Oportunidad de cambio para el PP

Las recientes elecciones han abierto una nueva etapa que ofrece una gran oportunidad al Partido Popular. Los españoles han dado una lección de generosidad y corresponde ahora al partido vertebrador del centro-derecha español dar una respuesta adecuada a la confianza exhibida por sus votantes.

Los españoles han optado mayoritariamente por el PP frente a tres opciones escasamente atractivas: la antítesis interiorizada entre lo ideal y lo real ofrecida por el populismo de Podemos, propia del pensamiento totalitario; un PSOE dividido y confuso, incapaz de concretar sus opciones de futuro (Podemos o PP, ruptura o continuidad); y la ambigüedad de Ciudadanos carente de un mensaje propio coherente y sustantivo.

Oportunidad de cambio para el PPSin embargo, sería un error pasar por alto la excepción histórica de estas elecciones y creer que los españoles han refrendado, ahora sí, las políticas del gobierno del Partido Popular, su forma de comunicarse con la opinión pública y su modelo de partido. Los españoles han votado mayoritariamente al PP para dar continuidad al régimen de libertades y derechos que contempla nuestra Constitución. Es decir, han decidido anteponer la estabilidad política y el orden constitucional a sus legítimos reproches. La sensatez, por fortuna, se ha impuesto sobre la sinrazón populista, la explotación de la discordia y la ruptura radical embozada tras algunas proclamas de cambio. Pero esa inclinación por la continuidad no debe ser interpretada como expresión de una voluntad inmovilista. El reformismo, identidad por recuperar en el PP, debe guiar su agenda política a partir de ahora. Es imprescindible impulsar reformas con el objetivo de fortalecer nuestro sistema democrático y frenar el debilitamiento de las instituciones que busca, y del que se favorece, el populismo. Las reformas pendientes son de sobra conocidas y algunas de ellas ya estaban presentes en el programa electoral con el que concurrió el Partido Popular a las elecciones de 2011. La despolitización de la Justicia para garantizar un Estado de Derecho que controle eficazmente a los actores públicos, evitando arbitrariedades y protegiendo la libertad e igualdad de los ciudadanos; la introducción de un sistema de doble vuelta para entregar a los votantes la capacidad de elegir directamente a los alcaldes, sin apaños partidistas postelectorales; la reforma electoral que acerque los representantes políticos a los ciudadanos y refuerce el papel de los diputados como representantes y depositarios de la soberanía nacional; la reforma de la Ley de Partidos para garantizar su funcionamiento democrático; la reforma del sistema de pensiones para asegurar su viabilidad futura; la reforma de la función pública para garantizar su independencia y eficiencia, etc. Estas son algunas de las reformas que en Red Floridablanca consideramos necesarias para fortalecer nuestro modelo institucional.

Además, hay una gran reforma pendiente, que de no hacerse tampoco pasará desapercibida ante los españoles: la reforma interna o la renovación del propio PP.

El Partido Popular superó por primera vez los ocho millones de votos en las elecciones generales de 1993. En las convocatorias electorales posteriores, la horquilla de votantes se ha movido entre los más de nueve millones en 1996 y los 10 millones, alcanzando su punto álgido en las elecciones de 2011 al alcanzar casi 11 millones. Aunque en las últimas elecciones se han recuperado más de 660.000 votos respecto de las de diciembre de 2015, los menos de ocho millones de votos recibidos constituyen un resultado lejano a esa horquilla "natural" de los 9-10 millones de votos a los que debe aspirar siempre el gran partido de centro-derecha español.

En Floridablanca siempre hemos creído, y así lo hemos manifestado insistentemente, que el primer paso para esa gran reforma del Partido Popular pasa por la celebración de un congreso abierto bajo la fórmula un militante un voto.

El presidente del PP, cuyo mandato venció hace más de un año y medio -cuando debía haberse celebrado el Congreso Nacional- ha despejado dudas y ha dicho que, al fin, los congresos pendientes (nacional, regionales y provinciales) tendrán lugar antes de diciembre de este mismo año (casi dos años después de lo estipulado los estatutos). Sin embargo, no ha aclarado si el congreso será abierto, y con la fórmula un militante un voto, o si se celebrará bajo la fórmula tradicional de compromisarios, es decir, una elección dirigida de arriba abajo.

El actual modelo de elección de candidato a la presidencia del partido no se rige, como declaró recientemente un vicesecretario, por «procedimientos muy participativos» y menos aún abiertos. En todo caso, se podría hablar de «procedimiento de participación selectiva» si tenemos en cuenta la figura sobre la que se sustenta la elección: el compromisario.

En nuestra opinión, la convocatoria de un congreso abierto es una cuestión de principios y no de momentos. El Partido Popular tiene la oportunidad de diseñar su propio modelo de partido abierto y participativo que le permita reconectar con sus bases e ilusionarlas alrededor de un proyecto integrador, coherente y moderno. La figura del compromisario, por el contrario, supone que la elección del candidato se resuelva, y decida, de espaldas a los militantes. La designación de compromisarios al Congreso, electos o natos, es una ficción en tanto que estos se eligen bien por la organización territorial o por la junta directiva nacional en función del número de militantes recogidos en el censo. Si tenemos en cuenta que éste, el censo, no está actualizado, no es público e incluso que hay una sentencia judicial que anuló por segunda vez el Congreso del Partido Popular de Gijón por "clara incorreción del censo de afiliados" y por su "falta de fiabilidad en orden a reflejar su correspondencia con la realidad de la afiliación del partido" -tal y como recoge la sentencia-, ¿se puede afirmar que el modelo sea abierto y los "procedimientos muy participativos"? No. La única conclusión que se puede extraer es la necesidad de corregir cuanto antes lo que no funciona, actualizar el censo sin miedo a saber el número real de militantes -que es el mejor modo de respetarlos- y abrir el partido a las bases del Partido Popular.

No hay razones de carácter estatutario, ni menos aún de carácter político, que impidan que el próximo congreso sea abierto y que los militantes puedan elegir entre distintas alternativas a dirigentes y programas. Además, son muchos los líderes regionales que han declarado en más de una ocasión la necesidad de que el próximo congreso sea abierto e, incluso, han realizado los suyos con arreglo a esas nuevas prácticas; ¿cómo podrían explicar ahora a sus militantes que el próximo Congreso Nacional fuese cerrado? ¿Permitirán que su palabra y su empuje queden presos del inmovilismo?

Un congreso abierto es una necesidad ineludible, tanto para mostrar sensibilidad ante las demandas de renovación política evidentes en la sociedad española como para, en segundo lugar, reforzar la capacidad del Partido Popular para constituirse en la casa común del centro-derecha, un gran partido capaz de reunir a la mayoría social de 10 millones de votos.

Pero además hay un tercer motivo. Ninguno de los partidos que alardean de haber hecho primarias puede dar lecciones al Partido Popular. Pueden presumir de intenciones, pero no de hechos; porque si algo han demostrado es que no han sido capaces, por interés o desconocimiento, de establecer un proceso abierto y garantista respecto de los candidatos que se puedan presentar y del voto de los militantes.

De este modo, el PP tiene ante sí una oportunidad para impulsar un Congreso abierto que sea referencia para el resto de partidos y que ayude a consolidar la imagen de que cuando el centro derecha hace las cosas, las hace bien.

La euforia, momentáneamente comprensible, no debe arrastrarnos a ignorar el mensaje de los españoles. Eso daría nuevas alas al populismo, al que ahora se ha logrado contener pero cuya amenaza sigue latente. La renovación del Partido Popular es el único camino para consolidar y ampliar en el futuro la confianza otorgada en las últimas elecciones.

Isabel Benjumea es directora de la Red Floridablanca.

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