Paisaje después de la caída

Uno. El 25 de julio del 2014 quedará marcado, en la historia de España, por la publicación de la nota emitida por el president Pujol en la que reconoce la existencia en el extranjero, durante más de treinta años, de un depósito no declarado a Hacienda, procedente -según él- de la herencia de su padre y que figura a nombre de su mujer y de algunos de sus hijos. Pujol ha pretendido, con esta nota, asumir las responsabilidades dimanantes de este hecho, exonerando así a su familia. Su confesión produjo, de entrada, perplejidad; más tarde, indignación; y, por último, una variedad de reacciones que van desde la consternación a la crítica feroz, pasando por el rechazo, el escarnio, la tristeza y la compasión. No en vano Pujol ha sido el protagonista indiscutible de la política catalana, y uno de los actores principales de la española, durante más de treinta años. Pero, en todo caso, es general la preocupación por cómo este suceso incidirá en el difícil proceso político en el que se halla inmersa Catalunya.

Dos. El futuro vendrá determinado, a medida que se racionalice lo sucedido, por tres hechos: 1) La exigencia de responsabilidades jurídicas a todos los implicados, que no serán sólo los miembros de la familia Pujol, pues -pese a la errónea calificación de los hechos por el president Mas como algo privado y familiar- no es concebible lo sucedido, dada su magnitud, sin la cooperación necesaria, al menos, de otras muchas personas -políticos, funcionarios o empresarios- cuyos nombres aparecerán, en un constante goteo, durante las próximas semanas. 2) La arraigada y exacta convicción de que la corrupción es común a todos los partidos políticos españoles en grado directamente proporcional a su participación en la política de gestión, por lo que, sin perjuicio de llegar hasta el final en la exigencia de responsabilidades al president Pujol y demás implicados, lo sucedido no puede servir de pretexto para descalificar y obviar las reivindicaciones catalanas. 3) La sospecha -justificada o no- de que la revelación en este momento de unos hechos conocidos hace ya tiempo ha sido instrumentalizada en función de la actual confrontación política en torno al derecho a decidir.

Tres. De ahí que sea aventurado deducir, como corolario obligado de este grave suceso, que la reivindicación independentista de Catalunya ha sufrido con él un revés irreversible. Su incidencia se verá el próximo 11 de septiembre, ya que también puede ocurrir que contribuya a la radicalización del soberanismo. Ahora bien, sí parecen inevitables dos consecuencias de lo sucedido: 1) Convergència está herida de muerte, ya que nunca fue un partido al uso, sino un movimiento nacional de carácter transversal vertebrado por la figura irrepetible del president Pujol, por lo que la refundación de que se habla será, de hecho, la creación de otro partido. 2) La vida política del president Mas se agotará con esta legislatura, como simple epígono del pujolismo que es.

Cuatro. El president Pujol, al igual que los demás implicados, deberá responder ante los tribunales y la Hacienda pública, pero no -a mi juicio- ante el Parlament de Catalunya. Este sólo ha de depurar responsabilidades políticas, y el president Pujol ya no tiene ninguna responsabilidad política pendiente, máxime después de haber renunciado a todos los privilegios y prebendas que su condición de expresidente le otorga. Su comparecencia parlamentaria sólo serviría para facilitar a los demás partidos la ocasión de convertirle en la víctima ritual ofrecida en expiación de los pecados de todos. Las responsabilidades políticas que sí deberían dilucidarse son las de aquellos políticos, aún en ejercicio, que formaron presuntamente parte de la trama que hizo posible el fraude.

Cinco. Algunas reacciones personales de antiguos colaboradores del president Pujol han revestido caracteres de indignidad manifiesta. Pese a deberle toda su carrera, han escupido en el plato donde habían comido. Al obrar así, además de destacar su miseria personal, han puesto de relieve, una vez más, que el president Pujol era y es muy superior a la media de los políticos en talento, formación y coraje. Nunca le voté porque siempre le tuve por adversario, pero siempre he valorado en mucho sus cualidades. Por eso hoy, cuando le veo caído y en trance de ser juzgado -también por la historia, cuyo juicio es a buen seguro el que más teme-, lamento un desenlace que él no acertó a prever y evitar cuando aún era tiempo. Quizá más por debilidad que por interés personal.

Seis. Las responsabilidades jurídicas son individuales, pero ello no obsta para que muchos hayamos podido contribuir a generar un ámbito viciado, en el que la corrupción sea más fácil, con nuestro silencio interesado, nuestro temeroso mirar hacia otro lado, nuestra blanda tolerancia para con “los nuestros”, nuestra egoísta comodidad y nuestra calculada cobardía. La libertad se hace efectiva en política mediante la crítica y, en especial, mediante la crítica a “los nuestros”. Mediante la palabra libre.

Juan-José López Burniol

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *