Papa Francisco: Divorciados, pero no de la Iglesia católica

Con su nueva exhortación apostólica “Amoris Laetitia” o “La alegría del amor”, el Papa Francisco reafirma vidas y cura muchas heridas, aunque su enfoque producirá confusión y conflicto.

Si la gente cree que en este documento el papa podría darle una dirección clara a los católicos divorciados que volvieron a casarse civilmente y buscan la comunión, se sentirán decepcionados. En vez de eso le habla de forma honesta e inesperada a un gran número de familias católicas que sienten que la iglesia se ha vuelto irrelevante en sus vidas.

Él es crítico con la iglesia por imponer muchas veces una visión rígida y poco realista de la vida conyugal. “Nos corresponde una reacción de autocrítica saludable”, dice, porque “hemos presentado un ideal teológico del matrimonio demasiado abstracto, casi artificiosamente construido”, que es “lejano” del mundo real y no ha hecho que “el matrimonio sea más deseable y atractivo, sino todo lo contrario”.

Francisco también señala los obstáculos a la vitalidad y la felicidad de las familias y parejas casadas que provienen de la desigualdad, el individualismo, el materialismo y la tecnología.

Pero lo que realmente llama la atención de “Amoris Laetitia” es el enfoque recurrente del papa en las deficiencias de la iglesia al momento de hablarle a millones y millones de católicos que no están en la iglesia.

Esta ausencia se debe, en la mayoría de los casos, a la indiferencia más allá de la preparación de un matrimonio idealizado o excesivamente técnico que termina siendo una boda pintoresca. Pero otros se sienten a la deriva a causa de su orientación sexual, o porque su divorcio les impide recibir el sacramento de la comunión.

Con esta exhortación, Francisco llama a la iglesia y a sus pastores a ser más sensibles y misericordiosos al tratar de involucrar a estos miembros de su rebaño.

Francisco reafirma la oposición de la Iglesia al matrimonio entre personas del mismo sexo, pero lo enmarca con un realismo mucho más sincero del que cabría esperar de un documento papal: “Tenemos que reconocer la gran variedad de situaciones familiares”.

En el octavo capítulo de la exhortación, el papa no ofrece nuevas reglas que permitan a los católicos divorciados que se han vuelto a casar recibir el sacramento de la comunión.

En vez de eso, desafía a los sacerdotes a discernir, a través de la oración reflexiva y el diálogo, la mejor manera de recibir a los divorciados que buscan ser incluidos de forma significativa en la vida universal de la iglesia. Sin lugar a dudas, esto será interpretado por algunos como una apertura para que los católicos divorciados reciban el sacramento de la comunión, pero eso no necesariamente es así.

Francisco no modifica las enseñanzas católicas ni exige que los párrocos simplemente hagan cumplir las normas. De hecho, empodera a los católicos divorciados y a sus sacerdotes para que tengan conversaciones serias y maduras sobre la comunión. Él confía en que tomarán decisiones prudentes y responsables en lugar de aceptar o ignorar un fallo de la autoridad.

Por esta razón, el octavo capítulo de esta exhortación creará divisiones intelectuales y teológicas en todo el mundo. Los bandos opuestos encontrarán una amplia evidencia de sus posiciones. Pero no creo que eso le importe a Francisco.

Creo que está mucho más preocupado por fomentar que millones de católicos vuelvan a pensar en lo que la Iglesia católica puede ofrecerles en su vida familiar, y eso se inicia con una evaluación honesta de todo lo que la iglesia puede mejorar.

Randy Boyagoda, profesor de Estudios Americanos en la Universidad de Ryerson en Toronto, es el autor del libro “Richard John Neuhaus: A Life in the Public Square”.

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