¿Otra gran coalición? ‘Nein, Danke!’

El 4 de marzo será una fecha importante para Europa. El mismo día en que se celebran unas cruciales elecciones generales en Italia, sabremos si el referéndum interno del Partido Socialdemócrata alemán (SPD) dice sí al Gobierno de Gran Coalición en Berlín y a continuar su asociación actual con los democristianos de Angela Merkel. La opinión general es que ese sería un resultado bueno para Europa. Pero yo creo que no. La Gran Coalición sería positiva a corto plazo, pero negativa a la larga. No basta con aliviar los síntomas, hay que abordar las causas. Y existe una alternativa.

Acabo de estar un par de días en Berlín y nunca había visto tan poco entusiasmo por un posible nuevo Gobierno. Debería ser una boda, pero parece un funeral. Y quizá acabe siéndolo: el funeral del SPD, uno de los partidos más antiguos e importantes de centro-izquierda en Europa. Hace unos días, un sorprendente sondeo mostró que la extrema derecha, la nacionalista y populista Alternativa por Alemania (AfD), obtendría un 16%, frente al 15,5% de los socialdemócratas. Tal vez sea una anécdota demoscópica, pero el 20,5% conseguido por la socialdemocracia en las últimas elecciones generales ya fue su resultado más bajo.

¿Otra gran coalición? ‘Nein, Danke!’La historia nos enseña que una Gran Coalición de los principales partidos de centro-izquierda y centro-derecha tiende a fortalecer los extremos, y ya ha sido así. La existencia de esta misma Gran Coalición durante 8 de los 12 años anteriores fue uno de los motivos de que AfD obtuviera el respaldo de uno de cada ocho alemanes en las elecciones del pasado septiembre. Y no olvidemos que, al lado de AfD, UKIP es un partido moderado, y Berlusconi, un distinguido caballero conservador.

La respuesta a la oleada de populismo antiliberal en Europa debe incluir la regeneración fundamental del centro-izquierda. En Francia, los socialistas prácticamente han desaparecido, y en la campaña italiana, el Partido Demócrata de Matteo Renzi está teniendo resultados casi tan malos como el SPD en Alemania. Los socialdemócratas alemanes no pueden regenerarse mientras estén en el Gobierno con sus principales adversarios. Por eso, los Jóvenes Socialistas, dirigidos por Kevin Kühnert, están recorriendo el país para tratar de convencer a sus camaradas de que voten no a la Gran Coalición.

La opinión general es que, después de cinco meses, Europa necesita desesperadamente un Gobierno estable en Alemania que dé una respuesta positiva a las ambiciosas propuestas europeas de Emmanuel Macron. El próximo año, hasta las europeas de 2019, va a ser crucial para dar nueva vida a la UE tras el Brexit. De ahí que el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, tuitee que “La Groko alemana es un hecho positivo”.

No estoy seguro de que sea necesaria una Groko alemana para que haya las coaliciones deseables en Europa, ni que sea lo mejor para el proyecto europeo a largo plazo. Imaginemos una posibilidad ligeramente pesimista, pero totalmente posible: de aquí a un par de años, la economía alemana se tambalea, al tiempo que los acuerdos impuestos por la Gran Coalición en la eurozona —por empeño de los socialdemócratas— obligan a Alemania a hacer transferencias de dinero a algún país del sur de Europa sumido en la crisis. Imaginemos la reacción de los alemanes descontentos: ¿un 20% para AfD en las siguientes elecciones?

El peor argumento en favor de una Gran Coalición es el que he oído con gran contundencia en Berlín: no hay alternativa. Pero ese tipo de política elitista y de “no hay alternativa” es precisamente lo que empuja a muchos populistas a votar por AfD, o Donald Trump, o el Brexit. Pónganse en el lugar de un alemán insatisfecho que en septiembre votó para que cambiaran las cosas y ahora ve que no ha cambiado absolutamente nada: la misma canciller, la misma coalición, la misma retórica vaga, y políticas muy similares.

Es evidente que celebrar ahora otras elecciones, tras cinco meses de confusión política sin precedentes, podría generar un voto de protesta aún mayor en favor de AfD. Pero existe una alternativa mejor, que la canciller y el presidente federal podrían intentar si el SPD vota no: un Gobierno democristiano en minoría, encabezado por Merkel. Sería una novedad en la historia de la República Federal, pero se ha hecho en otras muchas democracias, y en la Constitución alemana no hay nada que lo impida. De hecho, la sólida posición que otorga la Constitución a la figura del canciller podría incluso facilitarlo. Los partidos tradicionales de la oposición, el Partido Demócrata Libre y los Verdes, y también los socialdemócratas, le darían seguramente su apoyo en los grandes temas de consenso, como la política europea, la seguridad, los presupuestos y las votaciones de confianza. En otros asuntos, gobernar en minoría supondría perder ciertas votaciones en la Cámara, pero, como indica el historiador Heinrich-August Winkler, reforzaría la importancia de los debates parlamentarios y la labor de los comités. No solo no sería malo para la democracia parlamentaria, sino todo lo contrario.

La respuesta de Berlín a las propuestas europeas de Macron sería algo menos entusiasta, sobre todo en relación con la eurozona. Pero eso sería un reflejo veraz de lo que piensa la mayoría de los alemanes, que está muy lejos de la visión del antiguo líder del SPD Martin Schulz sobre unos Estados Unidos de Europa en 2025. Al mismo tiempo, los democristianos quizá se sentirían obligados a ofrecer algo más a Macron en política exterior, de seguridad y de defensa, sobre todo frente al terrible trío del Brexit, Trump y Putin. No solo no sería malo para Europa, sino todo lo contrario.

Es probable que un Gobierno en minoría presidido por Merkel no durase toda la legislatura, pero eso tampoco sería el fin del mundo. Admiro profundamente a la canciller, pero no cabe duda de que se acerca el momento del relevo en la dirección. Eso también es democracia. Unas elecciones en 2019 o 2020 con tres partidos más o menos liberales (socialdemócratas, demócratas libres y verdes) que hayan afinado sus políticas y su atractivo antipopulista peleando en la oposición, y con una líder nueva y joven al frente de los democristianos, no serían peores que unas elecciones anticipadas con una Gran Coalición rancia y debilitada. La opinión en Berlín está presidida en silencio por un lema conservador utilizado por primera vez en 1957: Keine Experimente! (¡Nada de experimentos!).Pero lo que Alemania necesita ahora es más bien el grito de Willy Brandt en 1969: “Mehr Demokratie wagen!” (¡Arriesguémonos a ser más democráticos!). El experimento de un Gobierno en minoría, de momento, crearía incertidumbres, pero, a la larga, sería mejor para Alemania y para Europa.

Timothy Garton Ash es catedrático de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia

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