Oda a un escritor

La fantasía es muy peligrosa. Los juegos de azar, por ejemplo, se sustentan en este grado superior de la imaginación. Es también ella la que da especial carácter a la sed de venganza. Naturalmente, el sentido que se le da a la justicia juega un papel predominante en estos casos, pues la sensación que provoca su violación difiere según el canon moral establecido. Tradicionalmente, ésta nos viene relatada por los novelistas de cada época, y aquí alcanzo el punto al que quería llegar: la naturaleza de los escritores.

Las transgresiones morales que subyacen bajo la cúpula de la literatura y el periodismo de nuestros días pasan en la mayoría de los casos desapercibidas. Saber leer entre líneas es una facultad exquisita y distinguidísima que sólo poseen personas muy instruidas, dotadas, además, de una aguda picardía innata. Aquel escritor que escribe con suspicacia es perfectamente consciente de que será incomprendido por la inmensa mayoría de sus lectores; apenas comprenderán sus sutiles mensajes un reducido grupo de personas que puede, en ocasiones, limitarse a uno, el aludido.

Imagino a un escritor con sus ojos del color del tabaco español, mirando de un modo inquisitivo, profundo, acaso impertinente por la excesiva insistencia, escrutando cuanto le rodea. Hay determinadas miradas y sonrisas que animan al torneo de palabras. ¡Qué excelso martirio es verse envuelto en estas encarnizadas luchas de letras! Si la batalla decae, un buen escritor que de ello se jactase debería recomenzarla más cruenta que nunca, haciendo alarde de su talento con una brillante ironía, con sutileza, con dignísima originalidad.

Dentro de las transgresiones que provoca la fantasía, la moralidad amorosa se alza en una de las más tiránicas. Los autores de novelas y poesías de todos los tiempos han separado los amores frívolos y los idealizados. En este capítulo del amor, las venganzas ocupan un lugar destacado. Los escritores, en una buscada inexactitud, trataban a veces al amante descubierto como un hombre muerto, aunque siguiera vivo en este mundo. Escritores que lograron alcanzar el más elevado registro de la lírica dieron en sus textos un lugar privilegiado a la pasión devoradora, tratándola como «amor divino» en una imagen transfigurada.

La fantasía marca las pasiones que caracterizan cada etapa histórica. La necesidad de satisfacerla puede llevar a situaciones de violencia. No hay que olvidar el alto grado de agresividad que puede adoptar la debilidad cuando pierde el control. Hay mucho de hipocresía en los juicios que leemos diariamente emitidos por especialistas, periodistas o simples personas que teclean palabras encadenadas. A veces, son afortunados los críticos cortos de vista que acusan a personalidades relevantes de inmoralidad, tema fácil de sermoneo para gentes mediocres y con gustos de fariseos.

Está permitido el humor algunas veces, como al sabio le está permitido hacer una tontería de vez en cuando, demostrando así a los tontos que podría ser igual que ellos, –dijo un escritor francés, al que ya se me ha prohibido citar por insistente–. Sin fantasía no hay quintaesencia. En su riqueza está el variado plumaje que agita nuestras alas para emprender el vuelo. Algunos escritores tienen la virtud de despertarla. He dicho algunos, pocos en realidad. Otros, en cambio, muy lejos de despegar, se han pasado la vida pegados al más raso suelo, envolviendo con humor el hecho de no estar en posesión de la llave que abre la cámara espiritual.

Clara Zamora Meca, profesora de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla.

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