Objetivo: José Luis Rodríguez Zapatero

Empieza a ser preocupante el ensañamiento de la derecha española con el presidente del Gobierno. No tanto lo es el que mantiene el PP con el PSOE. Da igual qué tipo de problema se plantee y si el ámbito de afección es público o privado; al final siempre encuentran un resquicio por el que las críticas y descalificaciones desembocan en Zapatero. La obstinación recuerda a aquella de mediados de los 90 cuando Aznar puso de moda la famosa frase «Váyase señor González».

Ni los tiempos ni las circunstancias son iguales, pero la estrategia de los populares sí lo es porque, habiéndoles salido bien en aquella ocasión, creen que en ésta van a obtener un éxito equiparable. Lo cierto es que la evolución social y política desde que Zapatero gobierna permite hacer un balance positivo a su favor, aunque sus detractores carguen a sus espaldas todo el mal que nos aqueja.

La legislatura inició su andadura en un tiempo marcado por una crisis mundial que se expresó en España con cierto retraso, a la que el presidente, con su optimismo, llamó recesión. El PP cargó las tintas en ello forzando a que dijera la palabra «crisis», porque de ese modo se hacía más responsable (culpable) de haber colaborado en su provocación. Utilizaron el tremendismo, negándose a aceptar que la crisis (o recesión) acontecía por causas ajenas a España, y negándose a admitir que las consecuencias iban a afectar a nuestro país de modo diferente, porque nuestra economía se había mantenido próspera con la estrategia del ladrillo y la burbuja inmobiliaria. Lo siguiente fue proclamar que Zapatero permanecía impasible, echando tierra sobre las innumerables medidas tomadas y aprobadas por el Parlamento tras debates en los que el PSOE ponía la voluntad para resolver los problemas reales, y Rajoy y el PP ponían el empeño en acrecentar el alcance de la crisis para generar en los ciudadanos la atmósfera y el inconformismo más adversos posibles contra Zapatero.

Esta estrategia de los populares se desvirtúa en dos hechos importantes. Jamás presentaron propuestas reales. Cabe la posibilidad de que ninguna medida les satisficiera, lo cual les debía haber llevado a presentar programas y propuestas alternativas. No lo han hecho. Y cabe la posibilidad de que alguna de las medidas les valiera, lo que debería haberles llevado a admitir la idoneidad, dando lugar a consensos que, ahora mismo, tan de moda están en el debate político. El segundo hecho es que actualmente ya se habla de forma generalizada de la aparición de brotes verdes que anuncian el comienzo del final de la crisis (o recesión). Si aceptamos la tesis primera del PP por la que censura que el Gobierno no ha hecho nada para resolver la crisis habrá que convenir que ésta no era tan grave, y quizá tenía razón Zapatero cuando la llamaba recesión. O admitir que las medidas adoptadas no han resultado tan desacertadas como denunció el PP que eran. Y habrá que aceptar que la raíz de la crisis y su ámbito trascendieron siempre a los Estados e incluso a la política en general.

¿Dónde desembocaremos tras esta crisis? No lo vamos a hacer en el lugar en que le gustaría a la derecha. La crisis comienza a mostrarse a la vez que disminuyen los índices de crecimiento de la economía, pero tiene su consecuencia más dramática en el crecimiento del desempleo, el repunte de la pobreza, el riesgo de exclusión de los más vulnerables y la tensión social derivada de una percepción nociva y errónea de hechos como la inmigración o la seguridad ciudadana. La derecha siempre ha sacado provecho de estas tensiones. Si en esta ocasión hubiera dispuesto del instrumento que es el Gobierno, o la mayoría parlamentaria, también lo hubiera hecho flexibilizando la legislación laboral, privando de derechos a los más débiles, culpabilizando a los excluidos de su propia exclusión, impermeabilizando las fronteras, o atemorizando a los ciudadanos para que les den el OK a medidas que ampararán a los más ricos ante la amenaza de los parias de la Tierra. Zapatero se ha preocupado de repetir que la crisis (o recesión) se tenía que resolver sin que se produjera ninguna merma de derechos ni dignidades a los más desfavorecidos. Y lo ha cumplido. Ése es su gran valor como dirigente y como político. Es también lo que ha ensañado a esta derecha española mucho más aficionada al sable que impone que a la palabra que convence, mucho más proclive a la caridad privada (optativa) que a la solidaridad pública (obligatoria).

En su intervención de investidura, Zapatero expresó su idea de España utilizando un término al que nos tiene poco acostumbrados el argot político: «Un país próspero y a la vez decente». La derecha española no digiere la contundente reflexión de Zapatero en aquel debate: «Es sabido que ante coyunturas económicas adversas existen dos caminos: uno busca la salida en los recortes sociales, otro en la solidaridad. Creo resueltamente en el segundo camino, el de la solidaridad. No, señorías, no habrá recortes en derechos sociales». Por eso la derecha ha abierto la veda contra Zapatero.

Josu Montalbán, diputado del PSE-PSOE.