Oferta de apoyo o petición de auxilio

La severa derrota que el PNV sufrió en las pasadas elecciones generales, cifrada en una pérdida de más del 25% de sus votos en relación con los obtenidos en el 2004, quedó en parte compensada por el mantenimiento de un grupo parlamentario en el Congreso que, con sus seis diputados, puede resultarle si no imprescindible sí, al menos, muy útil al presidente Zapatero a lo largo de la legislatura que ahora comienza. Por ello, el partido jeltzale, en un intento de transformar su debilidad en fortaleza, ha comenzado a centrarse, tras el varapalo electoral, en seducir al futuro presidente del Gobierno con el fin de que acepte su oferta de apoyo a cambio de un acuerdo sobre el autogobierno vasco que pueda ser presentado en Euskadi como un nuevo logro histórico del nacionalismo.
Anteayer mismo, en el Día de la Patria vasca, los discursos tanto de Iñigo Urkullu, presidente de la ejecutiva del partido, como del lendakari del Gobierno vasco, Juan José Ibarretxe, estuvieron dedicados, casi en exclusiva, a esta cuestión.

A nadie se le oculta, sin embargo, que lo que el PNV presenta como una oferta de apoyo no es en realidad más que una petición, bastante desesperada por cierto, de auxilio. En efecto, está todavía por ver que el presidente Zapatero cuente para la estabilidad de su Gobierno con la ayuda que pueda prestarle el PNV. Pero, sean cuales fueren los cálculos de Zapatero lo que está, por el contrario, fuera de toda duda es que el PNV necesita, como agua de mayo, el acuerdo que pueda alcanzar con el presidente para salir del embrollo en que el lendakari lo ha metido con la hoja de ruta que presentó, de manera tan solemne como imprudente, el 28 de septiembre del pasado año en el Parlamento vasco.

La incomodidad que esa hoja de ruta crea en el PNV pudo constatarse en los citados discursos del Aberri Eguna. Nadie, ni siquiera el lendakari, se atrevió a mencionarla. Quedó difuminada en vagas expresiones como el logro de un "acuerdo singular que suponga un paso de gigante en el autogobierno" o la búsqueda de "una formulación democrática de la capacidad de decidir de los vascos". Nada sobre las fechas que el lendakari fijó para su ejecución. Ni la del 27 de junio, en la que la famosa consulta habría de ser habilitada por el Parlamento vasco, ni, mucho menos, la del 25 de octubre, en la que la misma tendría que celebrarse. En este sentido, los discursos del Aberri Eguna constituyeron un ejercicio de equilibrismo en cuya ejecución el PNV se ha demostrado consumado maestro.

Y es que mientras el PNV no resuelva el problema que tiene planteado en su seno no podrá hacer otra cosa que equilibrios. Cualquier decisión que su dirección tome en un sentido o en otro --reconducción de su estrategia o huida hacia adelante-- amenaza con crearle una enorme crisis interna. Ha quedado así demostrado que el consenso que se alcanzó tras la sorprendente retirada de Josu Jon Imaz, tanto en lo que se refiere a su sucesión como a la ponencia política que se redactó, no fue fruto de una auténtica síntesis, sino mera yuxtaposición de opiniones e intereses encontrados. A día de hoy, las discrepancias que explicaron aquella retirada se mantienen con la misma intensidad de entonces.

Los resultados electorales las han hecho ahora aflorar a la vista de todos. Ni siquiera la causa de la derrota es compartida por todos los miembros de la ejecutiva. Así, mientras para Urkullu habría que buscarla en los votos que, ahuyentados por la "excesiva ideologización" del partido, se habrían refugiado en el PSE, Ibarretxe y Egibar la interpretan como el signo más fehaciente de la vacilante actitud que habría mantenido el partido a la hora de defender la hoja de ruta del lendakari. Y así, al discrepar sobre la causa, las dos facciones --pues de facciones cabe ya hablar con toda propiedad-- discrepan también sobre las soluciones. A la reorientación hacia el pragmatismo y la moderación que Urkullu propugna oponen Egibar e Ibarretxe la insistencia en la ideologización soberanista. Por otra parte, y para hacer aún más aguda la contradicción, es precisamente esa ideologización, recogida en la hoja de ruta del lendakari, la que da cohesión al Gobierno tripartito que este preside.

Se explica así que la oferta de apoyo que el PNV pretende estar haciendo a Zapatero sea interpretada por todos los demás como una auténtica petición de auxilio. El PNV o, mejor, la corriente aglutinada en torno a su presidente necesita a toda costa un acuerdo con Zapatero que desactive, por su envergadura política, la hoja de ruta del lendakari y le permita dar el giro que desea hacia posiciones más realistas y templadas. Resulta, sin embargo, muy difícil de imaginar que el futuro presidente del Gobierno pueda responder a esta desesperada petición con algo más que una reforma estatutaria que, por audaz que fuese, debería atenerse a los términos constitucionales. Es, por ello, de temer que la responsabilidad que el PNV trata de endosar a Zapatero vuelva a recaer sobre aquel, obligándolo a resolver por su cuenta las contradicciones que desde hace demasiado tiempo cohabitan en su seno y que han aflorado con toda su crudeza en las últimas elecciones.

José Luis Zubizarreta, escritor.