Otras declaraciones

Felipe González, expresidente del Gobierno español.

Adolfo Suárez ha sido el presidente de la Transición democrática de España. El paso de una dictadura a una democracia pluralista, tantas veces frustrada en nuestro país, se debe a su tarea.

Sus cualidades para el diálogo y el compromiso, desde la fortaleza de su liderazgo, han sido claves para que nuestro país haya conseguido el marco de convivencia en libertad más importante de nuestra historia.

He compartido con él muchos momentos clave de nuestra historia y una amistad que superaba las discrepancias lógicas en el pluralismo de las ideas. Tengo un recuerdo imborrable de su figura y de su tarea. Quiero manifestar a su familia mis sentimientos de pesar y respeto en estos momentos de dolor.

José Luis Rodríguez Zapatero, expresidente del Gobierno español.

Nos ha dejado Adolfo Suárez. No es difícil imaginar que nuestro país le va a despedir con un sincero, justo y unánime homenaje. Se lo merece él y se lo merece la España de la democracia. Los sentimientos de afecto hacia su figura y los elogios hacia su tarea no nos van a sonar exagerados. Ésta es una ocasión para no contener ni los unos ni los otros, para no regatear el aprecio por una trayectoria pública, política, de servicio al Estado.

Adolfo Suárez lideró el cambio de una vieja y desgarrada nación a un país democrático y reconciliado consigo mismo. No somos los españoles muy dados a reconocer momentos épicos en nuestra historia, padecemos una especie de tentación fatalista, esa querencia a pensar que nuestra historia termina mal. Hoy más que nunca debemos reconocer que la Transición fue un gran ejemplo colectivo, un gran ejemplo para el mundo, y que esa hazaña sólo se entiende a partir de la actitud de Adolfo Suárez, de su afán de concordia, de su determinación, de su valentía. Una valentía que dejó una huella imborrable en su gesto ante los golpistas del 23F.

Aquella situación representa en cierta medida también la vertiente dramática de su trayectoria política y personal. Conoció la crítica dura y la soledad, pero nada borrará de nuestra memoria su grandeza y su ejemplo. Hoy más que nunca debemos reconocer que gracias a Adolfo Suárez y a los otros padres fundadores varias generaciones de españoles hayamos vivido en libertad, en paz y en democracia. Los grandes países saben honrar a sus grandes hombres. Esa es ahora nuestra tarea, nuestro deber con el Presidente Suárez, para que su recuerdo nos reconforte y estimule.

La conversación más larga que tuve con Adolfo Suárez fue el 12 de Octubre de 2001, en el desfile de las Fuerzas Armadas. Fue un diálogo afectuoso, me dió consejos para mi papel como líder de la oposición y, bajo un paraguas que él sostenía, advertí los síntomas de su pérdida de memoria. Una pérdida de memoria que representa una gran paradoja. Adolfo Suárez perdió aquello que gracias a él ganamos todos, la memoria de la concordia, del respeto y de la dignidad como país. Con mucho respeto, con mucha gratitud, debemos decir hoy, pues, que el servicio a España de Adolfo Suárez quedará para siempre en nuestra memoria.

Alfonso Guerra, exvicepresidente del Gobierno, fue el número dos del PSOE durante la Transición.

De las sombras de un régimen oprobioso emerge una figura nueva, con el rechazo de los suyos (¡qué error, qué inmenso error!) y la desconfianza de los demócratas (él ocupará la cima ideológica del régimen). Pero… un hombre joven, atractivo, sereno, moderado, seductor va progresivamente cambiando la valoración y el escenario. Tiene una visión clara de cómo arribar al puerto deseado por la mayoría, conoce el cauce a seguir para vencer la resistencia de las estructuras que quiere desmontar, y posee el encanto necesario para atraer al proyecto a los que estaban alejados del poder.

El paso del autoritarismo a la democracia, sin hundimiento del poder, le exige valentía, prudencia y poder de convicción. La Transición es fruto de la presión desde abajo, desde la mayoría del pueblo que anhela la catarsis democrática, y de la negociación por arriba de los que lideran las fuerzas políticas, las que devienen del régimen y las que han luchado contra él. No sería justo atribuir toda la responsabilidad del cambio a los dirigentes políticos, pues la presión de la población, con huelgas, manifestaciones, declaraciones, asambleas, fue el impulso que forzaría el tránsito, pero tampoco es verosímil orillar el papel de los políticos del momento. De todos ellos Adolfo Suárez ocupa el lugar principal, y Felipe González, Santiago Carrillo, el cardenal Tarancón, Fernando Abril y con una presencia e impulso simbólico capital Juan Carlos I.

Se cruzó un puente invisible entre dictadura y democracia. No fue fácil, un camino de avances y retrocesos, con violencia para abortar el proceso, un tiempo de incertidumbres pero también un tiempo de libertad, pero sobre todo un tiempo de consenso.

Se acertó aunque todos hubieran de sacrificar algunas de sus intenciones. Ninguno podría quedar totalmente satisfecho, pero nadie quedaba fuera del juego democrático, las reglas de convivencia garantizaban a todos la libertad y el respeto a las posiciones diferentes; la cara opuesta a la dictadura que se dejaba atrás.

En gran medida se debió a la clara voluntad de un hombre de cambiar la historia, Adolfo Suárez, al que en la hora de su muerte todos reconocen su valía y merecimientos.

Tras el enorme éxito político, electoral, internacional, llegó la decepción, el abandono, la soledad, el alejamiento de la vida política. Y por fin, el mal del siglo le impidió ver cómo evolucionaba su figura en la consideración general. A la vista de los acontecimientos su talla se agigantó y pocos negaron su valentía e intuición. Ante el abandono definitivo nos queda la evocación de un hombre que a todos sorprendió, a muchos cautivó, y que a la inmensa mayoría produce hoy una serena nostalgia de un tiempo que pasó.

A su familia, nuestro pesar compartido; a nuestro amigo, descansa en paz.

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