Orgulloso

Yo me siento enormemente orgulloso de esos policías de las UIP y GEO que se han jugado la vida en Afganistán. Y del Ejército del Aire, boinas verdes, y de diplomáticos como el embajador Gabriel Ferrán Carrión. ¡Qué ejemplo! ¡Qué altísimos funcionarios del Estado!

Ahora que vivimos leyes de desmemoria, que se lanzan escupitajos sobre nuestra propia Historia y que escuchamos, día sí y otro también, sartas de memeces populistas..., precisamente ahora es más necesario proclamar nuestro orgullo: yo estoy orgulloso de ser español por tantas y tantas cosas.

Porque año tras año batimos récords mundiales en donación de órganos y trasplantes gracias a miles de profesionales que no entienden de lindes autonómicas ni de Rh politizados. Desde aquella estructura que puso en marcha el doctor Rafael Matesanz hasta el trasplante más reciente de esta misma mañana con cirujanos, conductores, celadores, enfermeras, pilotos, policías... todos para salvar una vida. Una tras otra como ejemplo para el mundo entero ahora con Beatriz al frente de la ONT.

Yo estoy orgulloso de tantos autónomos reconvertidos en superhéroes. Currantes, pequeños empresarios hechos a sí mismos, comprometidos con sus trabajadores, con sus clientes, proveedores y, por supuesto, con Hacienda hasta la extenuación y la extorsión. Esos autónomos son los auténticos protagonistas de la recuperación económica.

Orgulloso del inmenso arte que nos invade, de la gastronomía, de la lengua española. De la Historia y de los libros. De Antonio López, de Ángel León, del Timón de Paco, de José Antonio Marina -‘peazo’ Tercera se marcó el filósofo hace unos días- y de Julia Navarro, Javier Gomá, de la Tasquita de Juanjo...

O maestros de categoría mundial como Darío Bernal, catedrático de la Universidad de Cádiz con quien recorrí las ruinas romanas de Baelo Claudia en la playa de Bolonia. Y de Concha Navas, mi profesora de Historia del Arte en el instituto o de Borja Villel y su Reina Sofía o Miguel Falomir explicando la escuela italiana del Prado.

Este año reviento orgulloso de la Sanidad española. De enfermeras como Sonia o intensivistas como Juanjo o Rosa. ¡Qué nivel!, ¡qué dedicación! y ¡qué mal pagados! De esa farmacia del barrio como la de Adeli o de los científicos Luis Enjuanes, Isabel Solá, Mariano Esteban, Vicente Larraga. Y, huyendo del Covid, orgulloso de Valentí Fuster, Barbacid, Joan Massagué...

Todos ellos sí que son la Marca España que representan como los misioneros, monjas, cooperantes, diplomáticos y militares.

Yo he visto el valor indescriptible de Mercedes y Carmen en los suburbios de Bamako. Y de Ana en mitad de la selva de Camerún o Teresita, catalana como ella sola, recuperando drogadictos en el Chad. Jamás veré a nadie más feminista que esas religiosas salvando y educando a esas mujeres donde nadie se atreve.

Cooperantes como Silvia y Ramón y tantos que dedican sus ahorros, sus sueños, ilusiones y esfuerzo en el corazón de África. Y Manuel, mi general, al frente de Cáritas.

¿Has recibido algún ‘breafing’ de un diplomático español en cualquier país del mundo? Mi Miguelón, Ramón María Moreno, José María Ferré, Juan Fernández Trigo, Celia, Miguel Gómez de Aranda...

Y los soldados. El sargento legionario Paco en Afganistán, el capitán Cantón en Irak y Herat, mi hermano Suso en Malí, María y Koldo en El Líbano, o esos miembros del SAR: el comandante Crespo, la teniente Cristina, los sargentos primero David y Fernando, el cabo primero Juan Carlos y todos sus compañeros.

No cabe más orgullo para un español que sentirse representado, resguardado, defendido y enseñado por un soldado con una bandera de España en el hombro en cualquier lugar del mundo.

Como no olvidaré aquel programa en la fragata Numancia con Juan Pérez Puig al mando o esa aventura a bordo del Juan Sebastián de Elcano con mi admirado (y ya almirante) Iñaqui Paz en el puerto de Guetaria. ¡Qué honor! Gracias a Juan, mi almirante favorito.

O policías como Luis, Pepe o Fidel, especialistas contra la trata y la explotación a los que no les cabe el corazón en el pecho; guardias civiles con todas las condecoraciones como Diego y guardias de casa cuartel como Nacho o Castillo, que igual te escolta por Beirut que reparte los deberes a los niños con menos suerte confinados por el coronavirus en la provincia de Soria.

Y de las víctimas del terrorismo. Mi Conchita Martínez, Irene, Dani Portero, Ana Iribar, Ortega Lara y miles y miles más.

Y vuelvo al Covid. Orgulloso de esos militares de la UME que, sin que nadie se lo pidiera, rindieron honores a los cadáveres de compatriotas solos en las morgues improvisadas. De los vecinos que repartían el pan, las medicinas o hacían la compra a los mayores del barrio.

Como son inolvidables los repartidores como Pablo, las cajeras o el personal de las residencias de ancianos, trabajadoras fundamentales, casi siempre inmigrantes, tan contagiadas como entregadas.

Con la que está cayendo me siento orgulloso de jueces como María o Emilio, y de fiscales como Olga, que estudian y estudian y se reconvierten independientes como nadie a su subordinación a una política partidaria, cateta y miope.

Y, va de suyo, de los Gasol, Teresa Perales, Nadal, Iker, Xabi, Xavi, Iniesta, Cravioto, Alonso, Mireia, Jon, Perico, Valverde...

Y no debo dejar fuera de este ejercicio de melancolía a esos mayores que hicieron la Transición y levantaron esta España que, poco a poco, nuestra generación parece empeñada en humillar. Los mismos mayores a los que el puñetero coronavirus se ha llevado en soledad, entre el desconocimiento y la injusticia.

Orgulloso de mi madre (de profesión Sus Labores) y de mi padre, que aprendió a leer y a escribir en la ‘mili’ y logró que su hija recorriera el mundo con el logo de Iberia, que otro hijo sea arquitecto y que el abajo firmante dirigiera el ABC. Orgulloso de los míos en casa porque Pilar y yo hemos formado a tres personas buenas.

Estoy orgulloso hasta reventar de ejercer el periodismo donde y como lo hago. En una España libre. Rodeado de los mejores, aprendiendo y viajando por el mundo entero con auténticos ‘boinas verdes’ como nos definió el teniente coronel Espinar en un búnker de aquella base de Bagdad.

Orgulloso de ser español y de nuestra libertad, aunque algunos desde lo más alto (o bajo) de la política se afanan en dilapidar. Pero va a ser que no.

Por todos los citados y por muchos más... reviento de orgullo.

Ángel Expósito es periodista.

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