Peligrosa multipolaridad

¿Está comenzando una nueva guerra fría entre Estados Unidos y Rusia? Algunos signos parecen indicar que se podría volver a la tensión entre Moscú y Washington que hubo entre el final de la Segunda Guerra Mundial y 1989: competencia militar y por zonas de influencia. Sin embargo, el escenario que emerge no es el de potencias de signo ideológico diferente compitiendo por el resto del mundo, sino dos actores clave dentro de un conjunto internacional multipolar en el que diversos estados y actores no estatales pugnan por sus intereses pragmáticos. Respecto de la ideología, ya no se trata de la pugna comunismo-capitalismo, sino que es un elemento que se usa para ganar legitimidad interna, desde el patriotismo mesiánico de Estados Unidos hasta el orgullo nacionalista ruso, pasando por el populismo de Chávez, el neocomunismo chino y el nacionalismo hegemónico de Irán.

En febrero pasado el presidente Vladimir Putin aprovechó la conferencia anual transatlántica sobre seguridad de Munich para criticar el unilateralismo de Estados Unidos, el desprecio del Gobierno de George W. Bush por el derecho internacional al lanzar la guerra en Iraq y la forma en que Washington trata sin consultar con Moscú cuestiones como apoyar la posible independencia de Kosovo e instalar un sistema antimisiles en Polonia y la República Checa. Las tensiones entre Moscú y Washington se proyectan también sobre qué hacer respecto a Irán y la estrategia cada vez más ofensiva de Estados Unidos en Afganistán y su presión sobre los aliados de la OTAN para que hagan lo mismo.

Estados Unidos ha propuesto a esos países del este europeo formar parte de un sistema de misiles que hipotéticamente eliminarían en vuelo a otros misiles que fueran lanzados desde Irán o Corea del Norte. Los problemas son diversos. Por un lado, el sistema es muy caro (225 millones de dólares sólo para el año próximo) y que hasta ahora ha mostrado sólo fallos e ineficiencias. Por otro, Moscú no lo ve orientado a defenderse de potencias lejanas, sino como una confirmación, junto con las bases que Washington instalará en Rumania y Bulgaria, de la extensión de la OTAN y Estados Unidos hasta sus mismas fronteras.

El ex primer ministro ruso Evgueni Primakov escribió en febrero en Moskovskie Novosti que la idea es "encerrar" a Rusia y que la respuesta será cambiar la estrategia militar de Rusia e incluir a la "máquina de guerra de la OTAN" entre las posibles amenazas. En marzo The Guardian informó de que la estrategia ya se está revisando y que será mucho más dura contra la "expansión" occidental hacia "el espacio postsoviético".

La expansión de la OTAN es algo que Moscú observa con inquietud desde los años noventa, cuando el presidente Bill Clinton no incluyó a Rusia en los planes de ampliación de la Alianza. La falta de una estrategia del gobierno demócrata entonces y la agresividad unilateralista de Bush en esta década han agudizado las tendencias defensivas de China y Rusia. Los estrategas de Clinton empezaron a clasificar a Pekín como un riesgo para Estados Unidos, confundiendo competencia comercial y económica con amenaza militar. Para la alianza conservadora y neoconservadora del Gobierno de Bush, tener a Rusia y China como posibles contrincantes estratégicos y no democráticos sirve a su visión del mundo.

Paradójicamente, mientras la ideología de la guerra fría ha quedado atrás, estas percepciones mutuas de amenaza sirven de excusa para procesos de rearme y distanciamiento de acuerdos internacionales. Washington abandonó en el 2001 el tratado ABM de misiles antimisiles para poder desplegar su costoso sistema. Moscú se plantea dejar de lado el acuerdo de 1987 que impide desplegar misiles de alcance intermedio en el espacio europeo. Por su parte, China contempla a Estados Unidos como un competidor comercial con el que podría haber problemas militares y a Rusia como un antiguo enemigo con el que hay acercamientos. En cualquier caso, el rearme aparece para Pekín como un elemento esencial. En estos juegos de poder, al desplegar su sistema antimisiles en Europa Oriental Washington busca imponer a Europa su voluntad (un reflejo de la guerra fría), contando con aliados como la primera ministra Angela Merkel y Tony Blair para combatir cualquier aspiración crítica de Francia. De hecho, en Europa hay dudas sobre la efectividad de ese sistema contra misiles y preocupa el costo que tendrá que compartir en el futuro. Pero el secretario general de la OTAN, Jaap de Hoop Scheffer, se muestra entusiasmado con la idea y quiere que los planes de rearme de la organización se coordinen con los de Washington, especialmente porque el sistema antimisiles no cubrirá el sur de Europa.

Si bien parece que Europa es el centro de las tensiones, la realidad es que el sistema internacional se encuentra en un proceso de cambio profundo. Estados Unidos ya no es la potencia dominante, y además de Rusia, China, Japón y la Unión Europea emergen otras potencias como India, Brasil y Sudáfrica, que en la última década han ganado poder regional. El mayor peligro es que esta dispersión del poder avance hacia nacionalismos realistas donde cada uno defienda su interés y no hacia un sistema multilateral cooperativo. O sea, hacia una peligrosa multipolaridad.

Mariano Aguirre, director del área de paz y seguridad de Fride, Madrid.