Pedro Sánchez merece un voto de confianza

Hace algo más de un año que publiqué en la edición digital de este diario, un blog titulado Un líder y un programa para el PSOE, movido por la situación de descomposición que mostraba entonces el partido socialista. Se afirma así que el bipartidismo hegemónico que hemos tenido en España desde hace más de 30 años se encuentra en crisis y que, a partir de ahora, se deberá contar también con partidos nacionales como IU, UPyD, Ciudadanos, e incluso, Podemos, en detrimento de los partidos nacionalistas que ya no tendrán el papel de bisagras sui generis que han tenido hasta ahora.

Ahora bien, dicho esto, el PSOE, a pesar de todo, creo que seguirá siendo una pieza importante en nuestro ajedrez político. Pero solo será así si se lleva a cabo su renovación, estructural y programática, tarea que incumbe al nuevo líder que acaba de ser elegido por los militantes socialistas. Cuando escribí el artículo mencionado, muy pocos conocían quién era Pedro Sánchez, incluido yo mismo. Por eso, precisamente, expuse las seis condiciones mínimas que, a mi juicio, debería tener el líder que necesitaba el PSOE y que eran las siguientes. En primer lugar, debería ser un candidato o candidata que estuviese entre los 35 y 45 años, es decir, que fuese una persona que perteneciese a una generación ajena a los errores cometidos por los dirigentes del PSOE en los últimos años. En segundo lugar, esta persona, además de ser un buen orador en español, debería hablar fluidamente el inglés, pues no podemos aceptar los españoles que nuestro Presidente del Gobierno cada vez que salga de nuestras fronteras tenga necesidad de un intérprete. En tercer lugar, la persona que aspirase a dirigir el PSOE, y en su caso, el Gobierno de España, debería poseer unos sólidos conocimientos de economía, pues hoy no se puede gobernar sin dominar el lenguaje económico, que sin duda el lenguaje político por excelencia. En cuarto lugar, yo recomendaba que la persona elegida, a pesar de su juventud, era necesario que conociese suficientemente la Historia de España, al menos en lo que se refiere a los siglos XIX y XX. De esta manera, nos evitaríamos que nuestro posible Presidente del Gobierno no repitiese los mismos errores que ya cometieron muchos de sus predecesores o que se sirviese de una visión histórica sectaria o sesgada. En efecto, la ignorancia, el infantilismo y la soberbia de nuestros gobernantes ha creído que el pasado pasó y ya no puede volver, pues como afirma Javier Cercas se trataría de existir como si todos viviésemos en una especie de permanente reality show para idiotas. En quinto lugar, no hace falta decir que la persona elegida debería disponer igualmente de un sentimiento patriótico que le permitiese, o mejor dicho, que le obligase a anteponer siempre el interés general y la defensa de la unidad de España, al interés de su propio partido, cuando así lo exijan las decisiones que tome. Finalmente, esa persona debería ser muy rígida para mantener sus principios, lo cual significa obviamente que deberá tenerlos, pero también que sea flexible para poder llegar a acuerdos con dirigentes de otros partidos, siempre que así lo exijan las circunstancias.

Por lo demás, no hace falta decir que la renovación del programa del PSOE es un problema que incumbe no solo al líder, sino por supuesto también a todos los militantes que están obligados a acertar en lo que debe ser la panoplia de unos objetivos propios de un partido de centro-izquierda en los comienzos del siglo XXI. En este sentido, el papel del líder consistiría en dar forma a las propias ansiedades del grupo y articularlas después en el contexto de la acción que lleve a cabo en el futuro. Es más: un auténtico líder es aquel que logra que la confianza colectiva en sus decisiones a largo plazo, se imponga sobre la incertidumbre que reina a corto plazo, presididas todas las acciones, claro está, por una ética que hace tiempo se volatizó en este y otros partidos.

En suma, acababa dicho artículo afirmando que solo los que poseyesen estas condiciones mínimas podrían dar un paso adelante. Pues bien, han sido tres los que lo han dado y gracias a la iniciativa de Eduardo Madina se ha adoptado el procedimiento de designar entre los militantes del PSOE a su Secretario General. Como sabemos el ganador ha sido el diputado madrileño Pedro Sánchez, que ha obtenido el 49 % de los votos, mientras que Eduardo Madina ha conseguido el 36 %, y en lo que respecta al tercero, José Antonio Pérez Tapias, un 15 %. Curiosamente, de no haberse presentado este último hubiese ganado probablemente Eduardo Madina. Sea lo que fuere, el hecho es que sin duda estamos ante uno de los acontecimientos más importantes de la democracia española. Si al final se realizan primarias para elegir al candidato, no sería la primera vez que se utilizan en nuestro país, puesto que el 24 de abril de 1998 se celebraron unas entre Josep Borrell y Joaquín Almunia, a efectos de elegir al candidato socialista a la Presidencia del Gobierno. Entonces hubo una participación del 54.18% de los afiliados, que es una cifra inferior al 65.85% registrado en las recientes elecciones. En cualquier caso, si en aquella ocasión no se logró que arraigase este uso en nuestra vida política, las circunstancias han cambiado y ahora parece que muy pocos partidos se podrán evadir de convocarlas. Con todo, no es nada insólito, sino que, en realidad, se está cumpliendo con el mandato del artículo 6 de nuestra Constitución, que señala la necesidad de la democracia interna en el funcionamiento y organización de los partidos políticos. No obstante, estas elecciones que se acaban de celebrar no eran las previstas por el Comité Federal del PSOE que se celebró en enero de 2014. En efecto, tras más de dos años de debates, lo que se aprobó fue la celebración de unas primarias para elegir al candidato a la Presidencia del Gobierno y para la elección de los cabeza de lista en las elecciones autonómicas y municipales.

Sin embargo, como he dicho, gracias a la sugerencia de Eduardo Madina, se han realizado ahora unas elecciones para elegir al Secretario General del PSOE, precisamente lo contrario de lo que sucedió en 1998, porque en ese momento había ya un Secretario General y de lo que se trataba era de elegir al candidato a la Presidencia del Gobierno. En otras palabras, la idea absurda idea del bicefalismo sigue estando presente en el PSOE, lo cual es un enorme error. El liderazgo que necesita el PSOE no puede ser ejercido de forma espasmódica por dos personas: por un Secretario General que sea el líder del PSOE durante el periodo en que se esté en la oposición, y una vez, en el supuesto de que se ganen las elecciones, por un Presidente del Gobierno. El liderazgo, y con mayor razón en la situación actual del PSOE, no puede ser compartido por dos personas sucesivas al mismo tiempo. Enmendar este error va a costar ahora muchos esfuerzos, puesto que estoy seguro de que Pedro Sánchez a los pocos minutos de ser elegido Secretario General, se dio cuenta de que realizar unas primarias para elegir el candidato a la Presidencia del Gobierno, era una absoluta locura. Él mismo parece indicarlo así en su discurso cuando manifestó que su ambición era transformar su partido para transformar después España. Y esto solo se puede hacer con el liderazgo de una persona no de dos, por muy compenetradas que estén. Lo que un Comité Federal aprobó, otro lo puede desaprobar sin más.

Pues bien, llegados aquí la pregunta a la que hay que responder es la de si Pedro Sánchez reúne las seis condiciones que he expuesto. En principio, parece ser que sí y, por tanto, hay que darle un voto de confianza. Pero me temo que en lo que se refiere a la quinta y a la sexta ya ha cometido dos errores. Por un lado, fue un error pasear por la calle y entrar en la sede de Ferraz acompañado de Susana Díaz, en lugar de haber quedado con ella dentro. Y, por otro, su decisión de que los socialistas españoles en el Parlamento Europeo no apoyasen la candidatura de Jean- Claude Juncker, cuando ya estaba pactada, ha sido un imperdonable desacierto propio de un principiante, porque se trata de defender los intereses de España más que los de su partido, así como lo ha reconocido implícitamente uno de los eurodiputados del PSOE más inteligentes, como es Ramón Jáuregui. Ciertamente, el movimiento se demuestra andando y habrá que ver cómo va tomando las decisiones Pedro Sánchez, que debe gozar de plena autonomía porque ha vencido en unas elecciones democráticas, aunque haya habido algún sultanato que le haya apoyado preferentemente y quiera rentabilizarlo. En lo que a mí respecta, creo que podría ser la persona adecuada para renovar el PSOE y, en su caso, para dirigir el Gobierno de España. Amplia es la tarea, sin duda, pero una persona que ha jugado al baloncesto en las mismas pistas de Serrano 127, en donde yo también jugué y estudié, no puede dejar de tener, por el momento, mi modesto apoyo.

Jorge de Esteban es catedrático de Derecho Constitucional y presidente del Consejo Editorial de EL MUNDO.

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