Pandemias que convulsionaron el mundo

Pandemias que convulsionaron el mundo

Lo que hace unas semanas resultaba inimaginable finalmente ha ocurrido: los españoles están encerrados en sus casas para combatir el coronavirus, mientras que muy diversos países toman medidas cada vez más drásticas para frenar la propagación de la mayor pandemia del siglo XXI. Pero antes de que cunda el pánico conviene poner esta crisis sanitaria en perspectiva histórica.

Muchas son las epidemias que ha padecido la humanidad, algunas incluso acabando con pueblos enteros. Entre las pandemias más devastadoras cabe destacar la peste negra, causada por una bacteria que llegó de Asia y se propagó por Europa en el siglo XIV provocando la muerte de en torno a un tercio de la población europea.

Otro brote de la peste se volvió a extender por Europa de 1647 a 1652, y afectó a España con especial virulencia. Sevilla perdió casi la mitad de su población por esta epidemia; los carros circulaban todos los días por las calles de esta ciudad recogiendo los cuerpos de los muertos abandonados por sus familias. Se entiende por qué el miedo a las epidemias ha pasado de generación en generación.

La pandemia más mortídera de todos los tiempos no fue la peste sino la gripe española, injustamente llamada así, ya que comenzó en Estados Unidos en 1918; en solo un año murieron cerca de cuarenta millones, y aunque esta gripe no duró más que dos años, se estima que el número de víctimas fue en torno a los cien millones de personas.

Ya en tiempos más recientes, en los años ochenta del siglo pasado, el SIDA conmocionó al mundo hasta el punto de ser descrita como la peste del siglo XX. Al no ser tan contagiosa como las otras que hemos mencionado no fue tan mortífera como inicialmente se temía, pero aun así ha segado la vida a treinta y ocho millones de personas.

Lo que hace que las epidemias del siglo XXI sean tan graves es la rapidez con la que se propagan. Los medios de transporte son su aliado principal. La razón por la que un virus localizado en una provincia china hace tan solo cuatro meses ha acabado poniendo en cuarentena a países como España e Italia se debe principalmente a los grandes flujos de población que son trasladados todos los días en avión.

En lo que lleva de siglo XXI hemos visto cómo el terrorismo se convierte en un fenómeno global, luego la crisis económica y ahora las epidemias. Un mundo tan interconectado como el nuestro muestra hasta qué punto los estados nación e incluso un supraestado como la Unión Europea no bastan por sí solos para combatir amenazas globales. Si bien es cierto que el mundo globalizado es el que transforma una epidemia en una pandemia en muy poco tiempo, también es la globalización la que permite derrotarla; en crisis sanitarias como esta nos damos cuenta de la utilidad de organismos especializados como la Organización Mundial de la Salud y de lo importante que es la cooperación internacional para frenar la propagación del coronavirus.

Las pandemias no sólo dejan una estela de muerte y enfermedad, sino también suelen traer la crisis económica. Aún no sabemos la gravedad de esta crisis que nos ha sorprendido sin haber logrado recuperarnos de la más reciente. Ahora bien, las pandemias también han generado beneficios a largo plazo; la escasez de mano de obra en Europa provocada por la peste en el siglo XIV permitió a los campesinos supervivientes que hasta entonces eran siervos sin derechos, comenzar a cobrar por su trabajo, poniendo de esta forma fin al feudalismo; el poder adquisitivo de los campesinos contribuyó al surgimiento de una sociedad cada vez más rica y urbana que hizo posible el Renacimiento. En Estados Unidos, el fin de la gripe española dio paso a la euforia financiera de los felices años veinte.

El coronavirus puede traer beneficios a larzo plazo haciéndonos reflexionar sobre la fragilidad del sistema en que vivimos y los problemas asociados a una constante movilidad de grandes sectores de la población, ya sea por trabajo o por ocio. El primer beneficiado por ahora es el medio ambiente ya que la contaminación ha descendido drásticamente en las ciudades que están en cuarantena. Esta pandemia va a permitir que tanto las empersas como los trabajadores entiendan los beneficios del teletrabajo, al comprobar hasta qué punto permitir a las personas hacer su trabajo a través de internet y desde sus casas ahorra tiempo, dinero y puede aumentar la productividad. Quizás también sirva para que surja una sociedad en la que se valore más el conocimiento científico y la investigación y los verdaderos expertos tengan un papel más relevante. Se avecinan grandes cambios.

Julio Crespo MacLennan es historiador y profesor de Relaciones Internacionales, IE Universidad.

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