Operacion Gedeón: Venezuela se tambalea entre medias verdades y grandes mentiras

Alguna vez vi en Buenos Aires un grafiti que rezaba: “No me digan más verdades”. Fue durante una campaña electoral. Hay una creencia según la cual un político debe evitar ser sincero si quiere ganar una elección.

Esta exageración pedagógica en Venezuela se lleva al extremo. Un país que, en palabras del escritor Alberto Barrera Tyszka, se quedó sin verdad.

La propaganda se une a la desinformación, a los silencios. Ante la incertidumbre, algunos grupos de seguidores de las distintas corrientes optan por creer solo en lo que diga el vocero de su preferencia, sin importar si es verdad o mentira.

En este contexto, llegamos a un nuevo episodio de la política venezolana: el 3 de mayo de 2020, se produjo una incursión frustrada de hombres armados en las costas del país. De entrada, ya que voceros del gobierno de Nicolás Maduro hicieron declaraciones al respecto, influenciadores opositores la descalificaron. Sin embargo, conforme pasó el día, se fueron exponiendo otros hechos que, al menos, permitían asumir que algo había ocurrido.

Al final de la jornada, supimos que militares retirados, ex presos políticos y un contratista estadounidense, quien aseguraba haber entrenado a un grupo para capturar a los miembros del gobierno de Maduro, se aliaron para realizar la Operación Gedeón.

Según voceros maduristas, ocho personas resultaron muertas, entre ellas un conocido líder opositor. Como una vez más hubo dudas, porque no han dado los nombres de las víctimas, filtraron un terrible documento: la foto del rostro sin vida del capitán Robert Colina, también conocido como Pantera.

Ese mismo día, la periodista venezolana radicada en Miami Patricia Poleo difundió una entrevista con el estadounidense Jordan Goudreau, ex boina verde, quien se atribuyó, junto al capitán venezolano Javier Nieto Quintero, la acción armada.

El testimonio de Goudreau involucró al presidente interino, Juan Guaidó, en la presunta firma de un contrato con su compañía de seguridad, Silvercorp, acuerdo que, una vez firmado, supuestamente incumplió. Guaidó por su lado, negó que el gobierno interino tuviera relación con los eventos.

Pocos días después, el asesor político de Guaidó, Juan José Rendón, le dijo a The Washington Post que él había firmado aquel contrato, que Guaidó nunca lo firmó, y que el presidente interino había estado al tanto de lo que Rendón llamó un “plan exploratorio”.

Así, las dudas persisten. ¿Tuvo Guaidó alguna conversación con el contratista Goudreau? ¿Firmó algún documento de prestación de servicios con Silvercorp?

Son preguntas cuyas respuestas, sean afirmativas o negativas, llevan a más interrogantes. Si son afirmativas, esto involucra directamente al presidente interino en un evento que amerita una investigación independiente. Si no tuvo ninguna relación, entonces estaríamos frente a una presunta falsificación o forjamiento de documentos.

Algunos se conforman con una declaración de Guaidó, otros con los hechos contados por voceros de Maduro, y otros más por relatos periodísticos. En todos parecen faltar piezas de este nuevo rompecabezas.

Sin embargo, si se toma como válido que la acción está en el marco de una operación contra el gobierno de Maduro, el blanco también sería Guaidó y, junto a él, la posibilidad de llegar a una solución pacífica del conflicto venezolano.

Guaidó se mueve en un espacio en donde no sólo debe lidiar con Maduro y su pandilla, sino con otros sectores que reclaman la falta de transparencia de su gestión, la ausencia de grandes resultados y, sobre todo, el vacío que va resultando de sus palabras sobre el cese de la usurpación Venezuela y las elecciones libres.

Algunos se preguntan: si el gobierno interino tuvo alguna relación con las acciones insurreccionales, ¿por qué Maduro no ejecuta su detención? Otros le acusan de haber sido débil y no tomar directamente la opción de la fuerza.

Si revisamos cómo actúa el chavismo en este tipo de ocasiones, es muy posible que simple y llanamente estén dejando que el tiempo, los errores y la fragmentación de la oposición hagan su trabajo. Tal vez esperen que, en cualquier momento, el presidente interino se vaya al exilio. Hasta el momento, Guaidó ha mostrado valentía no solo al insistir sino al dar la cara. Ha salido en dos ocasiones de Venezuela y ha regresado a enfrentar las amenazas que lanza el régimen de Maduro.

Pero la luna de miel con él parece haber acabado. El tiempo se agota y, de no mostrar algún avance, la crudeza de los hechos se lo puede tragar. Tal vez, como nunca antes, el paso del país a un escenario de foquismo sea lo que suceda a continuación. Conocedores afirman que el descontento en el seno de las Fuerzas Armadas, institución que sostiene a Maduro, es cada vez más lacerante.

Si en noviembre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, pierde las elecciones, es previsible que cambie la política hacia Venezuela. Si bien hay quienes argumentan que el repudio contra Maduro es general, también es claro que no hay consenso sobre cómo debe ser manejada la situación para llevar al país a una transición.

Por otro lado, se estima que habrá elecciones parlamentarias en Venezuela este año. No hay indicios de que la oposición participe como un bloque, lo cual daría por descontado que las fuerzas democráticas perderían la Asamblea Nacional. En el supuesto de que no haya comicios, a Guaidó le costaría presidir un nuevo período legislativo. Si es que ya su cabeza no está a punto de rodar.

Los autores de la Operación Gedeón insisten en que la salida es militar. Se muestran seguros de lo que ofrecen. Me temo que su oferta puede ganar espacio en un país cuyas fuerzas democráticas son cada vez más frágiles.

No hay salida fácil.

Luz Mely Reyes es periodista y analista política. En 2015 cofundó el medio independiente Efecto Cocuyo, del que es directora.

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