Obama: una visita fugaz que debe dar lugar a cambios

El sábado, el presidente Obama llegó a España tras participar en la Cumbre de la OTAN en Varsovia. Pese a su corta duración, debido a los acontecimientos en Dallas, esta visita no es un evento menor y ha sido largamente esperada tanto por la diplomacia como por los dirigentes políticos en España.

La presencia de líderes estadounidenses en nuestro país no ha sido precisamente abundante en los últimos tiempos. Tan solo algunos dirigentes, eso sí, de primer nivel, como los secretarios de Estado Clinton y Kerry o los secretarios de Defensa Leon Panetta y Ashton Carter, han realizado una serie de cortas visitas. En algunas ocasiones particularmente accidentadas, como fue la prevista por el secretario de Estado en junio del año pasado, que debió ser suspendida por un accidente en bicicleta y que se concretó finalmente en octubre.

Las relaciones entre España y Estados Unidos no siempre han sido fáciles. Pueden destacarse algunos puntos de fricción, como por ejemplo la entrada en la OTAN, sobre la que el entonces presidente Felipe González llegó a organizar un referéndum, o el apoyo a la Guerra de Irak por parte de José María Aznar, ampliamente contestada socialmente.

Durante la primera legislatura del presidente José Luis Rodríguez Zapatero, su mala relación personal con el presidente estadounidense no era ningún secreto, pese a que en materia de seguridad, economía o cultura las relaciones entre ambos países seguían siendo buenas. Por otro lado, la presencia de antiamericanismo en determinados sectores de la población española, especialmente en la izquierda, tampoco ha contribuido a que estas relaciones fuesen fáciles, manifestándose en el discreto papel que los líderes españoles han tenido, tradicionalmente, a la hora de resaltar una relación tan importante.

Así mismo, en nuestros documentos estratégicos, como los titulados Estrategias de Seguridad Nacional y Acción Exterior, la relación entre España y Estados Unidos aparece en cuarto lugar de relevancia, frente a áreas como Europa, el Mediterráneo o Latinoamérica. Algo que no sucede en ninguno de los países de nuestro entorno. Y todo ello a pesar de los importantes intereses y valores que ambos países tienen en común, algunos de los cuales han sido tratados por el presidente Obama durante su visita.

El primero de ellos y quizá el más importante es el de la defensa. A partir de la segunda legislatura de Zapatero, España adquirió un mayor protagonismo en esta cuestión, particularmente a raíz de la creciente relevancia de las bases militares.  Es el caso de Rota, convertida en parte del Escudo Antimisiles proyectado por la Administración Obama en Europa, y la de Morón, sede actual de las fuerzas especiales estadounidenses de reacción rápida en respuesta a las crisis de África. La visita del presidente estadounidense a las tropas destinadas en Rota no es ninguna casualidad y muestra la creciente importancia de España en esta materia.

Sin embargo, y pese a esta creciente relevancia geoestratégica, España también muestra algunas dimensiones susceptibles de mejora, que ya han despertado las críticas estadounidenses en el pasado. El principal aspecto a mejorar es el gasto en defensa. Desde hace tiempo se debate en Estados Unidos la cuestión del bajo gasto europeo en esta materia, que ha ido disminuyendo progresivamente desde el fin de la Guerra Fría mientras se incrementaba el gasto en “sus costosos Estados del Bienestar”, a costa de que Washington pagara por su defensa y seguridad, como critican algunas voces que han defendido incluso entregar la OTAN a los europeos para que asuman ellos mismos este coste.

No es ninguna casualidad que el propio presidente estadounidense demandase recientemente una mayor inversión europea en la defensa común. En este ámbito, España no se encuentra precisamente bien situada. Con un 0,9 % del gasto del PIB, es uno de los países de nuestro entorno que gasta proporcionalmente menos en esta cuestión, muy lejos del 2% que la OTAN demanda y que únicamente algunos países como Reino Unido, en proceso de salida de la Unión Europea, alcanzan. En este sentido y teniendo en cuenta la situación de crisis existente, sería aconsejable una subida gradual y progresiva hacia ese objetivo, que serviría para mejorar la influencia española en el sistema internacional, al igual que su relación con la potencia norteamericana.

En lo que respecta a las relaciones políticas, España se encuentra -al igual que Estados Unidos, debido a sus próximas elecciones presidenciales- en una situación de relativa incertidumbre, y habrá que analizar cómo los cambios afectarán a la colaboración entre ambos países. En el caso español, la aparición de nuevas fuerzas políticas podría tener consecuencias, especialmente en el caso de Unidos Podemos. Este partido parece haber heredado parte de la desconfianza hacia Estados Unidos de Izquierda Unida, suavizada en un primer lugar pero exacerbada recientemente. Esta desconfianza se manifiesta en las divisiones y contradicciones existentes en el discurso de Unidos Podemos sobre la relación que habría que tener con la potencia estadounidense y su posicionamiento en asuntos como la OTAN o el TTIP.

Existen otros factores importantes en la relación de Estados Unidos con España, como el factor económico, manifestado en la importancia del TTIP, de claro interés para las empresas pequeñas y medianas en España y que contribuiría a incrementar los lazos económicos desarrollados en las últimas décadas que han llevado a España a convertirse en el noveno inversor en Estados Unidos y a Estados Unidos en el primero en España. Este tratado está ahora en riesgo debido a la oposición de diferentes sectores a ambos lados del Atlántico.

Otro factor a tener en cuenta en la relación sería la tradicional preocupación estadounidense por la defensa de la propiedad intelectual, que afortunadamente parece haber pasado a un segundo plano.

Con todo, esta siempre frágil y controvertida relación necesita de algunas medidas que contribuyan a su mejora. Entre las más destacadas cabría citar una revisión de la posición estratégica que tiene la relación con Estados Unidos, ya que debería estar muy por encima del cuarto lugar actual en los documentos estratégicos españoles, sobre todo teniendo en cuenta su papel cada vez más vital en nuestra seguridad.

Habría que incrementar de manera progresiva y gradual el porcentaje del PIB destinado a asegurar la propia defensa, incorporar a las nuevas fuerzas políticas a los consensos tradicionales de la política exterior española o apoyar de manera más decisiva la conclusión de un TTIP cuyos principales beneficiarios serían unas pequeñas y medianas empresas que afrontan mayores dificultades para realizar negocios al otro lado del Atlántico.

La fugaz visita de Obama parece un buen momento para comenzar estos cambios, otorgando a la ya antigua relación entre España y EEUU el lugar que se merece entre las prioridades estratégicas de nuestra política exterior.

Juan Tovar es profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de Burgos y en la Autónoma de Madrid.

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