Padres pobres: ¿hijos ricos?

La desigualdad de ingresos se ha convertido en una de las principales preocupaciones entre los ciudadanos y los legisladores. Sin embargo, no hemos prestado atención a una cuestión que guarda relación con esta desigualdad y que, en mi opinión, es clave para explicarla. Me refiero a la movilidad de ingresos, es decir, a qué probabilidades tienen los hijos de padres con bajos ingresos de llegar hasta lo más alto.

A todos nos gustaría creer que todos los niños cuentan con las mismas oportunidades de convertirse en personas prósperas, y que el denominado “sueño americano” es posible. Es decir: un gran esfuerzo y una buena aptitud deberían bastar para elevarnos hasta la cima. Ahora bien: ¿es esto una verdad científica?

Si dividimos la población en cinco niveles de riqueza, una movilidad intergeneracional perfecta implicaría que, independientemente del quintil de ingresos al que pertenezcan los padres, un niño tiene un 20% de probabilidades de situarse en cualquier otro quintil de ingresos en el futuro.

Sin embargo, la realidad nos muestra que la movilidad intergeneracional perfecta no existe. Un documento de trabajo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) del 2009 reveló que existe una relación entre el origen socioeconómico de los padres, los resultados educativos y el salario de sus hijos en todos los países para los que existían datos. Países como Reino Unido, Italia, Estados Unidos y Francia presentan una movilidad generacional especialmente baja; en cambio, en Canadá, Finlandia, Noruega y Dinamarca, la movilidad es más elevada.

Un trabajo reciente de Chetty muestra diferencias incluso dentro de Estados Unidos. La “tierra de las oportunidades” lo es únicamente en algunas áreas concentradas geográficamente. Por ejemplo, en Charlotte, en el estado de Carolina del Norte, la probabilidad de que un niño proveniente de una familia del quintil más bajo de la distribución nacional de los ingresos llegue al quintil más alto es de un 4,4%; mientras que en San Jose, en California, es de un 12,9%.

¿Por qué debería importarnos entonces la movilidad social? En primer lugar, desde el punto de vista de los ciudadanos, parece injusto estar condicionado por nuestro origen. En segundo lugar, desde el punto de vista de la sociedad, una baja movilidad social contribuye al riesgo de que los individuos no desarrollen todo su potencial, dando lugar al desperdicio de talento. Por último, una movilidad social baja parece estar relacionada con una mayor desigualdad global.

Incluso si decidimos que la movilidad social debería ser un objetivo político, surgen una serie de preguntas. La primera es qué nivel de movilidad de ingresos deberíamos tener como objetivo. Una movilidad de ingresos perfecta parece ser el objetivo adecuado al que aspirar, pero esto no es tan obvio. Si en cierta medida los ingresos están determinados por la aptitud y esta es hereditaria, incluso una sociedad que ofreciera una igualdad de oportunidades perfecta carecería de cierta movilidad de ingresos. No obstante, el hecho de que la movilidad varíe enormemente entre países sugiere que al menos algunos de ellos podrían mejorar algunas cosas.

La segunda pregunta es cómo alcanzarla. Hay investigadores que señalan que al menos en Estados Unidos, existen cinco características significativas que persisten en áreas con alta movilidad: menos segregación racial y de ingresos entre barrios; sistemas educativos de mejor calidad; mayor nivel de participación de la comunidad y las redes; menor desigualdad de ingresos, y estructuras familiares más fuertes.

Varios estudios destacan la inversión en educación como puente hacia un aumento de la movilidad social. Un aspecto importante es que la financiación de la educación varía considerablemente entre los diferentes países. En muchos países europeos está financiada principal o exclusivamente por el Gobierno, mientras que en Estados Unidos hay una parte importante de financiación privada. Así, los datos demuestran que las familias de los quintiles de ingresos altos gastan más en la educación de sus hijos, y parece que es una tendencia en aumento.

Hay muestras de que los sistemas gubernamentales universales de préstamos para la educación superior están asociados a una mayor movilidad social, medida por la probabilidad que tienen los niños de familias desfavorecidas de completar estudios superiores (OCDE, 2009).

Por lo tanto, la solución para impulsar la movilidad social resulta ser la misma que para muchos otros problemas de la sociedad: una mejor educación. Esto implica, además, una educación dirigida a los niños de familias carentes de recursos (financieros o de otro tipo) para ayudarlos a empezar su vida de la mejor forma posible.

Morten Olsen es profesor de Economía del IESE.

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