivel internacional. En respuesta a la declaración de Netanyahu en Jerusalén, el secretario general de la ONU, Ban Ki Mun, hizo hincapié en que Israel debe respetar la importancia y significado de Jerusalén de modo que la ciudad resultante del proceso "debería surgir de las negociaciones como capital de dos estados". De manera significativa, es la primera vez que la ONU ha expresado públicamente su punto de vista acerca del estatus de Jerusalén como capital no sólo de un Estado judío, sino también un Estado palestino.

En la cumbre de la Liga Árabeen Sirte (Libia), el presidente palestino Abas declaró que las conversaciones "indirectas" no podrían reanudarse si Netanyahu no detiene nuevas edificaciones en Jerusalén Oriental. Abas sabe los costos políticos internos de nuevos compromisos sobre Jerusalén Este y no está dispuesto a arriesgar aún más la legitimidad derivada de su cargo. La Liga Árabeanunció que su respaldo a las conversaciones de paz tiene una fecha de caducidad de cuatro meses, declaración de escaso peso si no se acompaña de una estrategia concertada y coherente.

Obama ha obligado a Netanyahu a clarificar la posición de su gobierno sobre los asentamientos. La comunidad internacional, por su parte, sabe que la coalición derechista israelí, no la Autoridad Palestina, es la instancia que bloquea el inicio de negociaciones de paz. Israel se halla a la defensiva, bajo los focos de las miradas.

Aunque Obama dijo que resolver el enconado conflicto árabe-israelí constituye una cuestión "de interés vital para la seguridad nacional de EE. UU.", se enfrenta auna situación delicada en su propio país. Hasta ahora, Netanyahu no ha dado indicios de que esté dispuesto a ceder.

Los próximos pasos de Obama serán esenciales para despejar la situación de estancamiento. Una relación de Estados Unidos con Israel más sincera y abierta, así como más transparente con el mundo árabe basada en intereses comunes y recíprocos y no en motivos de conveniencia política, constituiría un sólido legado del nuevo presidente afroamericano.

Pero si Obama renuncia a encarar abiertamente este desafío, se arriesga a quebrar la relación de Estados Unidos con el mundo árabe y musulmán. Sus acciones ejercerán un impacto mucho más duradero que cualquier palabra que pudiera haber pronunciado en El Cairo en el 2009.

Fawaz A. Gerges, profesor de Política de Oriente Medio y Relaciones Internacionales en la London School of Economics, Universidad de Londres. Traducción: José María Puig de la Bellacasa.