La reciente visita al Departamento de Estado de los Estados Unidos de Dmitri Rogozin, enviado especial del Presidente de Rusia para la cooperación con la OTAN en materia de defensa antimisiles, pone de relieve uno de los numerosos obstáculos para la cooperación ruso-estadounidense en materia de defensa antimisiles balísticos (DAB). Los ministros de Asuntos Exteriores y de Defensa de Rusia han afirmado la primacía del diálogo con los EE.UU., pero con perspectivas y prioridades diversas. Los diplomáticos de Rusia han adoptado en general, pero no siempre, una postura más dura, mientras que Rogozin ha estado impulsando un programa propio en materia de DAB.
Otra complicación es la incertidumbre sobre quién gobernará en Rusia. Dadas las diferentes opiniones del Presidente Dmitri Medvedev y el ex Presidente y actual Primer Ministro Vladimir Putin, candidatos principales a las elecciones presidenciales del año próximo, muchos burócratas rusos prefieren no ofrecer iniciativas audaces en materia de DAB y otras cuestiones relativas al control de las armas estratégicas hasta saber quién será el próximo presidente. Medvedev parece menos temeroso de la OTAN que su semiparanoide predecesor, pero Putin ha dado muestras en el pasado de una flexibilidad sorprendente en relación con algunas cuestiones estratégicas.
Las evaluaciones conjuntas sobre las amenazas en materia de misiles que el Gobierno de Rusia llevó a cabo recientemente con la OTAN y los EE.UU. revelaron muchas coincidencias entre los expertos técnicos participantes, pero algunas diferencias fundamentales entre los estrategas encargados de la formulación de políticas. Por ejemplo, mientras que los representantes occidentales ven en general en el Irán una amenaza cada vez mayor, muchos rusos siguen insistiendo en que el régimen iraní no ha dejado de ser una amenaza de proliferación que se puede abordar por medios diferentes de la DAB, como, por ejemplo, la diplomacia y las sanciones internacionales limitadas.
De forma más general y por razones de orgullo e historia, muchos rusos se niegan a creer que las autoridades de los EE.UU. hayan llegado a sentirse más preocupadas por el mínimo potencial estratégico del Irán que por las sólidas fuerzas nucleares de Rusia. Así, pues, suponen que, pese a las manifestaciones americanas en sentido contrario, los EE.UU. pretenden conseguir capacidades en materia de DAB que puedan anular los medios de disuasión estratégica de Rusia bajo la apariencia de proteger a su país y a sus aliados contra el Irán.
En las negociaciones bilaterales con Moscú, los funcionarios de los EE.UU. han estado ofreciendo cuatro proyectos concretos de colaboración en materia de DAB:
- centros binacionales y multinacionales dirigidos conjuntamente en los que el personal ruso pueda ver el carácter no amenazante de las actividades de defensa antimisiles de los EE.UU. y la OTAN;
- estudios conjuntos de expertos rusos y estadounidenses sobre cómo podría afectar la DAB a la capacidad nuclear disuasoria de Rusia y qué medidas se pueden adoptar para reducir al mínimo cualesquiera problemas que pudieran surgir;
- ejercicios más amplios de la OTAN y Rusia con DAB en el campo de operaciones que partan de la colaboración anterior, interrumpida por la guerra de Rusia con Georgia en agosto de 2008, y en los que se ensayen las formas como las fuerzas desplegadas por la OTAN y Rusia pueden defenderse conjuntamente contra las amenazas con misiles; y
- un marco jurídico subyacente para apoyar esos y otros proyectos de cooperación.
Los funcionarios rusos han expresado cierto interés en dichos proyectos (algunos de los cuales fueron propuestos originalmente por el Kremlin), pero han insistido en la consecución de un consenso previo con los EE.UU. sobre los principios estratégicos subyacentes. Ante todo, quieren que este último país firme un acuerdo jurídicamente vinculante en el que se declare que su DAB nunca será una amenaza para la capacidad nuclear disuasoria de Rusia.
Los funcionarios americanos subrayan que no intentarán anular la capacidad estratégica disuasoria de Rusia, intento imposible, dados el tamaño y la complejidad de las fuerzas nucleares ofensivas de Rusia, pero el gobierno de Obama no puede firmar un acuerdo en el que declare que limitará deliberadamente la capacidad de los Estados Unidos para protegerse a sí mismos y a sus aliados de los ataques extranjeros con misiles.
Aparte de esos debates concretos sobre la DAB, las medidas de control de las armas adoptadas por los EE.UU. junto con Rusia se centran actualmente en las conversaciones sobre estabilidad estratégica y otros diálogos destinados a establecer un fundamento conceptual favorable para la próxima ronda de negociaciones oficiales sobre el control de las armas. En dichas conversaciones se podrían abordar muchas de las cuestiones dejadas de lado con las prisas por concluir el nuevo Tratado START. Además de la defensa antimisiles, otros temas podrían ser las armas nucleares no estratégicas (tácticas), las cabezas nucleares de reserva que se han retirado de los arsenales operacionales, pero aún no se han destruido, y la colocación de municiones tradicionales en los sistemas vectores estratégicos, como, por ejemplo, los misiles balísticos de gran alcance, que normalmente se utilizan para transportar cabezas nucleares.
Esas conversaciones se están celebrando bilateralmente, entre Rusia y los EE.UU., y multilateralmente, en el marco de las llamadas conversaciones P-5, en las que participan los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, los únicos países a los que el Tratado sobre la no proliferación de las armas nucleares permite legalmente mantener armas nucleares en espera del desarme universal.
En los diálogos recientes entre los EE.UU. y Rusia se han abordado formas de pasar de un mundo caracterizado por la destrucción mutua asegurada a otro basado en la estabilidad mutua asegurada, pero han topado con dificultades. Sólo un pequeño grupo de especialistas rusos, principalmente expertos no gubernamentales, adoptan y emplean los conceptos estratégicos de los EE.UU. Muchos rusos siguen empleando conceptos negativos y anticuados de la época de la Guerra Fría al examinar las relaciones nucleares entre Rusia y los EE.UU.
Pese a esos problemas, se pueden abordar algunas de las preocupaciones de Rusia relativas a la DAB mediante iniciativas sobre transparencia y creación de confianza mutuamente acordadas. Aunque limitar los programas futuros de DAB de los EE.UU. con acuerdos jurídicamente vinculantes es políticamente imposible, los funcionarios de este último país podrían informar sin demasiada dificultad a sus homólogos rusos sobre sus planes en materia de DAB a largo plazo.
El Departamento de Defensa de los EE.UU. incluye siempre esos datos en sus documentos de presupuestos y planificación. También se cuenta con apoyo para la creación de centros dirigidos conjuntamente, visitas de los expertos rusos a las instalaciones de DAB de la OTAN e intercambio de información de alerta temprana procedentes de los radares rusos y de la OTAN sobre posibles lanzamientos de misiles.
Una señal esperanzadora es la de que los funcionarios rusos han reconocido recientemente el carácter impráctico del plan sectorial de DAB que Medvedev propuso en la cumbre del Consejo OTAN-Rusia celebrada el pasado mes de noviembre. El objetivo era el de que Rusia protegiera a la OTAN contra misiles atacantes que pasaran por encima de su territorio, con la esperanza de que entonces la Alianza renunciase a crear defensas con capacidad para interceptar misiles por encima de Rusia. Los funcionarios de la OTAN argumentaron convincentemente que no su organización no podía delegar su compromiso de defensa mutua en un país que no fuera miembro de ella. Otro problema de carácter práctico es el de que Rusia carece de capacidad pare destruir misiles balísticos que viajen por el espacio.
Los funcionarios rusos deben retirar su petición, políticamente imposible, de que se apliquen limitaciones jurídicamente vinculantes a la DAB de los EE.UU. En su lugar, deben examinar la posibilidad de cooperar en proyectos concretos de DAB. Mejor aún: deben reorientar sus medidas cooperativas para abordar cuestiones menos problemáticas, pero importantes, como, por ejemplo, la consecución de la estabilidad en el Afganistán después de la retirada militar de la OTAN. En ese caso, podría resultar más fácil una colaboración productiva sobre otras cuestiones.
Por Richard Weitz, investigador superior y director del Centro de Análisis Político-Militares del Instituto Hudson. Traducido del inglés por Carlos Manzano.