Coincidiendo con el 40 aniversario de la adhesión de España a la OTAN, la reunión de Jefes de Estado y Gobierno de los aliados el 29 y 30 de junio en Madrid pasará a la historia, además de por el éxito diplomático de España en el desempeño de la celebración, por simbolizar el inicio de otra etapa de la organización. Un reencuentro con la razón de ser de este proyecto que emergió tras la Segunda Guerra Mundial para garantizar la seguridad de los europeos y la defensa de la libertad. Hemos asistido a la regalvanización, desde la comunidad transatlántica, del orden global basado en reglas, en particular la soberanía, la integridad territorial, los derechos humanos y el imperio de la ley, de cara al nuevo mundo que ya está aquí. La percepción general es que la OTAN revive. Ha reverdecido.
Tiempo habrá para analizar en un próximo Equipaje de Mano el alcance del renacer de un concepto y una estructura que, la víspera de la invasión de Ucrania por Putin, recibían calificativos de "vida vegetativa", "muerte cerebral", "estado comatoso". Dicho esto, hay otro sentido del reverdecimiento opacado en la vorágine desatada por Rusia: el compromiso inequívoco asumido en Madrid con el cambio climático.
Inequívoco no quiere decir prolijo. Tanto la declaración de cierre como el muy esperado Concepto Estratégico actualizado -guía de las acciones de la Alianza en esta década- dedican poco más de un párrafo al tema. Pero significativamente, estos textos se completan, por primera vez, con un estudio de la Secretaría General, dado a conocer anteayer, día 28: "Climate Change and Security Impact Assessment" (Valoración del impacto del cambio climático y la seguridad).
Cumpliendo las previsiones del Plan de Acción sobre el asunto, acordado en la reunión en Bruselas de junio pasado, el texto actual arranca sin ambages: "El cambio climático es el gran desafío de nuestro tiempo". Si bien esta frase se ha repetido en los últimos años, a partir del 24 de febrero, el medio ambiente quedó relegado, con toda lógica, a un segundo plano. Ya no. La publicación continúa hablando de "multiplicador de amenazas", que dará paso a "nuevas áreas de competición estratégica".
Así, el Concepto Estratégico destaca el "vecindario sur" de la OTAN (el norte de África, Oriente Medio y el Sahel) -cuya frágil paz se ve desestabilizada por la desertificación y el efecto de los desastres climáticos en la seguridad alimentaria-. El documento específico, por su parte, resalta el Ártico -y las rutas y recursos que estarán disponibles a causa del deshielo de la zona- como región de especial relevancia en la generación de tensiones geopolíticas.
En una sesión paralela al evento oficial, convocada por el Real Instituto Elcano con los más importantes think tanks europeos (German Marshall Fund, Munich Security Conference) y americanos (Atlantic Council), Jens Stoltenberg enmarcó el reto del cambio climático en el contexto del futuro de la Alianza. Empezó por recalcar la importancia de aclarar conceptos y sus raíces. Putin -no las sanciones, no los 30 Estados miembro- es el responsable en última instancia de las perturbaciones en el ámbito de la energía o la seguridad alimentaria, que están afectando gravemente al denominado Sur Global (en particular África y América Latina).
Prosiguió su discurso pragmático subrayando la necesidad de abordar de manera urgente este desafío compartido, pero de forma integral; sin visión de túnel. Ciertamente, la guerra de agresión en Ucrania y la consiguiente instrumentalización de la energía con fines bélico-políticos han puesto de manifiesto los peligros de nuestra actual dependencia de los combustibles fósiles rusos. Pero "no debemos cambiar una dependencia por otra", y brinda como ejemplo el control chino de la explotación y producción del litio y las tierras raras, indispensables para la tecnología verde. Tampoco descuidar que el objetivo fundamental es la defensa; cualquier concesión contraria o perjudicial sería inaceptable.
En esta línea, a la provocadora pregunta sobre cuándo tendremos F-35 (o tanques) eléctricos, Stoltenberg reiteró que el cometido central de la Alianza no es el desarrollo de nuevas tecnologías. Pero aprovechará las que resulten ganadoras.
El mundo está cambiando; las amenazas también. Toca adaptarse, asumiendo las dimensiones securitarias emergentes, sin perder de vista la misión esencial. Además de reverdecer, OTAN (re)verde(ce). Es buena noticia.
Ana Palacio