Pablo Iglesias o la banda de Jesse James

Cualquier ciudadano que conozca algo del Madrid en el que se encuentra el Congreso conocerá sin duda que este edificio está rodeado por un buen conjunto de teatros en los que el espectador podrá elegir entre una amplia variedad de repertorios. El Parlamento en sí no es un teatro como tal, pero hay que decir que la política -y la oratoria- tiene algo que ver con las bambalinas. La retórica, la declamación, el supuesto enfado que uno debe autoprovocarse antes de salir al estrado-escenario... Se diría que teatro y política van bastante de la mano.

Pero eso ya es evidente en esta legislatura que apenas comienza y a lo mejor acaba antes casi de empezar. El teatro -o el cine, que es versión más moderna de este- ha producido una rotunda entrada en el hemiciclo de las Cortes.

Y esto se va pareciendo cada vez más a una película del Far West, donde pretenden campar a sus anchas un grupo de -presuntos- bandidos en una suerte de suave duelo a muerte en OK Corral. Una banda capitaneada por un Jesse James con coleta; en la compañía inefable de Billy El Niño y de un trasunto de Juana Calamidad que ya no sirve a las órdenes del general Custer -representante de la buena burguesía americana y del poder establecido- y que va dejando atrás a su querido bebé, amortizado ya después de la teatral ceremonia del juramento-promesa.

Pablo Iglesias o la banda de Jesse JamesLa banda de Jesse James se ha determinado a sí misma salir de sus viejos espacios de poder para hacerse con otros ámbitos, con todos los demás. Al principio le bastaba con laminar a los grupúsculos de los que traía su causa, que eran los orates extremistas que vivían en los aledaños del sistem a, de nombre Izquierda Unida para mayor aclaración. No llegaban estos últimos siquiera a constituirse en banda y su derrota era más que previsible, toda vez que en las elecciones europeas de 2014, la tropa de James irrumpía con fuerza en el escenario político. Tendrían aquellos  que cambiar de líder, pero ni aun así podrían contener la inmoderada fuerza de Jesse, Billy y Juanita.

De modo que la banda se pondría a ganar el espacio de quienes atesoran el periodo más largo de gobierno en la historia de la democracia española, el socialista. Y en eso están. Han marcado su terreno, se lo disputan y se lo chulean. Porque Jesse y los suyos ya no están dispuestos a pasar más tiempo por forajidos de leyenda y recoger las migajas que les otorga el sistema en forma de canonjías universitarias que llevan de la mano el control de sus centros. Ahora quieren constituirse en la única ley que se ejerce al este del río Pecos y ponerse la medalla de sheriff adjudicando la de ayudante -por el momento- al que debiera ostentar la verdadera condición del mando. Tú tendrás tu despacho, le viene a decir. Pero yo me quedo con las llaves que abren el candado de las armas y las que cierran los barrotes del calabozo donde meteremos a los que se me opongan.

Y no deja de resultar una buena idea para una nueva película del Oeste. El forajido aparenta haber dejado su actividad delictiva para mejor ocasión y ahora aspira sólo al poder... desde el cual imponer seguramente su particular modo de entender la legalidad y la democracia. Una legalidad y una democracia que no sirven para el acuerdo, desde luego, sino para una suerte de dictadura popular hecha de medidas grandilocuentes, económicamente calamitosas -que no para otra cosa está Juana- y que nos conducirían más pronto que tarde a la ruina total... con tal de que no venga a salvarnos el poder federal en forma de Comisión Europea y poner así orden en las cuentas españolas.

Lo que no cabe es dejar de hacerles frente, con la ley en la mano y la palabra parlamentaria. No caben escapatorias. En el magnífico diálogo en que uno de los protagonistas de la película Solo ante el peligro le advierte al personaje de Gary Cooper que la pelea que está dispuesto a librar contra sus perseguidores será muy desigual y la derrota probable, el sheriff razona de la manera siguiente: "No tengo alternativa, allá donde vaya ellos me encontrarán".

No, no vivimos un tiempo para cobardes, pusilánimes y vagos. El nuestro, el del Far West en que al parecer quieren algunos convertir España, merece de otras gentes y otras respuestas. Si no queremos que la banda de James se haga con el control de nuestras vidas y de nuestras haciendas... o que vengan a salvarnos otros, que siempre es peor solución.

Fernando Maura es diputado nacional de Ciudadanos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *