Obama mira a Afganistán

A finales de los años 40, cuando en China triunfó el comunista Mao Zedong y expulsó a la isla de Taiwán a Chiang Kai Chek, aliado de EEUU, en los círculos políticos de Washington surgió la pregunta: ¿quién perdió China? Ahora, después de siete agitados años, empieza a surgir el interrogante de si se ha perdido ya Afganistán.

Los nubarrones se acumulan. El Gobierno central, al que apoya la OTAN, solo controla una parte del país; la corrupción en medios oficiales galopa; el cultivo de la amapola, que produce la heroína, no amaina, lo que engorda la economía de los talibanes. Más preocupante aún, estos multiplican los golpes de mano con efectos letales. Aunque Afganistán es la guerra olvidada, las tropas de la OTAN han perdido este año 254 miembros, no mucho menos que las bajas de la coalición en Irak, 287. Un informe de la National Intelligence de Estados Unidos afirma que el país "va cuesta abajo".

Las dudas afloran. Kai Eide, enviado de la ONU, dice llanamente que "todos sabemos que la guerra no se puede ganar militarmente", y el comandante británico, Mark Carleon-Smith, repite algo parecido. Entre los menos pesimistas, es decir, los que creen que la guerra se puede ganar, hay una coincidencia: se necesitan más medios y otros 20.000 soldados. La frontera con Pakistán es especialmente porosa y no valen pequeños parches con más efectivos. El Pentágono, según The Washington Post, ha aprobado el despliegue de 4.000 hombres, pero hacen faltan un mínimo de 12.000 más.

El día 31 tomó posesión como comandante en jefe estadounidense en Afganistán el general Petraeus, que viene con una excelente reputación después de su misión en Irak, donde no solo propugnó hace un año el aumento de tropas norteamericanas con objeto de estabilizar un par de regiones, sino que tuvo un papel importante en lograr que determinados grupos sunís comprendieran que iba en su interés a largo plazo desmarcarse de Al Queda y renunciar a la violencia. La operación ha tenido un buen resultado: Petraeus ha sido abundantemente piropeado por McCain e, incluso, por Obama, que en un principio se opuso al aumento de las tropas, pero que en la campaña electoral ha reconocido que ha funcionado.

El general tendrá ahora que ver cómo hincarle el diente a Afganistán, cuya situación lleva estudiando un par de meses. La situación difiere de la de Irak. El poder del Gobierno central es más decorativo, los cuadros medios del país están mucho menos preparados y el terreno, áspero, claramente montañoso, dificulta enormemente ciertas operaciones militares. La mitad del país está a más de 2.000 metros de altura y la cadena montañosa que bordea Pakistán, el Hindu Kush, de la que surgen no pocos ataques, tiene una media de 4.500 metros. Determinados consejeros militares, encabezados por el general Douglas E. Lute, cercano a Bush, abogan por la intensificación de las operaciones de fuerzas especiales, boinas verdes, comandos, etcétera, capaces de lanzar ataques específicos muy efectivos contra los talibanes. Por supuesto, estas unidades especiales necesitarían apoyo de la inteligencia, aviones sin piloto, etcétera; recursos que ahora están en Irak. La teoría también tiene detractores: los comandos podrían causar momentáneos estragos entre los guerrilleros, pero si fueran poco numerosos no podrían mantener el control del terreno una vez realizado el golpe.

Petraeus, que podría aconsejar que se negocie con los talibanes más moderados, deberá, en todo caso, pedir más hombres. Hay actualmente unos 50.000 soldados de la OTAN en el país. Aquí puede surgir el problema con el vencedor de las elecciones estadounidenses. McCain tendría pocas contemplaciones con los remilgos de los aliados --Alemania, por ejemplo, ha prometido 1.000 soldados más siempre que patrullen en zonas "cómodas"--, pero Obama, posible ganador, no parece que vaya a ser más complaciente. Ha prometido salir en 16 meses de Irak, algo que no será fácil de cumplir, pero sostiene con firmeza que no se puede abandonar Afganistán. En un par de debates ha argumentado sin vacilaciones que si Estados Unidos sabe que Osama Bin Laden está en Pakistán, y este país es incapaz de apresarlo, las tropas estadounidenses tienen que ir a por él.

En su reciente viaje a Europa ya dio a entender que los aliados tenían que colaborar más en Afganistán; que estabilizar el país, desterrar el fundamentalismo, intentar asentar la democracia no es misión exclusiva de Estados Unidos, sino de Occidente. Ha insinuado que le dará más prioridad que Bush. Quien lo conoce afirma que, en su fuero interno, será poco comprensivo con países que no quieren arrimar el hombro en una empresa común o que lo hacen a la carta, es decir enviando solo unos cuantos efectivos y, además, a lugares que no presentan problemas. El equívoco, visto desde EEUU, estriba en que en muchas naciones europeas el convencimiento de que Afganistán es una empresa común está mucho más diluido que en Estados Unidos. Parecen implicar que el precio en vidas humanas de Estados Unidos 625, o Canada, 97, es normal, mientras que el suyo, Alemania, 28, España y Francia, 23, es excesivo. El anhelado nuevo presidente de EEUU puede que no comulgue con esto. Afganistán, el medio ambiente, el libre comercio, depararán sorpresas con él.

Inocencio Arias, Cónsul de España en Los Ángeles.