Ordeñando a la clase media

"Si me engañas la primera vez, la culpa es tuya; pero si me engañas la segunda vez, la culpa es mía", dice el proverbio árabe. La mayoría de los españoles, incluidos gran parte de quienes le apoyaron en 2011, se negaron a que Rajoy les engañara de nuevo y por eso rehusaron contumazmente en dos elecciones generales otorgarle el cheque en blanco de una segunda mayoría absoluta. De ahí que resulte tan amargo comprobar cómo de nuevo vuelve a meter la mano en nuestros bolsillos, no gracias a la fuerza de los votos, sino a las complicidades de los pactos.

La secuencia que estamos viviendo reproduce fatalmente lo ocurrido hace cinco años, también en las proximidades de la Navidad. La simpática dama del miriñaque que hacía gentiles reverencias prometiendo rebajas fiscales en un agradable salón se ha trocado en la estricta gobernanta que nos brea alevosamente a impuestos en la mazmorra del Boletín Oficial.

Ordeñando a la clase mediaAsí es la política, pero muchos incautos confiaban en que la debilidad aritmética del Gobierno reduciría su voracidad recaudatoria o al menos su capacidad extractiva. No contaban con que el PSOE asumiría la impopularidad de aprobar junto al PP las normas asociadas al techo de gasto, a cambio de la mayor subida del salario mínimo de la historia y de más recursos para sus alcaldes y presidentes autonómicos.

El resultado ha sido la formación de la primera gran coalición tributaria de la democracia. Será difícil que lleguen a otros consensos, pero de momento este PP y este PSOE están de acuerdo en que el nuevo ajuste se haga a base de subir impuestos y no de recortar gasto político.

Algo que ya venía sucediendo con la mayoría absoluta de Rajoy, como bien acaba de recordar Aznar en el impactante "análisis" de FAES. No en vano este PP y este PSOE representan el ala derecha e izquierda de un mismo intervencionismo socialdemócrata que viene de lejos. Por mucho que se escarbe en la memoria histórica, el PP nunca ha sido tan franquista como con este salto del salario mínimo que hará aun más difícil que los jóvenes encuentren empleo.

Es cierto que el apretón tributario no va a ser tan burdo como en la anterior legislatura, en la que de entrada Rajoy nos subió el IRPF más de lo que preconizaba Izquierda Unida, alegando que era para no subirnos el IVA; y luego nos subió el IVA para nivelarnos los dos ojos, no fuera a ser que don Consumo sintiera agravio comparativo respecto a doña Renta.

Esta vez se trata de exacciones más disimuladas a través de las empresas, el catastro o los impuestos especiales, pero también más arbitrarias y abusivas porque a Montoro le ha sucedido Montoro con afán de recrearse en la suerte.

En feliz símil del portavoz de Ciudadanos, el ministro de Hacienda es como aquellos buscadores de oro que no dejaban arenisca alguna sin pasar por su cedazo, en pos de la recóndita pepita: en cuanto alguien "crea riqueza", su único propósito es detectarla y "llevársela". Por eso clamó Girauta el jueves en el Congreso: "¿Hasta cuándo cree que se puede exprimir, succionar, ordeñar y explotar a la clase media, señor Montoro?".

A su compañero de grupo Toni Roldán también se le entendió todo cuando resumió la política fiscal vigente: "Ninguna ambición en la lucha contra el fraude, ninguna ambición de perseguir a los amnistiados para que paguen lo que deben, ninguna ambición para reducir la hipertrofia de la burbuja política, las duplicidades y la burocracia de los años del boom, ninguna valentía para enfrentarse a las redes clientelares instaladas en diputaciones y demás chiringuitos… Podía haber elegido perseguir a los defraudadores pero ha preferido meter la mano en el bolsillo a la clase media".

No es de extrañar que una y otra intervención fueran muy aplaudidas por los diputados naranjas, pero sí es de extrañar que, tras esos argumentos –o los que expuso en estas mismas páginas con más enjundia técnica Paco de la Torre-, todos ellos votaran afirmativamente a uno de los decretos del gobierno y se abstuvieran con pudor en el otro.

Máxime cuando eran víctimas primero de la infidelidad del PP al elegir otro acompañante para las iniciativas que condicionarán los Presupuestos; y luego del rodillo bicéfalo que aplastaba su razonable propuesta de convertir los decretos en proyectos de ley, susceptibles de enmienda.

Más allá de las cuestiones formales, la nueva vuelta de tuerca tributaria incluye injusticias tan flagrantes como la modificación a martillazos del muy mejorable impuesto de Sociedades. Una cosa es que hubiera que poner coto a las deducciones que en la práctica permitían a los grandes del Ibex tributar a tipos reales bajísimos y otra que se vaya a obligar a las empresas medias, pymes y sociedades patrimoniales a pagar retrospectivamente por sus pérdidas anteriores a 2013, aunque el valor de sus activos se depreciara o incluso desapareciera por completo.

Bajo el eufemismo de "reversión obligatoria de las pérdidas por deterioro de participaciones que resultaron deducibles en periodos impositivos iniciados antes del 1 de enero de 2013" se oculta una obscena vulneración del principio de seguridad jurídica, una alcaldada impropia de un Estado de Derecho y un atentado sin precedentes contra la iniciativa privada. Un acto de terrorismo fiscal en suma.

Son palabras gruesas pero ajustadas a la gravedad del caso. Hasta ahora habíamos visto abusos fiscales de todos los calibres pero siempre sobre las ganancias, jamás sobre las pérdidas. Rajoy y Montoro son los primeros salteadores de caminos que tratan de quitarte lo que ya no tienes.

"Ni Podemos se habría atrevido a tanto", me decía esta semana un asesor fiscal, reflejando la consternación en el sector. En primer lugar por la retroactividad de la norma: es intolerable que toda planificación empresarial para superar la crisis -una crisis agravada en España por la torpeza y egoísmo de los políticos, no lo olvidemos- salte por los aires cuando aún estamos vadeando el río.

Si "obligar" a "revertir" lo ya "deducido" no es anticonstitucional, que venga Dios y lo vea. Pero además están las consecuencias prácticas: si quien perdió veinte millones tiene que pagar encima otros cuatro a Hacienda en dosis de quintas partes durante el próximo lustro, veremos nuevas oleadas de concursos de acreedores, ruinas familiares y cierres de empresas con su correspondiente destrucción de empleo.

Doblemente grave es que esto afecte de manera singular a las inversiones en el extranjero, pulverizando así el sueño y el esfuerzo de esos miles de abnegados empresarios de los más diversos sectores que, maleta y fe en la globalización en ristre, se fueron estableciendo en los cuatro puntos de la tierra, con la garantía de que las pérdidas por su implantación allí podrían ser enjuagadas por la velocidad de crucero de su actividad aquí. Eso es lo que ahora se les arrebata, expropiándoseles no sólo el presente y el futuro, sino también el pasado. Esto es lo insoportable, el sarcasmo cruel.

Menuda tomadura de pelo, menuda farsa, menuda cochambre en suma, toda esta fanfarria de la "marca España" si después de que el gallo Margallo se pavoneara año tras año a sus acordes, ahora se condena al sumidero de la bancarrota a muchos de sus únicos embajadores genuinos. Si a Carlos Espinosa de los Monteros le queda un adarme de compromiso con los valores que defendió al frente del Círculo de Empresarios mañana mismo debería presentar la dimisión como Alto Comisario de tan falaz proyecto.

Otro tanto cabe decir, en el plano de los principios, del "destope" de las cotizaciones sociales. Veremos cuál es su repercusión real sobre empresas y salarios pero en todo caso se crea un precedente gravísimo, en términos de equidad, pues es obvio que no va a llevar acompañado el equivalente "destope" de la prestación por jubilación. Tendrás que cotizar más pero te pagarán lo mismo o seguramente menos.

Por eso supone en la práctica crear el embrión de un segundo IRPF igualmente progresivo, lastrando todavía más las cuentas de resultados, penalizando todavía más la creación de empleo, castigando todavía más el mérito profesional y la promoción interna -en qué poquito se queda ya un aumento de sueldo- y todo para mantener con respiración asistida un sistema de pensiones insostenible, basado en las engañifas del clientelismo político.

Clama al cielo que eso lo haga el Gobierno que ha esquilmado el fondo de reserva de la Seguridad Social para poder sufragar sus medidas electoralistas sin adelgazar su tinglado de apesebrados, truhanes y logreros. Y clama al averno de los cínicos, en el que Rajoy, Montoro y asociados merecen asentamiento perpetuo, que mientras no dejan de hablar de diálogo y consenso, perpetren esta fechoría al margen del propio Pacto de Toledo por el que debe pasar cualquier modificación de la regulación de las pensiones.

Unámosle a todo ello la barra libre otorgada a los ayuntamientos para que vuelvan a subir el valor catastral de nuestras viviendas, la barra cautiva en la que se va convirtiendo el consumo de bebidas alcohólicas -hasta el vermú de los domingos tendrá un sádico recargo-, la competencia por matar a los fumadores antes de que lo haga la nicotina, a base de aplastarlos bajo las albardas tributarias, y la nada disimulada amenaza de un nuevo aumento generalizado del impuesto sobre la gasolina, y tendremos una cierta aproximación de lo que nos espera, entre el beneplácito del Banco de España, el FMI y la Unión Europea.

¿Qué cabe decir sino que esta variedad de la tiranía llamada Estado de partidos es el mayor enemigo del hombre, pues nos hace mucho más daño que el mundo, el demonio y la carne juntos? ¿Qué cabe esperar sino que una formación como Ciudadanos que nació y se desarrolló para hacer honor a su nombre abandone su condescendencia a cuenta de logros muy menores, salga de su pasmo institucional y encabece la rebelión cívica contra los sacamantecas que, como bien dicen sus portavoces, nos consideran meras ubres a las que ordeñar cada mañana? ¿O acaso estamos condenados a tener que escoger entre podemitas con corbata y podemitas con coleta, entre ladrones de guante blanco y ladrones de embozo negro?

Frente a una y otra modalidad de estafadores estatistas desde EL ESPAÑOL interpondremos siempre la recomendación de Andrés Borrego, fundador en 1835 de nuestro homónimo, aquel que fue el primer diario moderno de España: "No debéis dar vuestros sufragios a hombres que no conciban un sistema de administración que disminuya considerablemente el número de empleados y eleve entre nosotros a principio moral y máxima política que cada hombre recibió de Dios, con los medios de proveer a su subsistencia, la obligación de hacerlo, sin pedir al Estado que sea su tutor y se haga cargo de su carrera y adelantos". Amén. ¡Abajo Montoro!

Pedro J. Ramírez, director de El Español.

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