Pasado, presente y futuro

Que un libro de ensayo, en menos de seis meses, haya alcanzado la quinta edición es noticia. Se trata de El Estado fragmentado (editorial Trotta, Madrid, 2006), cuyos autores son Francisco Sosa Wagner e Igor Sosa Mayor, padre e hijo, el primero conocido catedrático de Derecho Administrativo, el segundo un joven germanista e historiador. Ambos, además, excelentes escritores. Un libro primorosamente escrito por dos especialistas que, en este caso, se apean de los tecnicismos propios de sus respectivas profesiones y se dirigen al amplio público lector interesado por el futuro del Estado de las autonomías, analizado a la luz de determinadas experiencias del pasado, realidades del presente y expectativas de futuro.

En su primera parte, la más extensa, los autores hacen un recorrido histórico por un mundo, por lo general, insuficientemente conocido: el imperio romanogermánico protagonizado por la dinastía Habsburgo. Sabemos quién era el emperador Carlos V de Alemania pero solemos ignorar las razones por las cuales sucedió a los Reyes Católicos. Conocemos mal las circunstancias de la guerra de Sucesión, que enfrentó a la Francia de Luis XIV con la Austria imperial.

La emperatriz Sissi quizá fue un mito romántico de nuestra infancia pero poco sabemos de su influencia política o de su parentesco con la reina Cristina, madre de Alfonso XIII. En fin, cuando visitamos Praga nos resulta difícil situar su pasado histórico, el cual nos permitiría explicar el significado de sus bellísimos edificios góticos y el esplendor de sus barrios burgueses.

Pues bien, el libro de los Sosa proporciona una explicación a estos interrogantes y a otros muchos y más importantes, analizando las diferentes fases de este imperio desde sus comienzos, en el siglo XIII, hasta su final, tras la Primera Guerra Mundial. ¿Qué sucede en este larguísimo periodo? Obviamente, no hay espacio para explicarlo pero sí para advertir que sólo si se conoce esta parte de la historia se puede comprender la historia completa de Europa.

A veces pensamos que Europa se explica sólo a través de Gran Bretaña y Francia, a lo más del territorio de la actual Alemania, por su potencia cultural o, por otras razones, de Italia y España. Esta concepción prescinde de una parte esencial ya que ignora a Centroeuropa, más exactamente la Mitteleuropa formada culturalmente en torno al Danubio, aquella frontera con el imperio otomano acerca de la que ha divagado con brillantez, y algo confusamente, Claudio Magris. Es por esta razón que nos sorprenden las memorias de Stefan Zweig sobre la Viena de fin del siglo XIX y principios del XX, no podemos entender cabalmente la atmósfera que se respira en El hombre sin atributos de Musil o, en otro orden de cosas, las recientes y atroces carnicerías de los Balcanes.

En el libro de los Sosa todo ello está perfecta y sintéticamente explicado, no sólo el nacimiento y auge de aquel imperio sino también las causas y circunstancias de su caída: la debilidad de sus estructuras políticas producto de unos nacionalismos que fomentan identidades colectivas que llegan a fragmentarlo hasta su desaparición como tal y la aparición de múltiples y débiles estados nacionales.

Tras esta brillante primera parte, los autores pasan a examinar la reapertura del debate autonómico a que ha dado lugar el nuevo Estatut de Catalunya y los subsiguientes procesos de reformas estatutarias, hallando similitudes con el modelo histórico analizado, especialmente en su fase final, el imperio austro-húngaro. Algunos significados tratadistas - Herrero de Miñón, Ernest Lluch- han propuesto esta fórmula como ejemplo que imitar. Por el contrario, los Sosa lo consideran un antimodelo, aquello que se debe evitar. Derechos históricos, lenguas como fronteras, las relaciones bilaterales entre las partes, la misma idea de nación de naciones que, según se interprete, puede impedir la solidaridad entre ciudadanos son elementos que pueden llegar a dinamitar la libertad y la igualdad, los dos valores básicos de un Estado democrático. La crítica a determinados preceptos centrales del estatuto catalán se basa en estos valores.

Todo ello, sin embargo, no se enfoca desde una perspectiva que pueda ser acusada de nacionalismo español sino desde una perspectiva federal basada en la lealtad mutua. Los autores, en la tercera parte, sitúan los estados actuales en unas nuevas coordenadas, en las que estos valores de libertad e igualdad deben ser garantizados desde instituciones supraestatales. La defensa militar, la seguridad pública y el aseguramiento de mercados económicos libres - dos de las funciones básicas de los antiguos estados- ya no están garantizados por los actuales estados. El crecimiento económico y, sobre todo, su equitativa distribución ya no están sólo asegurados por los estrechos ámbitos estatales, aunque tampoco pueden prescindir de ellos. Ésta es la realidad frente a los poderes privados.

Así, para concluir, destacan "la importancia de una Europa fuerte, de unos estados fuertes, de unas regiones fuertes y de unos municipios fuertes. Es decir, de un poder público fuerte legitimado democráticamente que ha de luchar contra aquellas resistencias sociales que son cápsula donde anidan y se enrocan las injusticias sociales, hoy de alcance y dimensiones globales. Y de ahí, lógicamente, la reaccionaria aberración que suponen los estaditos,las regioncitas y los municipitos".

Francesc de Carreras, catedrático de Derecho Constitucional de la UAB.