Objetivo Jordania

Por Amir Taheri, periodista iraní, especialista en Oriente Medio (ABC, 14/11/05):

LOS atentados suicidas simultáneos que el miércoles mataron a 59 personas e hirieron a otras 118 en Ammán, capital de Jordania, representan el suceso más mortífero de la historia del reino desde la guerra civil de 1970. Aunque los ataques puedan haber tenido múltiples causas, es seguro que una de las razones de su éxito ha sido la petulante complacencia manifestada por las autoridades jordanas en los últimos dos años. Desde el inicio de la insurgencia terrorista en Irak en 2003, los dirigentes jordanos han mantenido una política ambigua para engañar a sus aliados estadounidenses y al mismo tiempo apaciguar a los grupos terroristas islámicos que buscan el dominio regional y mundial.

Antes de los atentados del miércoles, los líderes jordanos estaban casi orgullosos de su política de dos caras. Por una parte, Jordania ganaba dinero permitiendo a la coalición liderada por Estados Unidos usar el territorio del reino para transportar suministros a Irak a cambio de exorbitantes derechos de tránsito y suficiente petróleo gratuito como para cubrir la mitad de las necesidades del país. El plan también permitía a Jordania presentarse como «valioso aliado» de las democracias occidentales y asegurarse el acceso a las instancias de liderazgo más elevadas en Washington y Londres. Jordania ha ayudado asimismo a formar a un número limitado de policías y oficiales del ejército iraquíes, en buena parte como medida simbólica para calmar las críticas de Washington. Sin embargo, el otro aspecto de la política jordana ha sido el de lanzar al reino al papel de aliado no declarado de los insurgentes y de los terroristas en Irak. Ha permitido a la media docena aproximada de grupos que constituyen la fachada política de los insurgentes en Irak establecerse en Jordania, dar conferencias y coordinar una campaña de propaganda contra el Gobierno electo de Bagdad. Los barrios caros de Ammán se han convertido en zonas de residencia de los dirigentes baazistas, incluidas las varias esposas e hijas de Sadam.

Jordania siempre ha sido un refugio seguro y un terreno de juego para los baazistas. En 1990, el difunto rey Hussein se opuso a que se liberara Kuwait de la ocupación de Sadam Husein. Eso animó a Sadam a usar Jordania como ampliación del territorio iraquí. Sadam y sus esbirros crearon empresas tapadera en Jordania para burlar las sanciones impuestas por Naciones Unidas. Se hicieron con dos bancos jordanos, invirtieron en bienes raíces y blanquearon enormes cantidades de dinero. Tras la liberación de Irak, Jordania se convirtió en refugio de los criminales baazistas iraquíes y sus familias, que llevaron con ellos parte de los 425 millones de euros que se calcula que Izzat Ibrahim, vicepresidente de Sadam, robó supuestamente del Banco Central de Bagdad antes de la caída del régimen. Desde entonces, Jordania se ha convertido en centro de la propaganda anti-iraquí y, más concretamente, antichií. Los miembros del Gobierno y del Parlamento iraquíes recién elegidos se han convertido en personas no gratas en Jordania, mientras que la diplomacia jordana ha trabajado horas extras para aislar a Irak dentro de la Liga Árabe.

El año pasado, el vicepresidente jordano Maruan Muasher se enorgullecía de lo que él describía como el éxito de que Jordania «no tomara partido» en Irak. El relato oficial jordano de los atentados suicidas debía reflejar esa política del reino de «no tomar partido». Los medios estatales dijeron a los jordanos que la intención de los terroristas suicidas era matar estadounidenses y otros occidentales relacionados con proyectos en Irak. Pero ahora sabemos que las víctimas de los atentados, tan indiscriminados como otros similares organizados en Irak casi a diario, fueron musulmanes, la mayoría jordanos, que nada tenían que ver con Irak. Muchos de los muertos eran gente corriente de Ammán que celebraba una boda.

Los dirigentes jordanos deberían saber que es imposible no tomar partido en Irak. El pasado agosto, los terroristas islámicos subrayaron este hecho al lanzar ataques con cohetes contra el puerto jordano de Aqaba, matando e hiriendo a más de 30 personas. Los terroristas islamistas, conocidos por el término general de Al Qaida, basan su ideología en la afirmación de que poseen la versión única y definitiva de la Verdad, a la que todos los demás deben someterse o morir. No quieren aliados sino esclavos, y no tienen tiempo para la clase de doble juego que los líderes jordanos llevan manteniendo desde 2003. Éstos deben considerar los atentados de Ammán como una señal de alarma. Su negativa a tomar partido en Irak no los va a proteger contra los atentados terroristas islámicos. La única forma de que Jordania pueda garantizar su seguridad a largo plazo es ayudar a derrotar a los islamistas cuyo principal objetivo hoy es derrotar la democracia en Irak.

No hay pruebas de que la política hipócrita de Jordania goce de un respaldo significativo ni siquiera en el reino. De hecho, podría ser cierto lo contrario. A las pocas horas de cometerse los atentados suicidas, cientos de ciudadanos se habían reunido en el escenario de la carnicería para expresar su horror por lo ocurrido y para condenar a los perpetradores. El jueves por la mañana, las multitudes habían aumentado hasta convertirse en decenas de miles de personas de todos los estratos sociales, gritando lemas que los dirigentes jordanos, empezando por el rey Abdalá II, harían mal en pasar por alto. Entre ellos se incluían declaraciones tan inequívocas como «Muerte a Zarqaui», en referencia al cerebro terrorista jordano-palestino Abu Musab Al Zarqaui, que ha reivindicado su responsabilidad en las recientes atrocidades de Ammán. Gritos de «Zarqaui, arderás en el infierno» reverberaban en el centro de Ammán. Los oradores tacharon a Zarqaui y a otras figuras terroristas islámicas, incluidos los fugitivos Osama bin Laden y Aiman al Zauahiri, de «traidores y falsos creyentes», y pidieron su detención y castigo. Las manifestaciones, organizadas por los sindicatos, atrajeron a parte de la población más pobre de Ammán. Fue un mensaje claro: el islamismo y el baazismo tal vez tengan apoyos entre las elites jordanas, pero el pueblo los rechaza. Hasta hace poco, se suponía que Palestina era la causa que justificaba cualquier crimen abominable. Ahora se usa a Irak con el mismo fin. Pero hay algo claro: al jordano de a pie no le parece bien que se mate a personas inocentes en nombre de ninguna causa. Es hora de que los dirigentes jordanos capten el mensaje de su pueblo y se unan a los nuevos líderes elegidos de Irak en la lucha contra el enemigo común, los terroristas.