Occidentales combatiendo en Siria. ¿Y después?

Que un extranjero participe en una guerra ajena no es un hecho en absoluto novedoso en la larga historia de conflictos de la Humanidad. Las legiones auxiliares de los romanos, los mercenarios de la Edad Media, las tropas de naciones aliadas en las guerras modernas o la participación de voluntarios en las brigadas internacionales de la Guerra Civil española o de islamistas en Afganistán y Chechenia son algunos ejemplos. Motivaciones como el dinero, el poder, el dominio territorial, la defensa de la libertad, los ideales, la religión,… han sido habituales a lo largo de siglos y muchos de ellos están presentes hoy en día en el conflicto que está desangrando a Siria.

Pero si actualmente hay en Occidente una preocupación, más allá de la guerra en Siria y su propagación a las naciones vecinas, ésta es, o son, los combatientes extranjeros que luchan en ella, tanto los islamistas radicales bregados en diferentes guerras como, sobre todo, los occidentales que se están sumando a las filas que intentan derrocar al régimen del presidente Bashar Al Assad. Entre los primeros, avivando la violencia sectaria que enfrenta al mundo musulmán, encontramos a miembros de Hezbolah, chiíes afganos, iraquíes e iraníes apoyando al bando de Assad. También, entre las fuerzas opositoras, yihadistas suníes, excombatientes afganos, chechenos, bosnios, saudíes, tunecinos, libios, egipcios o mercenarios pagados por las monarquías del Golfo o Pakistán. Respecto a los segundos… Miembros de diversas agencias europeas de inteligencia se han reunido recientemente con una delegación siria de alto nivel para compartir información sobre los occidentales que combaten en Siria, la mayoría de ellos yihadistas reconocidos. Sus actividades preocupan tanto a los gobiernos europeos como al estadounidense por la amenaza que pueden suponer si, en algún momento, deciden regresar a sus países de origen y actuar como terroristas.

El pasado diciembre el ministro de Exteriores británico, William Hague, advirtió que los extremistas que luchan contra el gobierno sirio suponen una amenaza para toda Europa mientras que, para el presidente francés François Hollande, este es un fenómeno “inquietante”. Según diversas fuentes podrían ser entre 6.000 y 11.000 los combatientes con pasaportes extranjeros, una cantidad muy superior a la que acudió a participar en conflictos como Iraq o Afganistán. Un vuelo barato a Turquía, una frontera porosa y una efectiva red de transporte y campos de entrenamiento están facilitando el flujo de combatientes en busca de su martirio en la lucha contra el tirano Assad. Estados Unidos cree que hay “docenas” de sus ciudadanos en Siria; Londres estima que entre 200 y 400 británicos; París unos 700 franceses o residentes; Alemania más de 220; Bélgica entre 150 y 200; Holanda entre 100 y 200; Dinamarca al menos 80; Italia cerca de 80; Noruega unos 40; Turquía más de 500; Australia cerca de 200... y España… tampoco es ajena a este fenómeno con unos 40 nacionales combatiendo en Siria. Desde 2011, cuando comenzó la guerra civil en este país, son además usuales las operaciones de la Policía y la Guardia Civil contra presuntos militantes islamistas y redes de captación en nuestro territorio.

En las filas de las fuerzas opositoras, o dentro de organizaciones yihadistas vinculadas a Al Qaeda, como ISIS (Islamic State in Iraq and Syria), varios cientos de occidentales han caído ya en combate, la mayoría de ellos jóvenes sin experiencia previa. El primer europeo, según el semanario alemán Der Spiegel, fue “un francés que acababa de cumplir 24 años y provenía de una familia acomodada”. Un converso estadounidense murió poco después mientras efectuaba una patrulla de reconocimiento junto a dos británicos.

El director del F.B.I., James B. Comey, ha asegurado recientemente que el seguimiento de los estadounidenses que han regresado de Siria se ha convertido en una de las prioridades principales del contraterrorismo. Para Matthew Olsen, el director del Centro Nacional de Contraterrorismo de EE.UU., Siria se ha convertido en el principal campo de batalla yihadista en el mundo y supone una gran amenaza por los individuos que viajan hasta allí, al ser cada vez más radicalizados y ya que pueden obtener formación y experiencia para, a continuación, regresar como parte de un movimiento yihadista mundial a Europa y, potencialmente, a los Estados Unidos.

En Europa, donde hay un mayor número de ciudadanos combatiendo en Siria, los responsables de seguridad e inteligencia comparten la misma preocupación y están trabajando en estrecha colaboración con las autoridades estadounidenses para coordinar las medidas para detener el flujo y realizar un seguimiento aquellos que vuelven a sus hogares. Gilles de Kerchove, Coordinador Antiterrorista de la Unión Europea, ha advertido que “los primeros repatriados han regresado y que los viajes de otros voluntarios continúan”. El director de EUROPOL, Rob Wainright, ha afirmado en su informe de 2013 que los combatientes retornan y que podrían incitar a otros voluntarios a unirse a la lucha armada, así como utilizar sus conocimientos, experiencia de combate y contactos para llevar a cabo actividades terroristas en el seno de la UE.

Que Al Qaeda y sus organizaciones afines quieran obtener “activos” en EE.UU. o en Europa ha sido un tema persistente en los últimos años. Que éstos puedan obtenerlos en una cantidad considerable dentro de las fronteras occidentales y formarlos combatiendo en una “yihad” fuera de ellas es otra de las novedades de una guerra, la siria, que desgraciadamente no dejará de sorprendernos cuanto más tiempo pase y menos soluciones puedan encontrarse para poner un fin lógico y definitivo. La pregunta es: si el conflicto termina ¿dónde irán y qué harán los occidentales que combatieron en Siria?

David Corral Hernández, periodista de TVE

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