Desde 2012, más de 12 millones de inmigrantes y refugiados han llegado a Europa, Oriente Medio y África del Norte. La consecuencia ha sido una creciente crisis política y humanitaria, y un debate cada vez más acalorado sobre la forma de abordarla.
En Europa el debate está caracterizado por el desacuerdo y la división, ejemplificados por el reciente voto del Reino Unido para abandonar la Unión Europea, resultado que en gran medida se debió a temores exagerados a la inmigración. Los estados miembro de la UE no logran llegar a un acuerdo sobre cómo asegurar sus fronteras y mucho menos sobre qué hacer con los refugiados que ya han llegado, por lo que ha sido difícil alcanzar una respuesta unificada.
En Oriente Medio, el debate sobre los refugiados no se hace sentir tan fuertemente, pero no por ello es menos apasionado. Jordania, un país con 6,5 millones de habitantes, aloja en la actualidad a más de 1,4 millones de refugiados, en su mayoría sirios. Los 1,5 millones de refugiados sirios en Líbano representan casi un tercio de la población de 4,7 millones de personas de ese país. Turquía, que cuenta con unos 75 millones de ciudadanos, aloja en la actualidad a 2,7 millones de refugiados sirios, de los cuales aproximadamente el 30 % vive en campos a cargo del gobierno cerca de la frontera con Siria.
Como la mayoría de los refugiados provienen de Oriente Medio —en especial de Siria, pero también de Afganistán, Irak, Yemen y Libia— no sorprende que la región esté soportando la abrumadora mayor parte de la carga, pero no todos los países de Oriente Medio han hecho lo suficiente.
Los países del Golfo, a pesar de su vasta riqueza petrolera, casi no han aceptado refugiados; afirman que, como no son parte de la Convención de las Naciones Unidas en 1951 sobre el Estatuto de los Refugiados, no tienen obligación de hacerlo. Los Emiratos Árabes Unidos, por ejemplo, apenas han recibido a 200 000 ciudadanos sirios desde que comenzó la crisis en Siria en 2011. Egipto, Túnez, Marruecos y Argelia permiten el ingreso a los refugiados sirios, pero no brindan apoyo a quienes lo hacen; no hay campos de refugiados en esos países.
Mientras tanto, sus vecinos están agobiados por el peso de la crisis. El presupuesto para el bienestar social de Jordania está alcanzando un punto de quiebre y genera tensiones sociales. Las escuelas, tanto en Jordania como en el Líbano, estaban abarrotadas incluso antes de que llegaran los refugiados... ahora están a punto de estallar. Hasta los refugiados que trabajan en Jordania y Líbano están creando problemas, ya que involuntariamente reducen los salarios de los empleos de baja capacitación. El gobierno turco ha entregado más de 8000 millones de USD para la asistencia; mientras que la UE solo aportó una pequeña parte de los 3200 millones de EUR (3600 millones de USD) que prometió en noviembre del año pasado.
Con los países anfitriones al límite de sus capacidades, no sorprende que los refugiados vivan en condiciones difíciles, ya sea en campos o en vecindarios muy pobres, sin servicios ni condiciones de salubridad. Cientos de miles de refugiados están desempleados, entre los que se cuentan los más capacitados, cuyas calificaciones a menudo no son reconocidas. En consecuencia, el trabajo forzado, la esclavitud, la prostitución y la exclusión social están aumentando.
Mantener a los inmigrantes en Oriente Medio es algo fundamental, especialmente para evitar que se ahoguen en el Mediterráneo en sus intentos por llegar a Europa. El acuerdo entre Turquía y la UE logrado en marzo pasado —por el cual los inmigrantes no refugiados que llegan a la UE son enviados a Turquía— ha ayudado a disminuir fuertemente la cantidad de inmigrantes que llegan a Grecia.
Pero queda mucho más por hacer y los países de Oriente Medio deben liderar la ayuda. Lo más urgente es que los ricos estados del Golfo proporcionen más financiamiento a los países que están alojando a la mayor cantidad de refugiados, permitiéndoles así que comiencen a mejorar las condiciones de vida de quienes buscan la seguridad. Luego, para desarrollar una solución más integral que mantenga la estabilidad de los países y garantice que los refugiados reciban una protección adecuada, es necesario profundizar la colaboración entre los gobiernos, y con el sector privado y las organizaciones de la sociedad civil en la región.
El problema es que no existe consenso en Oriente Medio, ni entre los gobiernos ni en la sociedad civil, sobre la forma de responder ante la crisis. Para salir de este punto muerto, uno o dos líderes audaces y con visión de futuro deben recordar a sus ciudadanos las obligaciones legales y —probablemente más importante— morales de sus países con los refugiados. La tradición islámica de proteger el bienestar de los pobres puede brindar el lenguaje y la legitimidad necesarios para inspirar a los ciudadanos a hacer lo que les corresponde.
En mi libro New Horizons of Muslim Diaspora in North America and Europe, abogo en contra de la sabiduría popular que indica que los inmigrantes y refugiados son una amenaza para la seguridad y el desarrollo de Oriente Medio. De la misma manera que ocurrió en los países desarrollados de Occidente, los inmigrantes de Oriente Medio pueden ofrecer fabulosas contribuciones a las sociedades que los reciben, solo tenemos que dejarlos.
Sobre todo, las necesidades básicas de los refugiados deben ser atendidas. Se debe garantizar la vida en condiciones decentes —que incluyan la vivienda, la nutrición y el cuidado de la salud— además de oportunidades educativas y laborales.
Sin embargo, si unos pocos países continúan soportando toda la carga, será imposible satisfacer las necesidades de los refugiados. Dado esto, la región debe desarrollar un mecanismo para distribuir a los refugiados de manera más justa entre los países, algo similar al sistema de cuotas de la UE. También se deben implementar procedimientos estandarizados y optimizados para gestionar las solicitudes de asilo.
Incluso si logramos todo esto, no habrá una solución verdaderamente sostenible para la crisis de los refugiados hasta que Siria esté en paz y se restaure el orden en los países debilitados de todo Oriente Medio. Por eso es tan importante que los gobiernos de la región asuman un papel mayor y más enérgico para confrontar la violencia y la inestabilidad que originan la crisis.
No podemos darnos el lujo de esperar que las potencias extranjeras resuelvan nuestros problemas más acuciantes. Nuestros gobiernos deben invertir fuertemente en la estabilidad de nuestros vecinos, trabajando entre otras cosas para lograr que el proceso de paz sirio alcance el éxito y garantizar el bienestar de todos nuestros ciudadanos.
Moha Ennaji is President of the South North Center for Intercultural Dialogue and Migration Studies in Morocco and Professor of Cultural Studies at Fez University. His most recent books include New Horizons of Muslim Diaspora in North America and Europe and Muslim Moroccan Migrants in Europe. Traducción al español por Leopoldo Gurman.