Pasado y presente

Nadie duda de que fue Alemania la responsable exclusiva de la II Guerra Mundial, pero al mismo tiempo nadie pone en cuestión la necesidad de examinar qué insuficiencias políticas y qué errores militares de británicos y franceses propiciaron el desastre de mayo de 1940. La referencia es del todo aplicable a la reciente ruptura del "alto el fuego permanente" por parte de ETA, única culpable, después de trece meses en que hubo (¿o no?) política sobre el tema del gobierno Zapatero. No es inútil preocuparse por saber qué fue y de qué sirvió, aun cuando a la vista de la conversación con Iñaki Gabilondo, por "discreción y responsabilidad" él no cuente nada y a quien vulnere la consigna de no mirar atrás le reserve el castigo bíblico de convertirse en estatua de sal. Por lo menos, servirá para no volver a tropezar en las mismas piedras.

El punto débil de la interesada propuesta de silencio, a efectos de lograr la "unidad" sin "reproches", esto es, el respaldo ciego a cuanto haga el gobierno, reside en confundir una exigencia lógica, el apoyo a la acción gubernamental contra ETA en el plano técnico, policial, con otra que no lo es tanto, el principio de que en lucha antiterrorista el Gobierno dirige sin límites ni explicaciones, libre de toda crítica. No fue eso lo que en su día Almunia al frente del PSOE comunicó a Aznar y tampoco faltaron críticas duras de origen socialista a la política gubernamental en 1999 por renunciar al "diálogo", a pesar de la entrevista de Lausana. Mayores razones existen hoy para el examen de lo sucedido, cuando al fracaso de las buenas intenciones de Zapatero, haciendo un guiño tras otro a Batasuna, se sumó su empecinamiento en recorrer un camino sin salida, hasta hacer tambalearse la normativa vigente, ante todo la Ley de Partidos, de requerir las conveniencias del momento esta o aquella decisión sobre Otegi, De Juana o ANV.

Le negociación estaba plenamente justificada de existir datos fehacientes, que el Gobierno debía poseer acerca de una ETA dispuesta a imitar al IRA. Pero hubiera sido preciso reaccionar, e informar con veracidad a la opinión pública, del mal augurio representado por la pronta aparición de signos bien elocuentes del doble juego de ETA. Zapatero y Rubalcaba los ignoraron, desautorizando cualquier crítica. Además, a partir de agosto estaban obligados a ver nuestros gobernantes que entre los objetivos reafirmados de ETA, territorialidad y autodeterminación, y la Constitución de 1978 existía un abismo insalvable. ¿De qué podía discutir entonces una mesa política?

A pesar de todo ello, Zapatero se empeñó en seguir, incluso soterradamente a partir del 30-D, con efectos a cual más negativo para el Estado de Derecho, desde el rayo que aún no cesa sobre De Juana, hasta la presencia electoral de ANV convertida en máscara no disimulada de Batasuna. La justicia ha de ser ciega, pero no en ese sentido. Hubo evidencias incuestionables e indicios más que suficientes para plantear ante el Supremo la ilegalización del muerto político resucitado por Batasuna. No quiso hacerse. Y una vez pasado el filtro de las elecciones por el partido-testaferro, regresa el terror. Zapatero sentencia: "ETA vuelve a equivocarse". Sin comentarios.

Zapatero ignoró el peso ideológico de la religión política sabiniana, con su absolutismo de los principios independentistas y la carga de muerte y de fijación de las conductas políticas. Los abertzales no se limitan a ser buenos jugadores que en frío emprenden una partida de cartas. Para los afines al presidente, dada la estrategia de juego de ETA, sujeto racional, frente al Estado español, una vez consumada la derrota de la banda, únicamente restaba proceder a una negociación que la llevara a desaparecer. No ha sido así, y tenemos a una ETA rearmada, con comandos operativos, dinero y voluntad de matar. Y la falsa ANV es legal y controla ayuntamientos.

¿Qué hacer? El aspecto de las acciones preventiva y punitiva frente al terror no ofrece duda alguna. Zapatero deberá tener a todos los demócratas a su lado. Ahora bien, a la vista del enroque en sus posiciones, sin sombra de autocrítica y claros reflejos autoritarios frente a cualquier disconforme, no cabe esperar del presidente cambios significativos. Ni siquiera ha aprendido que el diálogo con el terror es una trampa para la democracia, de no tener como única meta la autodisolución de la banda.

Voces del PP piden elecciones anticipadas. Solución pésima la de votar a la sombra de ETA. Lo necesario es un nuevo curso, difícil de alcanzar sin el hoy imposible relevo en el vértice del PSOE y en la Moncloa. Un primer soplo de optimismo podría venir de la eventual reconstrucción de una convergencia antiterrorista, ahora a partir del triángulo Gobierno-PP-PNV. Claro que si Zapatero sigue entregado de cara al futuro al mito del "diálogo" como única solución, y a su guerra con el no menos belicoso PP, sólo cabe confiar en que tenga éxito la pinza policial favorecida por Sarkozy.

Soñemos. El PP se olvida de las oportunidades electorales brindadas por un fracaso de ZP ante ETA, y se abre a una reedición ampliada del acuerdo antiterrorista, con un PNV que ya no es el de hace seis años, reconociendo el pleno derecho del Gobierno a dirigir la orquesta, siempre que las grandes decisiones sean objeto de consulta o refrendo inmediato. Amén de autocrítica sobre las calumnias y los silencios tras el 11-M. Por su parte, Zapatero se compromete a definir una estrategia más allá de tratar de convencernos de su bondad y acierto no recompensados, con una hoja de ruta que fije los límites de las eventuales concesiones políticas y penitenciarias del Gobierno, abandonando el lenguaje ambiguo que aún caracterizó a su declaración del martes ("el futuro de los vascos depende y dependerá de ellos mismos"). Renunciará a toda ingerencia o presión sobre el poder judicial. Dejará asimismo claro que volvería a negociar, pero sólo cuando ETA anuncie sinceramente su voluntad de autodisolverse. Asumirá que existe el principio de responsabilidad política...

Antonio Elorza, catedrático de Ciencia Política.