Pandemia y pandemónium

Pandemia, una de las palabras más empleadas estos últimos días, deriva del griego pan (todos) y demos (el pueblo). En epidemiología, pandemia es el término que describe una enfermedad que afecta a muchas personas en distintos países y continentes. Es, en esencia, una epidemia de gran extensión. Pandemónium, que también deriva del griego, es un término usado habitualmente para designar un lugar tumultuoso, donde existe confusión extrema y desorden. La situación de alerta mundial emitida y actualizada por la OMS respecto del riesgo de pandemia gripal, por la aparición, transmisión y diseminación entre las personas de una cepa de gripe A(H1N1) que es "nueva" ha desencadenado un cierto pandemónium.

Las pandemias de gripe se caracterizan únicamente por su extensión (número de enfermos en todo el mundo y lugares afectados). La gravedad clínica de la gripe no interviene para nada en la definición de pandemia. Podríamos hablar, por ejemplo, de pandemia de obesidad o de accidentes de tráfico.

Las tres pandemias gripales del siglo XX nos han enseñado que una cepa nueva del virus de la gripe puede provocar epidemias que progresan rápidamente, con casos en diferentes lugares del mundo, fuera de la estación habitual (otoño-invierno), en dos o tres oleadas de duración prolongada (8-12 semanas) y con elevadas tasas de infección (número de ciudadanos que se infectan, teniendo en cuenta que no todos los infectados enferman). La gravedad (número y tipo de pacientes que requieren hospitalización o tienen complicaciones clínicas) y la mortalidad de la gripe (número de pacientes que fallecen por la infección) han sido bajas (inferiores al 0,1%), excepto en la pandemia de 1918 (1,5% aproximadamente). Estas pandemias se han presentado siempre de forma imprevisible: no hay modelos de predicción adecuados que nos permitan asegurar que va a suceder.

La OMS tiene reglas para determinar los niveles de alerta pandémica y tiene información respecto de la evolución y tipo del virus gripal circulante en el mundo. Lo que está haciendo es aplicar estas reglas y recordar a los Gobiernos y a los ciudadanos que deben utilizar una serie de planes de vigilancia y preparación de los que ya disponen, que contemplan un conjunto de medidas a aplicar en caso necesario, para reducir y mitigar el impacto de una posible pandemia. Impacto no son necesariamente muertes: impacto puede ser la necesidad de suspender clases, recomendar a los afectados que se queden en casa, reducir los viajes o modificar algunas actividades que realizamos normalmente.

Los epidemiólogos trabajamos habitualmente en condiciones de incertidumbre. Una de las enseñanzas básicas que recibimos es que, frente a una nueva posible enfermedad o epidemia, siempre debemos considerar y explicar claramente lo que sabemos (los datos), lo que creemos (las hipótesis) y lo que podemos probar (las explicaciones o afirmaciones contrastadas). Los momentos iniciales de una epidemia son siempre complicados. La rapidez en tomar decisiones es crítica: si algo debe o puede funcionar, hay que hacerlo lo antes posible, aun a riesgo de equivocarse. Si esperamos a tener grandes confirmaciones, en muchas ocasiones se reaccionará tarde y mal en la prevención y control de su posible extensión. Estos primeros días, con la aparición de casos de la "nueva" gripe importados de México en España, y con la confirmación de un primer caso de transmisión local por contacto directo y próximo, el sistema sanitario se ha puesto rápidamente en alerta y se ha movilizado y preparado para diferentes eventualidades y escenarios.

En la situación actual, que es incierta, existe una gran responsabilidad: la que tenemos todos y cada uno de nosotros como ciudadanos de una sociedad democrática. La responsabilidad de analizar la información que nos llega, tanto la oficial como la de los medios, procesarla adecuadamente y actuar en consecuencia. La responsabilidad de evaluar el riesgo posible y no minimizarlo ni magnificarlo. La responsabilidad de actuar siempre pensando como individuos, pero también pensando en nuestros conciudadanos. Juntos nos defenderemos mejor frente a esta y otras amenazas sanitarias.

Los medios de comunicación y la Administración pública, sobre todo la que dirige nuestro sistema sanitario, tienen también el deber de informar y transmitir a los ciudadanos, con claridad, coherencia y sin alarmismo, lo que está sucediendo en cada momento y las medidas que pueden y deben adoptarse. Al mismo tiempo, la sociedad debe exigir que las decisiones tengan siempre el adecuado soporte científico y técnico y sean proporcionales a los fines perseguidos.

Podemos y debemos hacer las cosas aún mejor, sin duda. La colaboración entre los distintos estamentos implicados y sobre todo la dedicación y esfuerzos de todos los profesionales sanitarios encargados de esta primera respuesta está siendo ejemplar. Nuestro único interés es el interés de los pacientes y de la sociedad. Algunos tenemos el privilegio de trabajar directamente con estos profesionales y poder explicarlo luego públicamente. A todos ellos, muchas gracias.

Antoni Trilla, médico Epidemiólogo. Hospital Clínic-Universidad de Barcelona.