Peligros digitales que amenazan a la democracia

Casi no pasa un día sin que se presente una nueva denuncia acerca de cómo las redes sociales socavan la democracia. Actores de todo el espectro político explotan las tecnologías digitales para difundir desinformación y azuzar la polarización. Si bien las “noticias falsas” y el discurso de odio no son nada nuevo, la era digital ha proporcionado – aunque sin intención de hacerlo – un entorno propicio para ambos. El potencial de las nuevas tecnologías en cuanto a mejorar la condición humana es indudable; no obstante, los riesgos que dichas nuevas tecnologías generan hoy con respecto a la democracia se hacen cada vez más evidentes.

Las empresas tecnológicas, los gobiernos y los ciudadanos están en la tenaz búsqueda de soluciones para un conjunto de amenazas interconectadas. ¿Cómo lidiamos con la rápida comunicación en línea que hace que la desinformación que llega en un momento preciso se difunda con facilidad y sea difícil de refutar? ¿Cómo encaja en el debate democrático racional el deseo de crear contenido visible, que a menudo se basa en la emoción y la sensación en lugar de la evidencia? ¿Cómo identificamos las fuentes reales de información cuando el anonimato de Internet oculta el origen de una publicación? Y, teniendo en cuenta que Google y Facebook tienen un gran alcance y dominio del mercado, nos debemos preguntar: ¿estamos todos cautivos de sus algoritmos, y por extensión, están también cautivas nuestras opiniones y debates políticos?

En una de sus últimas iniciativas antes de su fallecimiento en agosto del año 2018, el ex secretario general de la ONU, Kofi Annan convocó a Comisión Global sobre Elecciones y Democracia en la Era Digital, la cual se lanzó a principios de este mes en la Universidad de Stanford. De manera especial, Annan quería hacer sonar una alarma en nombre de los países que cuentan con pocos medios, o incluso con ninguno, para defenderse de estas amenazas que se generan en el siglo XXI contra la integridad de las elecciones. Y, debido a que estos problemas podrían afectar casi a cualquier país, él creía fervientemente que una perspectiva global era crucial para enfrentarlos.

A la par que esta Comisión (compuesta por expertos del mundo de la tecnología y la política) se prepara para comenzar su trabajo, se asoman cuatro enormes amenazas.

La primera amenaza es el surgimiento de una industria dedicada a la interferencia electoral. Del mismo modo en que estudiamos las elecciones presidenciales estadunidenses del año 2016 para aprender acerca de cómo prevenir la interferencia, otros acuden al estudio de esa campaña para obtener información sobre manipulación electoral. Grupos de consultoría comercial ya atraen a clientes potenciales con ideas sobre cómo las redes sociales, las noticias falsas, y la micro-focalización pueden ser efectivas para influir en las elecciones. Además, esta nueva industria será bipartidista, tal como lo demuestra las recientes acusaciones sobre noticias falsas y manipulación de las redes sociales durante la campaña para las elecciones al Senado en Alabama el año 2018. No se puede exagerar el peligro que corre la democracia a lo largo y ancho de todo el mundo. Si los resultados de las elecciones en un país tan poderoso y tecnológicamente avanzado como Estados Unidos pueden ser influenciados, ¿cómo les irá a otros países?

Otra amenaza emergente proviene de los “asistentes de voz para el hogar”, mismos que se tornan cada vez más populares. Los monopolios que manejan la información en línea ya tienen el poder de determinar lo que la población de un país mira y cree. Y, a medida que el uso de los asistentes de voz, como por ejemplo Google Home, Alexa y Siri, se convierte en algo mucho más común, los usuarios pronto obtendrán respuestas a sus consultas que consisten en una sola respuesta, en lugar de múltiples sugerencias. Tal ultra selección disminuirá nuestra actividad de búsqueda, investigación y debate, lo que a su vez otorga a algunas empresas y algoritmos un poder aún mayor para moldear lo que sabemos y creemos.

El tercer desafío es la aparición de materiales falsos en video – que en inglés se los denomina como “deepfakes”. Estos videos falsos hacen uso de la inteligencia artificial y la síntesis de imágenes para crear imágenes de video que no se pueden distinguir de las imágenes auténticas. Imaginemos, por ejemplo, la velocidad a la que se podrían extender por Internet unas imágenes fabricadas que muestren al presidente iraní diciéndoles a sus jefes militares que preparen una invasión de Israel. A medida que se generalizan los “deepfakes”, la confianza general en el video disminuirá. Y, a medida que el mundo real y el mundo virtual continúen amalgamándose, es posible que perdamos la confianza en nuestra capacidad para determinar qué es y qué no es real dentro del ámbito de la política democrática.

Por último, y no por eso menos importante, están las plataformas entre pares (en inglés: peer-to-peer platforms) cifradas. WhatsApp, con más de 1,5 mil millones de usuarios activos al mes en 180 países, se ha utilizado para difundir rumores y avivar la violencia en Brasil, México e India, de la misma manera que Facebook se usó para estimular la violencia comunitaria en Sri Lanka, Myanmar y Bangladesh. Es cierto que el anonimato y el cifrado que ofrece WhatsApp son protecciones potentes para los ciudadanos que luchan por sus derechos democráticos cuando viven bajo regímenes autoritarios y sanguinarios. Sin embargo, son estas mismas características las que hacen que sea difícil identificar las fuentes de rumores, odio, e incitación a la violencia y, por lo tanto, es difícil medir el grado en que se utiliza WhatsApp para manipular las elecciones.

En el año 2019, se celebrarán más de 80 elecciones presidenciales, generales y parlamentarias en todo el mundo. Si bien podemos vislumbrar los peligros que las tecnologías digitales representan para el sistema político, otros ven nuevas oportunidades para influir en los resultados. La gestión y contención de estas amenazas ahora debe ser una prioridad urgente, en todo el mundo, para quienes son partidarios de la democracia. Como Annan nos advirtió, “la tecnología no se detiene; tampoco puede detenerse la democracia”.

Laura Chinchilla, a former President of Costa Rica, is Chair of the Kofi Annan Commission on Elections and Democracy in the Digital Age. Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos.

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