Objetivo: proteger a los ciudadanos

Estamos ante una amenaza. Una amenaza permanente porque la epidemia de coronavirus no es la primera y no será la última. Los riesgo pandémicos y epidémicos están aumentando. España está actuando eficazmente porque las medidas que se han ido tomando siguen las fases que los expertos nacionales e internacionales diseñaron para cada situación. Sabemos actuar para contener esta amenaza, pero debemos aprender y prepararnos aún mejor.

Aunque no se consiga contener del todo la epidemia y estemos en el momento de mayor transmisibilidad del virus es necesario comprender que las medidas tomadas en nuestro país hasta el momento están siendo efectivas para retrasar y mitigar la epidemia. Como resultado habrá menos transmisión comunitaria, reducirá de forma importante el pico de nuevos casos y, por lo tanto, reducirá las muertes que el coronavirus provoque.

La contención además nos permite ganar tiempo. Un tiempo imprescindible para conocer mejor el nuevo virus, descubrir su comportamiento y su estructura, preparar un tratamiento y elaborar la vacuna que reduzca su peligrosidad. Un tiempo que Italia no ha tenido y que España debe aprovechar.

Objetivo: proteger a los ciudadanosDebemos tener muy en cuenta que en las últimas tres décadas ha habido numerosas epidemias. La amenaza es permanente, no ocasional. Pensar que es ocasional nos hace ocultar que la amenaza es permanente y también nos lleva a pensar que cuando la epidemia pase podremos olvidar y pasar a otra cosa. Ahí está el gran error del pasado.

A partir de ahora no deberemos concebir estas epidemias como episodios independientes de diferentes infecciones. Son virus diferentes, pero todos nos «dicen» lo mismo. El 80% son zoonosis y pegan el salto de animales a humanos con facilidad.

Si concebimos lo que nos pasa como una amenaza permanente necesitamos un sistema de defensa y ataque permanente. Aún no lo tenemos del todo. En el ámbito internacional los países más poderosos del mundo han sido reacios históricamente a fortalecer a la OMS para que tenga un papel aún más fuerte. Esto deberá cambiar a partir de ahora. Por ejemplo, los expertos llevan años pidiendo el establecimiento de un centro de emergencia internacional para aumentar la capacidad de la OMS para activar y coordinar intervenciones rápidas al primer signo de un brote. España podría liderar esa iniciativa internacional.

En el ámbito nacional los países deberán invertir y prepararse más entre epidemias, no cuando ya las tenemos encima. Según el economista en Harvard, Larry Summers, fortalecer los procesos esenciales de salud pública para parar epidemias «son La inversión más productiva para la humanidad». Ha tenido que surgir el coronavirus para abrirnos los ojos. La vulnerabilidad económica mundial se ha hecho patente. ¿Para qué sirven los sesudos análisis de FMI y Banco Mundial si no se incluyen estos riesgos en sus proyecciones?

El coronavirus también ha hecho visible la vulnerabilidad de los sistemas de salud. España debe invertir más en su sistema público, pero tiene la suerte de disponer de un sistema público con cobertura universal y unos recursos humanos de primer nivel. Dos características que no evitarán la tensión que van a soportar algunos hospitales durante unas semanas. Pero poco a poco se estabilizará y en España los ciudadanos tendrán acceso a los tratamientos y vacunas cuando surjan.

En otros países no será así ya que no reúnen esas características de cobertura y acceso para todos a las pruebas, a los cuidados y tratamientos. Es bueno recordar que estos brotes surgen en general en países emergentes o de bajos ingresos y nuestra tarea no es solo protegernos cuando surgen sino apoyar para que estén también preparados todos esos países.

A nivel mundial este escenario es un déjà vu. Tenemos ejemplos notables. Según el Banco Mundial el brote de Ébola no se hubiera convertido en una crisis global si se hubiera invertido un 3% en salud pública en tres países de África del oeste. Esa necesidad en esos tres países había sido identificada seis años antes durante la respuesta a la gripe aviar. Ni los gobiernos, ni bancos internacionales ni las ONGs internacionales lo hicieron y surgió el Ébola. Se perdieron millones en ese brote. El retorno a la inversión hubiera sido enorme.

La declaración de pandemia por la OMS el pasado jueves no cambia nada en nuestro contexto. La declaración de pandemia fue más bien un aviso a navegantes, para que los países más pobres y en los hemisferios sur se vayan preparando para contener también esta epidemia.

Es necesario seguir implementando las medidas de contención y de mitigación de la epidemia que están liderando el Gobierno y las CCAA. Es evidente que esas intervenciones requieren apoyo institucional. En una crisis tan compleja como esta se protegerá mejor a los ciudadanos si el esfuerzo es unificador y despolitizado.

Se debe seguir comunicando el riesgo de forma transparente con el fin de asegurar el apoyo de los ciudadanos en esta crisis. Precisamente los ciudadanos son también parte de la solución. Estas epidemias no se controlan únicamente por las autoridades. Los ciudadanos y la sociedad civil tienen un papel fundamental. Los comportamientos sociales influyen en la transmisión y pueden ayudar o agravar la trayectoria de una epidemia. Por ejemplo, cuando una persona se aísla voluntariamente porque ha notado síntomas de esta enfermedad no solo está protegiéndose a sí mismo y su familia, sino que está ayudando a controlar la epidemia en su conjunto. En ese sentido son también agentes de salud.

Es oportuno recordar hoy que, en China, Hong Kong y Singapur las medidas de contención y freno de la epidemia están funcionando y que ya están deshaciendo los hospitales de campaña que necesitaron al principio y ahora pueden volver a concentrase en la economía. En China venían aprendidos. Incluso cerraron Pekín (22 millones) en la epidemia del SARS en 2003 –otro coronavirus– y confirmaron que esas medidas funcionan. El virus desapareció en unos meses. Es cierto que esto se ha hecho en China en una cultura más autoritaria que la nuestra.

En nuestro contexto europeo es difícil concebir el cierre de una ciudad. Esto implica que en una sociedad más abierta como la nuestra la actitud responsable de los ciudadanos y sociedad civil se hace aún más importante. España sigue las pautas diseñadas por las OMS y los países después de las epidemias anteriores más recientes. Fueron la gripe aviar, SARS, MERS, Ébola, y H1N1.

Parte de esas acciones pertenecen al ámbito internacional y parte son nacionales. Estas últimas deben decidirse en función de la situación de cada país. De acuerdo con la Regulación Internacional en Salud (200 países firmaron este acuerdo legal en 2005) los países están obligados a prevenir, detectar y responder con transparencia a emergencias de salud y brotes con potencial epidémico. Se aprendió mucho de esas epidemias. Sin embargo, posteriormente no se invirtió todo lo necesario en salud pública. Políticamente es siempre más rentable abrir un hospital que invertir en algo invisible como la prevención. La inversión en políticas de prevención no da réditos políticos, pero permitirá contrarrestar los futuros coronavirus.

Es conocido en epidemiologia que existen dos fases en un país cuando surge una epidemia; una fase inicial de pánico y otra de olvido cuando finaliza la epidemia. Ahora estamos en la primera fase, veremos qué hacemos cuando llegue la segunda fase. ¿En qué invertiremos?

Rafael Bengoa es doctor del Instituto de Salud y Estrategia y ex director de Sistemas de Salud de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

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