Ómicron y Armagedón

Dos años después de la aparición del Covid-19, nos adentramos en una oleada de contagios sin parangón con las anteriores. A pesar de los gigantescos avances científicos que han conseguido vacunas de gran eficacia y tratamientos prometedores, la experiencia no ha servido de aprendizaje para mejorar las políticas y los bandazos en la gestión han jugado un papel importante en el fracaso del control de la pandemia. Una crisis es, por definición, inesperada y requiere de soluciones difíciles a problemas nuevos. Por tanto, la indecisión podría entenderse al principio de la pandemia, pero con el paso del tiempo se vuelve injustificable. Como dijo Tim Geithner (secretario del Tesoro de Estados Unidos) sobre las crisis financieras: «Un plan siempre gana a un no-plan». Seguimos sin conocer el plan.

Gran parte del problema radica en que toda la atención sigue centrada en predicciones sin fundamento sobre cuándo terminará la pandemia. Es constante el aluvión de noticias en los medios y redes sociales sobre el inminente fin del covid. Es tal la necesidad de creer que el fin está cerca que supuestos expertos que llevan meses haciendo predicciones que se han demostrado equivocadas una y otra vez siguen teniendo un impacto enorme cuando hacen nuevas predicciones optimistas. Está claro que la incertidumbre, las restricciones, el sufrimiento y el miedo están haciendo mella. Por tanto, es comprensible que la gente necesite creer que el fin está cerca. Pero creer en una mentira, que más temprano que tarde se desvelará falsa, no va a crear más que mayor desesperación en quienes lo aceptan a pies juntillas. Aún peor, llevará a implementar las políticas equivocadas.

Ómicron y ArmagedónLa aparición de la variante ómicron en concreto no era posible de predecir, puesto que las mutaciones ocurren al azar y esta variante acumula muchas. Pero sabemos que cuanto más se expande el virus mayor es la probabilidad de errores en la replicación (mutaciones), luego la aparición de nuevas variantes sí era previsible. La selección natural favorece aquellas mutaciones que permiten al virus reproducirse con mayor facilidad, luego también era predecible que una variante con cierto nivel de resistencia a las vacunas tendría una enorme ventaja en poblaciones donde la vacunación ya había alcanzado cierto recorrido, desplazaría a las anteriores y se extendería como la pólvora. Todo esto se sabía, pero ningún Gobierno se preparó, pues era mucho más fácil pensar que las vacunas serían la solución definitiva.

Se repite hasta la saciedad el mantra de que un virus tiende a evolucionar hacia versiones más benévolas y que este ha sido el caso de la variante ómicron. El razonamiento es que cuando aparece una variante menos agresiva los infectados tienen la oportunidad de contagiar a más personas porque no enferman de gravedad. Este es el caso de virus que provocan síntomas graves inmediatamente después del contagio o una muerte temprana, pero no necesariamente del covid. La razón es que la mayoría de las personas contagiadas son asintomáticas o tienen síntomas muy leves y, aún en los casos en los que acaban desarrollando síntomas graves, son contagiosas durante días antes de la aparición de síntomas. Aquellas que fallecen lo suelen hacer semanas después de ser contagiadas, luego un virus de estas características no obtendría una ventaja selectiva al evolucionar hacia formas más leves, porque las oportunidades de contagiar antes de que las personas enfermen o fallezcan son enormes.

Entonces ¿qué hay de cierto en el argumento de que ómicron es el principio del fin, porque mucha gente se contagiará pero sólo desarrollarán síntomas leves de forma que la población adquirirá un alto grado de inmunidad sin mayores consecuencias? La evidencia apunta a que las personas infectadas con ómicron tienen muchas menos probabilidades de requerir ser hospitalizadas y, cuando lo son, pasan menos tiempo en el hospital. Pero esto se debe sólo en parte a las características de ómicron que permiten al virus reproducirse con más facilidad en las zonas altas del sistema respiratorio, pero parece tener más dificultad en invadir los pulmones. Su aparente benignidad se debe en mucha mayor medida a que la mayoría de las personas contagiadas hasta la fecha están vacunadas y son jóvenes.

El verdadero problema es que ómicron es más resistente a las vacunas que las variantes anteriores y por ello se ha hecho necesario dar una tercera dosis mucho antes de lo que se preveía. Pero incluso con esta tercera dosis la eficacia de las vacunas ha disminuido desde los niveles altísimos que se alcanzaron con las variantes anteriores (por encima del 90% con dos dosis para las vacunas más utilizadas) a niveles del 60-70% después de la tercera dosis de refuerzo con ómicron. Hay noticias peores: este refuerzo dura poco, pues diez semanas después de la tercera dosis el nivel de eficacia baja al 35-45%. La conclusión es que las dosis de refuerzo se tendrán que dar con mayor frecuencia de lo previsto y pocos sistemas de salud están preparados para ello. El riesgo es que, con una tasa de contagios disparada, aparezca otra variante aún más resistente a las vacunas. Sería imperdonable que los gobiernos no estuviesen preparados para esta eventualidad, por incierta que sea.

Hasta la fecha ómicron ha infectado con mayor frecuencia a los jóvenes, puesto que suelen tener más interacciones sociales. Dado que el covid tiene un impacto bajo en los jóvenes, ello ha dado lugar a que cifras astronómicas de infectados se traduzcan en una tasa baja de hospitalización y fallecimientos. En la mayoría de los casos de personas no vacunadas. De estos datos se ha concluido que no-pasa-nada. Pero podría tratarse de un espejismo. Es muy probable que las celebraciones durante las fiestas Navideñas hayan multiplicado los contagios y las interacciones familiares hayan dado lugar al contagio de personas mayores. En Londres, donde ómicron ha empezado a causar estragos antes, las personas mayores de 60 años han comenzado a experimentar más contagios en las últimas semanas y están requiriendo hospitalización con mayor frecuencia. Por tanto, lo más probable es que ómicron muestre su cara más cruel durante los próximos dos meses. La esperanza es que una ola de contagios tan rápida también dé lugar a un descenso rápido en los siguientes 4-6 meses.

La subida en picado del número de contagios hasta alcanzar cifras nunca vistas en olas anteriores ha dado lugar a una dinámica diferente pero también dañina. El número de personas enfermas ha llevado a una oleada de bajas que limita seriamente la capacidad real de los hospitales, desborda la atención primaria y supone un riesgo para la continuación de la actividad de muchas empresas.

Es fundamental dejarse de supercherías y aceptar que el Covid-19 permanecerá como una enfermedad endémica. Como hemos visto, las vacunas son importantes pero no suficientes. Por tanto, se deben de complementar con un rango de intervenciones no-farmaceúticas que han demostrado su eficacia en la prevención de la transmisión. Un panorama de nuevas oleadas y nuevas variantes requiere un plan de emergencia claro, apoyado en legislación. Dicho plan debe definir, de acuerdo a distintos umbrales, cuáles son las medidas comportamentales más adecuadas (mascarilla, distancia social, teletrabajo y tests); las prioridades en lo referente a las actividades económicas que se deben cerrar primero porque son la fuente de muchos contagios y su impacto económico es bajo; y finalmente las medidas de apoyo a las actividades económicas que más sufran como consecuencia de estas medidas de emergencia. De esta forma, todos los ciudadanos entenderán el por qué de las medidas y podrán anticipar su aplicación.

El Gobierno de España esgrime como un logro el hecho de que tenemos una tasa de vacunación elevada. Pero dicha tasa es en gran medida la consecuencia de la motivación que la población ha mostrado en vacunarse. La traca de la cogobernanza es otro artificio para intentar justificar la inacción del Gobierno. El resultado es que hoy España se encuentra entre los países con peores datos en relación tanto a la tasa de contagios como al impacto negativo sobre la economía. La oposición debería exigir un plan y sugerir al menos un boceto. El Gobierno tiene la obligación de hacerlo. Los votantes decidiremos lo que nos parece.

Montserrat Gomendio es profesora de Investigación del CSIC y ha sido secretaria de Estado de Educación.

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