Oriente Medio después de Bush

A pesar de las afirmaciones de que en Oriente Medio las cosas están tan mal que ya no pueden empeorar, existen bastantes posibilidades de que la situación empeore mucho más y que lo haga dentro de poco, quizá en cuanto el presidente Georges W. Bush abandone el cargo.

Las razones son muy sencillas. Las políticas del Gobierno de Bush serán continuadas por la siguiente administración estadounidense, puesto que republicanos y demócratas han dejado de defender políticas diferenciadas. Todos los estadounidenses aceptan las mismas políticas derechistas que postulan una visión de unos Estados Unidos enfrentados al resto del mundo.

Veamos los tres principales problemas que mantienen a Oriente Medio en un permanente estado de agitación y reducen la región a un campo de batalla entre Estados Unidos y sus enemigos: el conflicto árabe-israelí, el desarrollo de armas no convencionales y las nuevas divisiones geográficas que sustituirán a las actuales y que surgirán cuando se resuelvan el problema de Iraq y otros problemas locales.

La división que separa a árabes e israelíes nunca ha sido tan grande. No hay forma de disminuir la brecha que separa la posición de las dos partes sin el recurso a la influencia estadounidense. Y la influencia estadounidense en la región es la misma bajo los republicanos y los demócratas porque ambos respaldan sin reservas a Israel. De modo que el cambio que podría producirse después de Bush no tendrá consecuencias en lo referente al conflicto árabe-israelí.

Las negociaciones directas entre las partes árabe e israelí seguirán siendo improductivas porque ninguna de ellas es capaz o está dispuesta a modificar sus posturas sin la presión estadounidense.

Los palestinos consideran que ya han cedido bastante y, por lo tanto, no tienen gran cosa que ofrecer. Los israelíes utilizan el respaldo estadounidense para crear situaciones de facto. Construyen nuevos asentamientos y amplían los antiguos. Tampoco ellos sienten que tienen algo que ofrecer. Ambos bandos carecen de una dirección con visión de futuro. Los palestinos están divididos entre el movimiento islámico Hamas y Al Fatah, la vieja organización de Arafat. Hamas sigue una militante línea proiraní, mientras que Al Fatah es prooccidental; Hamas no está dispuesto al compromiso, y Al Fatah es incapaz de conseguir la paz en solitario.

En el lado israelí existió una competencia entre los israelíes militantes y los israelíes muy militantes. En la actualidad se ha desvanecido cualquier atisbo de disposición a intercambiar tierras por paz. Estando como están bloqueados todos los caminos (incluidos el compartir Jerusalén y el derecho al retorno de los refugiados), es bien poco lo que hay que negociar. Y, de nuevo, no está en las cartas el cambio de la posición estadounidense.

El segundo problema estratégico que atenaza Oriente Medio es la difusión de las armas no convencionales y el potencial de Irán para conseguir capacidades nucleares. También aquí, encontramos en medio del camino la rígida posición estadounidense, compartida por demócratas y republicanos. En realidad, ambos partidos compiten en demostrar quién se muestra más militante en relación con Irán. Teherán ha firmado el acuerdo de no proliferación de armas nucleares y considera que su programa atómico es inocuo. Estados Unidos y algunos de sus aliados opinan lo contrario. Pretenden establecer un control más rígido sobre dicho país, así como garantías de que nunca poseerá los conocimientos necesarios para fabricar armas atómicas. Como ninguno de los bandos se fía del otro, la cuestión se encuentra en un punto muerto. Irán considera que cualquier concesión constituye una violación de su soberanía, y Occidente no acepta la palabra de Irán. El tercer elemento que no presagia nada bueno para el futuro es la clase de Oriente Medio que surgirá cuando Iraq se estabilice. ¿Nos encontraremos con un Oriente Medio militante dirigido por Irán y opuesto a una Arabia Saudí valedora de Occidente? Puede que Iraq desaparezca, y también puede haber una nueva competencia entre Irán e Iraq. Una vez desaparecido Sadam, no hay necesidad de un Oriente Medio con claras esferas de influencia.

Sea cual sea el resultado, las diversas potencias de Oriente Medio ya están formando y preparando a sus seguidores. Irán puede recurrir a Hizbulah, Hamas y Siria, entre otros. Estados Unidos tiene a Egipto, Kuwait y otros seguidores. Ningún bando controla por completo a sus partidarios. Además, también existen grupos exteriores particulares susceptibles de actuar por su cuenta (los kurdos y las compañías petroleras).

Por ello, nos encontramos ante un empeoramiento del conflicto árabe-israelí: no se produce ningún movimiento de progreso y es imposible que este se produzca debido a la política estadounidense. Por otra parte, la consecución iraní de armas no convencionales se convertirá en un problema inmediato porque Estados Unidos desea un Irán desarmado (por más que no haya pruebas de que Irán posea ese tipo de armas). En tercer lugar, ambos bandos tratarán de imponer vicariamente su nuevo mapa de Oriente Medio.

Aunque la sensatez aparezca entre estadounidenses, árabes, israelíes e iraníes, será difícil controlar a Hamas y Hizbulah. Sí, las cosas empeorarán en Oriente Medio.

Said Aburish, escritor y biógrafo de Sadam Husein. Autor de Nasser, el último árabe. Traducción: Juan Gabriel López Guix.