Ojos que no ven, corazón que sí siente

En St Bride's Church de Londres dos velas permanentemente encendidas mantienen vivo el recuerdo de John Cantlie y Austin Tice. Esta capilla situada en Fleet Street, la simbólica ubicación de los grandes periódicos británicos durante décadas, sigue acogiendo vigilias para rezar por la libertad de los dos periodistas secuestrados en Siria en 2012. «Un rehén es un hombre que se aferra al límite del horror y que siente cómo poco a poco ya no puede más», escribió en su estremecedor libro An evil cradling Brian Keenan, secuestrado en el Líbano entre 1986 y 1990. John McCarthy, periodista británico y rehén durante más de cinco años, varios de ellos literalmente encadenado a Keenan, fue liberado en agosto de 1991. Justo ahora se cumplen 30 años y todavía permanece en la memoria la campaña por su libertad con aquel célebre slogan: Out of sight, not out of mind (Ojos que no ven, corazón que sí siente). Su vívido recuerdo aún hoy demuestra la eficacia de un impactante mensaje difundido sin las redes sociales entonces inexistentes. «Un secuestro es una soledad mortificante. Hay un silencio que te desgarra desde las entrañas hasta la desesperación», relató Keenan. Hoy el británico John Cantlie y el estadounidense Austin Tice sufren esa soledad mortificante, ese desgarrador silencio. Las brutales decapitaciones de rehenes en Irak y Siria se han difundido al mundo con la inmediatez de internet, trayendo a las portadas esa inhumana escenificación del terror. Cuando terroristas del Estado Islámico asesinaron a Alan Henning en 2014, The Independent evitó la tentación. Sobre una primera página fundida en negro, el siguiente texto: «Un hombre bueno y compasivo ha sido asesinado a sangre fría. Nuestros pensamientos están con su familia. Fue asesinado delante de una cámara con el único propósito de obtener propaganda. Esta es la noticia, no la propaganda». La prolongada agonía de Austin Tice y John Cantlie ya no es noticia desde que éste último dejó de ser exhibido obscenamente por sus torturadores en vídeos propagandísticos.

La extracción del rehén, el engaño a los captores, la negociación secreta o abierta y la vía diplomática son algunas de las complejas opciones ante secuestros terroristas. Tampoco es fácil la cobertura periodística de una táctica con la que el terrorista explota el miedo y la desesperación de víctimas y familiares, forzando a sus gobiernos a enfrentarse a dilemas éticos y políticos. La publicación de la aterradora fotografía del cadáver de Michel Seurat, secuestrado en el Líbano en 1985 y asesinado un año después, trasladó con contundencia el mensaje que hoy se transmite a través de Internet. Así ocurrió tras la decapitación del periodista James Foley en 2014. Como reconoció Jacques Attali, asesor del presidente Mitterand durante los secuestros en el Líbano: «Nos demostró nuestra total impotencia y lo inútil que el poder de una nación puede llegar a ser». Tras el secuestro del avión de la compañía estadounidense TWA en 1985 que culminó con la liberación de los rehenes, aceptando Israel la excarcelación de 400 presos palestinos y libaneses, el periodista Peter Jennings, de ABC News, señaló: «Como ciudadano y como periodista me gustaría que en algún momento el presidente dijera: 'Sí, me preocupan las vidas de 39 americanos, pero soy responsable de la vida de 239 millones de americanos'». A través del secuestro, el terrorista manipula el sufrimiento de seres humanos desvalidos presionando directamente a poderosos gobiernos. Antes de ser asesinado por terroristas del EI en 2004, el británico Kenneth Bigley increpaba a su primer ministro en un vídeo: «No ha hecho nada por ayudar».

Como relató el periodista Terry Anderson tras permanecer seis años retenido en Beirut, para el torturador el secuestrado es hombre y mercancía: hombre que padece y siente, pero también alguien a quien se maltrata como no se haría con un animal. Un día John McCarthy, inmovilizado por una cadena y devastado por el interminable suplicio en aquella tenebrosa celda, sintió un enorme desgarro. Uno de sus torturadores, al que apenas vislumbraba bajo la venda que tapaba sus ojos, le presentó a su bebé. El hombre que mostró orgulloso a ese inocente niño era el mismo que derrochaba violencia con aquel extranjero. «Todo extranjero es el enemigo», sentenció Primo Levi, anticipando el odio que hoy padecen John Cantlie y Austin Tice en algún agujero inmundo de Siria. Javier Espinosa, periodista de EL MUNDO secuestrado en Siria en 2013, al relatar su humillante cautiverio, recordaba el odio de sus captores a los occidentales, deshumanizados en su fanatismo como «cristianos».

Brian Keenan rememora cómo el inhumano trato recibido sume al rehén en el más absoluto desamparo empujándole al borde de la locura. Como consecuencia de tan feroz maltrato acaba sintiéndose como un animal para quien el mundo, la vida, no merece la pena. La humanidad propia se extingue y solo prende tímidamente con la tenue esperanza de poder sentir y compartir la humanidad del otro. De ahí el oxígeno que para el rehén suponen las campañas por su liberación si llegan a alcanzar el abismo de oscuridad permanente en el que malvive.

Una página entera del Washington Post mostraba hace unos días el rostro sonriente de Austin Tice con motivo de su 40 cumpleaños, el 11 de agosto. El diario exigía su libertad recordando que cuando fue secuestrado, Obama todavía era presidente. No es sencillo mantener el foco mediático en su calvario y el de Cantlie. Las noticias inundan las redacciones y envejecen velozmente. El umbral del sufrimiento se redimensiona con la incesante sucesión de tragedias. Los años transcurren lentamente sin noticias de estos dos periodistas sometidos a una salvaje tortura, imponiendo un cruel olvido contra el que solo sus familiares y muy pocos más se rebelan. Reporteros Sin Fronteras (RSF) recuerda: «Sin periodistas, el mundo no conocería el drama humano sirio. Sin periodistas, tenemos los ojos tapados con una venda».

Rogelio Alonso es catedrático de Ciencia Política y Director del Máster en Análisis y Prevención del Terrorismo de la URJC.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *