Obama desde el minarete

En poco más de 100 días, el nuevo presidente de EEUU ha originado un vendaval de ideas renovadoras en política exterior, marcando unas claves propias e históricas. George W. Bush asiste desde su rancho tejano con gran discreción (digna de elogio por su sentido institucional de quien es ya historia de un pasado) a los enormes cambios que impulsa Obama en las relaciones internacionales. La apertura hacia Cuba, la no consideración de Rusia como enemiga y la implicación conjunta y aliada de ésta y su país en pro del desarme o la clausura de la política de la ignominia instaurada en Irak, son algunos de esos cambios. En algún tema, ha hecho ciertas modulaciones (y, por tanto, generando leves decepciones) sobre temas especiales como Guantánamo.

Se esperaba con gran expectación su alocución sobe el mundo islámico. Sin duda, no ha defraudado y ha marcado también una posición muy diferenciada respecto a su antecesor. Este vivió muy condicionado por su visión ego-etnocéntrica de considerar a su país como un adalid en la guerra de los mundos, desde la maniquea idea del eje del mal y del bien. Esa posición de superioridad y desprecio a la cultura de otras realidades que encarnan millones de ciudadanos, estaba también alentada por sus principales consejeros. El radicalismo de los neoconservadores tenía también ramificaciones con una concepción religiosa integrista donde la idea de cruzada contra el islam era evidente.

Los atentados del 11-M en el cielo y en el corazón del símbolo norteamericano, acrecentaron estos postulados. Se intensificó la tendencia a equiparar el mundo musulmán con Al Quaeda, algo tan falso como peligroso. Cualquier musulmán era sospechoso. La aventura trágica en Irak y la difícil comprensión de un país tan complejo como Afganistán y su entorno alentarían odios recíprocos, tan estériles como perturbadores, azotando un avispero que se volvería en contra.

En la campaña electoral, Obama prometió dirigirse al mundo islámico desde una capital musulmana. Ha sido desde Egipto, sin que suponga un apoyo a Mubarak que en septiembre tendrá unas difíciles elecciones. El ya presidente electo había programado con gran mimo lo que más que un discurso es un compromiso firme con este mundo en el que millones de ciudadanos tienen no solo otra religión y otra cultura, sino también otros enfoques vitales.

Pero ello, como bien expresa, no debe hacer primar la confrontación sobre el respeto y el entendimiento. Ya Obama hizo en abril una breve parada en Estambul en un foro sobre la Alianza de Civilizaciones. Su presencia suponía un guiño hacia esa idea. Allí ya expresó que «EEUU no esta en guerra» con el islam.

Estas palabras anticipaban el eje de su emocionante discurso de ayer en El Cairo. Desde la consciencia de que entre ambos muros había ya un foso inmenso y que esto, en la política como en la vida, no conduce a nada, Obama quiere reconstruir puentes. Ello requiere un respeto recíproco (si no lo tienes hacia el otro, no lo puedes exigir para ti), un dialogo y una escucha donde se eviten malentendidos y agravios innecesarios, buscando más lo que une que lo que separa. Queda enterrada la idea del choque de civilizaciones como premisa si bien ello no puede suponer la inexistencia de tensiones. La contundencia en las sanciones a Siria por su apoyo a los terroristas, es muestra de no debilidad.

La identificación entre musulmanes y jihadistas es una simplificación injusta y negativa. Claro que hay gérmenes de fundamentalismo en sectores alimentados desde estas ideas, pero confundir sin más esto con el terrorismo, olvidando las aportaciones del mundo musulmán en la historia, es un error. No todo es integrismo en esta religión. En la lucha contra los fundamentalistas, deben buscarse inteligentemente aliados entre los musulmanes moderados y, al menos, creando puentes, incluso con sectores de Hamás. Si agravias a todos, generas una bomba en tu contra.

La comunidad internacional es plural en historias, culturas y religiones. Todas deben respetarse y convivir en la búsqueda común de un mundo más justo y seguro. Ello no esta exento de problemas. Entre ellos, la pobreza en muchos de estos países y que es uno de los gérmenes para el fanatismo. Tal vez algún sector califique de blando a quien, por contra, demuestra, como Obama, en su discurso gran firmeza y coherencia en sus convicciones democráticas y de derechos humanos. Su implicación en el proceso de paz en Oriente Medio pasa por conseguir el reconocimiento de Palestina como Estado.

El primer apellido de Obama es Hussein. Su padre creció musulmán aunque después se haría agnóstico y asistió en su niñez a una escuela musulmana durante su estancia en Indonesia. Algunos quisieron, en el país de las libertades, convertir esto en un elemento negativo y peligroso. Sus ideas cristianas alejadas de dogmatismos y su experiencia vital le harán convertirse en un apóstol de los elementos históricos comunes y positivos que hay entre Dios y Alá y sus profetas Jesús y Mahoma.

Jesús López-Medel, abogado del Estado.