El pasado jueves, los dos lideres que más y mejor han trabajado en pro del llamado proceso de paz, José Luis Rodríguez Zapatero y Josu Jon Imaz, explicaron por qué ese intento había fracasado: ETA quería imponer su proyecto político, no solamente a sus interlocutores, sino al conjunto de la sociedad. Obviamente le contestaron que no y el proceso fracasó.
"ETA plantea objetivos políticos que nunca va a conseguir con violencia mientras yo sea presidente", dijo Rodríguez Zapatero en Cuatro, y ante la pregunta de Iñaki Gabilondo de por qué dio por verificada su voluntad de dejar las armas, respondió que "no me habría perdonado no haberlos sondeado si hubiera sido cierto que querían dejar la violencia. Mantenía el objetivo de que ETA asumiera que ni ahora, ni antes, ni después cedería la democracia a sus objetivos políticos".
Josu Jon Imaz, ese mismo jueves, afirmó que el PNV "no va a aceptar nunca la imposición totalitaria de una ETA que pretende imponer sus objetivos políticos a través de la violencia y la amenaza", e hizo suya la frase del lendakari José Antonio Aguirre del 1 de octubre de 1936: "Os decimos con entera lealtad: hasta vencer al fascismo, el patriotismo vasco, el nacionalismo vasco, seguirá firme en su puesto", para añadir que "hoy, como hace 70 años, nuevamente se trata de defender la libertad frente al totalitarismo porque, frente a aquellos que amenazan con asesinar a personas por el simple hecho de pensar diferente, el PNV estará siempre en la defensa de la libertad".
Este es el meollo del asunto. ETA quiere imponer su proyecto político, el de siempre, del que no se ha movido un ápice desde hace 40 años: un Estado vasco independiente, unificado (las siete provincias) euskaldún y socialista, aunque a veces, como en el último comunicado, se limite a los dos primeros. Como no conseguirá que prospere su proyecto por procedimientos democráticos, ya que la inmensa mayoría de vascos no comulgamos con él, recurre a la violencia. Este punto es clave. La violencia no es la consecuencia de un problema político no resuelto, sino la manifestación de la impotencia del MLNV para lograr que los vascos avalemos su proyecto. La violencia de ETA es el mayor problema para la sociedad vasca y española. Problema social y personal, pues conlleva que haya gente escoltada y amenazada, y político, pues impide que las diferencias políticas sean abordadas como en toda sociedad democrática: en las urnas sin el hálito de la pistola en la nuca.
La violencia es su moneda de cambio. ETA, sin violencia (y los 150.000 o 200.000 vascos que en grado diverso están detrás), no sería nada. Esto es lo que dificulta enormemente su desaparición y su derrota. Necesitan la violencia y la amenaza del terror para que nos ocupemos de ellos. Sin violencia solo les quedaría negociar la suerte de sus presos y, parece claro que aún no han llegado a ese punto. Y como hay miles de vascos que la apoyan (insisto que en grados diversos), se hace imposible su derrota militar o policial. Siempre habrá recambio. De ahí la importancia de trabajar en dos frentes: policial y extrapolicial mediante encuentros, negociaciones, discusiones etcétera, con todos, cuando proceda.
¿Qué hacer ahora? Volver a intentarlo. Esto no es un punto final, sino otro intento más fallido. Nada será igual (no hay ya treguas creíbles), pero tampoco radicalmente diferente. Necesitamos actuar políticamente "como si ETA no existiera" y sacarla del epicentro de la política española (aquí la responsabilidad del PP y su coro mediático pasará a los libros de historia). Tampoco actuar en otros campos a tenor de lo que haga ETA. ANV, De Juana y Otegi son los mismos antes y después de la ruptura formal del alto el fuego. Hay que volver al espíritu del Pacto de Ajuria Enea: demócratas frente a violentos. No confundir nacionalismo con terrorismo (además de falso, legitima a ETA), mucha inteligencia en los próximos contactos (que los habrá), menos publicidad a ETA (si no aceptan preguntas en sus ruedas de prensa ¿por qué van los periodistas? Basta con un fax) y reconocer que necesitaremos apoyos y mediaciones fuera de España.
NO SE TRATA de aislar a los violentos cuanto de plantarles cara. Deslegitimando la violencia de ETA. Los violentos no son más nacionalistas que los demás nacionalistas, ni más socialistas que los demás socialistas, ni defienden más que otros el euskera ni las relaciones entre los vascos del norte y del sur del Bidasoa. Lo que les singulariza es que son totalitarios y violentos (dejen de llamarles radicales). Y punto. En este empeño, la labor central toca a los vascos nacionalistas, pues aun sin olvidar, como tan acertadamente ha explicado en estas páginas Iñigo Bullain, el carácter antisistema del MLNV, ETA insiste en su dimensión nacionalista para lograr el apoyo ciudadano. ETA surge de una escisión en el PNV. Es al PNV a quien le toca liderar la deslegitimación del proyecto de ETA y acabar con ella. Para lo que se necesita que el liderazgo de Imaz se afirme. Hoy más que nunca la prioridad de prioridades del PNV debe ser acabar con ETA.
Javier Elzo, catedrático de Sociología en Deusto.