Oscuridad en las fronteras de Europa

En 2014, Vladimir Putin descubrió a su Trotski interno; Lo que ahora el presidente ruso ofrece Ucrania es un giro perverso de la fórmula proclamada por Trotski durante las negociaciones de paz de 1918 en Brest-Litovsk: «No hay paz sin guerra». Con ello, Putin no solo ha actuado para dejar a mi país atrapado en un conflicto helado que evitará tanto que la democracia como la economía florezcan; ha destruido las reglas y normas que mantuvieron la paz en Europa durante tres generaciones.

Nadie debe creer que el Protocolo de Minsk –acordado en septiembre por representantes de Ucrania, Rusia y los militantes armados con respaldo del Kremlin en las ciudades orientales de Donetsk y Lugansk– ha sido el primer paso de un regreso a la normalidad en Ucrania o Europa. Según ese acuerdo, el gobierno ucraniano cedió el control de facto de la región del Donéts, supuestamente solo durante tres años, a los separatistas contratados por Rusia. Pero esta guerra híbrida importada –y la apuesta rusa para repartirse Ucrania– está lejos de haber terminado.

Por el contrario, el Protocolo de Minsk solo marcó el fin del principio del programa de Putin para convertir a Ucrania en un estado vasallo y recuperar el poder de veto ruso sobre las relaciones internacionales de sus vecinos. Sus esfuerzos para frustrar el futuro europeo de Ucrania continuarán, al igual que sus intentos para vaciar nuestra democracia y reemplazarla con una cámara de eco del Kremlin, a menos que el mundo imponga un precio tan elevado a sus ambiciones imperiales que el pueblo ruso se niegue a aceptarlas.

Por lo tanto, en 2015 no solo se debe mantener sino también fortalecer la determinación que Europa y Estados Unidos han mostrado para oponerse a los designios de Putin. Sin embargo, hemos visto desafortunados signos del relajamiento del compromiso occidental. El acuerdo de la Comisión Europea en septiembre para posponer la implementación completa del Acuerdo de Asociación entre Ucrania y la Unión Europea –por el cual los ucranianos lucharon y murieron en Kiev el invierno pasado– fue una indicación para Putin de que la astucia, la fuerza y la intimidación pueden otorgarle el consentimiento occidental para subyugar a Ucrania y robar Crimea.

La demora, que se propone mostrar la determinación de la UE para que el acuerdo de asociación funcione, solo ha logrado acrecentar el apetito de Putin. Él espera que con la llegada del invierno el interés de algunos de los miembros de la UE por el aprovisionamiento de gas ruso los llevará a relegar los intereses de seguridad de sus aliados: la clásica estrategia de dividir y conquistar, bien helada.

Europa no puede permitirse caer en ella. Es posible que Ucrania solo esté ahora transitando el ojo de la tormenta. Putin sabe que los actuales sistemas de logística del ejército ruso para aprovisionar Crimea son insuficientes y parece estar preparando planes para garantizar un corredor terrestre desde la frontera rusa hasta el sudeste de Ucrania.

Por eso algunas de las figuras más siniestras detrás de otros conflictos helados de Rusia, como el teniente general Vladimir Antiufeiev, quien es «ministro de seguridad estatal» desde hace tanto tiempo en la región de Transdniestria en Moldavia, son ahora quienes toman las decisiones entre los militantes armados del este de Ucrania. Antiufeiev está usando el tenue cese del fuego acordado según el protocolo de Minsk para crear un clon de la KGB –llamado MGB– para intimidar a los ciudadanos ucranianos atrapados en Donéts y lograr que acepten las órdenes de los representantes del Kremlin. Y, como las joyas de la corona de la economía de Donéts han sido «nacionalizadas» (y el resto, evisceradas) las industrias emergentes de la región son el crimen y el secuestro, como los que vimos en Transdniestria, en las provincias disidentes de Abjasia y Osetia del Sur en Georgia, y otros pequeños estados respaldados por el Kremlin.

El deseo de garantizar el acceso a Crimea también es el motivo por el cual el ejército ruso ahora se ha centrado en el puerto estratégico de Mariupol, una puerta de enlace con el mar de Azov, para crear un puente terrestre. Los europeos debieran entender los peligros inherentes que implica crear un corredor terrestre a través de otro país, considerando el uso que hicieron los nazis del corredor de Danzig como pretexto para invadir Polonia en 1939.

Ciertamente, llegará la hora de la verdad para Putin, cuya agresión está destruyendo lentamente la economía rusa. Pero ese momento aún resulta demasiado incierto como para que Europa y el mundo bajen la guardia y relajen su presión sobre el Kremlin. Es en lugar de ello, si Ucrania ha de estar en paz –y para impedir que Putin use la misma estrategia en otras partes– el mundo debe hacerle saber que hay líneas que no pueden cruzarse jamás. Después de todo, Ucrania no es el único país amenazado, como lo atestiguan las recientes amenazas de Putin de «proteger» a los ciudadanos rusos en Kazajstán, ni que hablar de su intimidación a los estados bálticos.

Esta no es una cuestión que solo afecta a Occidente. China puede tener que decidir pronto si puede desentenderse y dejar que el Kremlin socave los avances geoestratégicos y la mayor seguridad que conllevó la desaparición del imperio soviético. Después de todo, no es casualidad que el extraordinario crecimiento económico chino durante un cuarto de siglo llegara después de la eliminación de la amenaza soviética de sus fronteras.

De hecho, al contrario de lo que afirma Putin al público ruso, los chinos no están completamente comprometidos a respaldar su confrontación con Occidente. Una señal de ello es el duro trato que encontró el Presidente Xi Jinping al negociar los recientes y gigantescos contratos de gas chinos con Rusia; otra es que los créditos chinos a Rusia desde la invasión de Crimea han caído.

Mientras Ucrania se prepara para otro año de confrontación, el mundo debe entender que algo no es negociable: nuestro país será un estado independiente y completamente soberano. Ningún gobierno extranjero logrará el poder de veto sobre ninguno de los aspectos relacionados con las decisiones internas de nuestro país. Nuestro futuro está en manos de los ciudadanos ucranianos, punto. Esto descarta de plano nuestro reconocimiento –en cualquier momento y de cualquier manera– de la anexión rusa de Crimea y la ocupación de Donéts.

La unidad y el espíritu ucranianos, y la devoción de su gente por la libertad no han sufrido mella. La guerra ha gestado un nuevo patriotismo que la paz no extinguirá. Continuaremos desafiando a Putin y a sus esfuerzos para reducir a Ucrania a un estado tapón semisoberano. Pero la capacidad ucraniana para resistir y la de la comunidad internacional para evitar que la fuerza bruta tenga rienda suelta, dependen de la comprensión por parte de los líderes mundiales de que la política contemporizadora solo engendra más agresión. Si no lo hacen, 2015 podría señalar el regreso un orden europeo y mundial que supuestamente superamos hace siete décadas.

Yulia Timoshenko is a former prime minister of Ukraine. Traducción al español por Leopoldo Gurman.

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