Payasos

Por Jon Juaristi (ABC, 27/02/05):

Quiza para contribuir a la distensión en Oriente Medio, quizá porque ha transcurrido el breve período de gracia mediática concedido a Israel con motivo del día mundial de conmemoración del Holocausto, el órgano del progresismo post-nacional comenzó la semana con tribuna y media dedicada a glosar las semejanzas entre el Estado judío y el plan Ibarreche, a cargo del antropólogo Juan Aranzadi, flagelo de sionistas.

Al parecer, salvo Israel, ningún Estado establece o ha establecido distinciones identitarias entre sus ciudadanos en función de la pertenencia de los mismos a diversos grupos religiosos o étnicos. Conclusión: la separación de ciudadanía y nacionalidad auspiciada por el nacionalismo vasco sólo ha podido inspirarse en Israel, que discrimina entre sus ciudadanos judíos y de otros credos a fin de proceder en un futuro indeterminado a la exclusión o expulsión de estos últimos.

Rebatir semejante sarta de babosadas -que avergonzarían al mismísimo Moratinos- me produce un tedio infinito. Modelos de calificación identitaria de la ciudadanía, los hay y los ha habido de sobra, en países de mayoría cristiana o de mayoría musulmana, con Estados democráticos o dictatoriales, y, desde luego, entre todas las minorías sistemáticamente acosadas, excluidas, expulsadas o exterminadas a raíz de su determinación estadística, los judíos ostentan todavía un récord difícil de superar.

No creo necesario hurgar en el esplendoroso pasado de España ni de Europa para demostrarlo. Baste considerar la suerte de los judíos árabes después de 1948 y compararla con la de los musulmanes israelíes. Resulta verdaderamente escandaloso lo poco que les preocupan a estos últimos los pérfidos propósitos que Aranzadi atribuye a sus gobernantes.

No sólo se niegan a convertir sus mezquitas en blocaos como si fueran sinagogas francesas o españolas, sino que, además, se empeñan en seguir cobrando pensiones del Estado judío, acudiendo a los dispensarios del Estado judío, mandando a sus hijos a las escuelas del Estado judío, eligiendo a sus representantes en el parlamento del Estado judío, viajando por el mundo con el pasaporte del Estado judío. Lo suyo es de una inconsciencia realmente patética.

Ya se enterarán cuando les obliguen a coserse la media luna amarilla en la solapa. Sólo que ese día no acaba de llegar, para desesperación de Aranzadis y Saramagos y de toda la abundante progresía antisemita.

La perspectiva de un acuerdo entre israelíes y palestinos produce estragos en las franjas más estúpidas de la izquierda europea, lo que era bastante previsible. Otra causa que se evapora. Ya lo dijo el viejo Marx: todo lo sólido se desvanece en el aire. Al cabo, los palestinos nos van a salir tan ranas como los iraquíes.

¿Para esto hemos peregrinado tanto a los Santos Lugares, a retratarnos con Arafat? Es que ya no puede una fiarse de nadie, queridas Cristina, Mónica, Lucía y demás artistas del trapecio. Sobre todo, no puede una fiarse de la Historia. Da un quiebro repentino y te deja con el traspuntín al aire. Hete aquí que venimos a Ramalla, de escudos humanitarios de fin de semana, y a la vuelta, sin quitarnos todavía el fular de fedayina, nos enteramos de que hemos hecho el ridículo, como el millón aquel de la Plaza de Oriente. Menos mal que siempre quedan judíos cerca de casa para cargarles el mochuelo.

EL payaso (este también de profesión) francés Dieudonné marcaba la pauta a seguir, el pasado 19 de febrero: «Somos subciudadanos. No tenemos los mismos derechos que los sionistas. Basta que, en una escuela, un niño sea tratado de sucio judío para que todo el mundo se subleve. Para mí, el sionismo es el sida del judaísmo».

Voilà la nueva táctica de la judeofobia europea de izquierda. Si el conflicto de Oriente Medio se resuelve, lo montaremos en el vecindario. Creemos una, cien, mil Gazas, porque los judíos nos convierten en subciudadanos, directamente o a través del plan Ibarreche. Le Monde denunciaba el martes la operación Dieudonné, impulsada por las huestes de Tariq Ramadán. El País publicaba el lunes la tribuna y media de Juan Aranzadi. Conclusión: quienes hablamos de antisemitismo progre somos unos alarmistas demagógicos.

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El artículo de Juan Aranzadi al que se refiere Juaristi es Ibarretxe en Israel.