Pemán: un español sin complejos

Por Gonzalo Anes y Álvarez de Castrillón, director de la Real Academia de la Historia (ABC, 19/07/06):

Don José María Pemán, nacido en Cádiz en mayo de 1897, falleció allí el 19 de julio de 1981. Fue uno de los españoles que vivieron con mayor conocimiento el acontecer político y cultural del siglo XX. Don Pedro Sainz Rodríguez, contemporáneo de Pemán, buen conocedor del personaje por coincidencias de intereses literarios y políticos, reconoció en él el dominio de todos los géneros literarios y la formación cultural disimulada, pero que se reflejaba como ornato de sus escritos. Su prosa es fluida, salpicada de modismos de raíz popular que él utilizaba con gracia y oportunidad. En la prensa diaria, podía escribir sobre cuestiones complejas de política o sobre temas de alto contenido cultural de modo que resultaran accesibles a todos los lectores.

Pemán se licenció en Derecho por la Universidad de Sevilla y se doctoró en la de Madrid con una tesis sobre las ideas filosóficas de la República de Platón. Destacó enseguida como conferenciante, ensayista y poeta. Ángel Herrera Oria le ofreció las páginas de El Debate y le propuso que ingresara en la Asociación Católica Nacional de Propagandistas. Pemán, influido en su juventud por las lecturas de las obras de Menéndez Pelayo, se inclinó por un tradicionalismo clasicista. Sus primeras poesías fueron recogidas en el tomo De la vida sencilla, en 1923. Sus colaboraciones literarias en El Debate fueron reunidas en libros, como el que tituló Cuentos sin importancia. Comenzó así a acreditarse como narrador y como poeta con claras influencias de Valera, reforzadas por su sensibilidad para captar los costumbrismos andaluces y para mostrar su fina ironía y su excelente formación humanística.

Juzgadas las actitudes y actividades políticas de Pemán según los criterios y valores del presente, seguro que merecerían las condenas de quienes no son capaces de situar a los personajes en el tiempo en que vivieron para entender los móviles de sus acciones. Pemán, en los años en los que se fomentó el desprestigio de los partidos políticos, por la eficacia soterrada pero permanente de las corrientes calificadas de regeneracionistas, confió en la solución dictatorial protagonizada por Primo de Rivera, en septiembre de 1923. Pemán se afilió enseguida a la Unión Patriótica, a la que dedicó su pensamiento y actividad pública con la consigna de Patria, Religión y Monarquía. Apoyaron el cambio dictatorial hombres de letras y políticos que no fueron conscientes del gran crecimiento económico español en los años posteriores a la restauración y en los primeros decenios del siglo XIX, justo cuando se lamentaban del desastre provocado por la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas.

Pemán, desde la proclamación de la República en abril de 1931, pronunció importantes discursos políticos, con éxitos tales, que Ramiro de Maeztu no dudó en considerarle como «el más grande orador de las Españas». Pemán dio enseguida muestras públicas de su filiación monárquica. En diciembre de 1931, como cofundador de la revista Acción Española, fomentó que se publicasen artículos en los que se presentaron los fundamentos teóricos de la institución monárquica. Por aquellos años, publicó la Elegía a la tradición de España (1931). En septiembre de 1933, estrenó su obra teatral El divino impaciente, con gran éxito entre el público adicto a la Monarquía y al orden. En las elecciones de 1933, Pemán obtuvo acta de diputado por Cádiz.

La vocación literaria de Pemán no era compatible con las actuaciones parlamentarias. Fue consciente de que el triunfo del Frente Popular en febrero de 1936 podría originar que se cumplieran las aspiraciones revolucionarias fracasadas en octubre de 1934. Él, como diputado de la CEDA, sabía que el triunfo electoral favorable a las fuerzas políticas conservadoras no se aceptaba por la izquierda revolucionaria. El asesinato por fuerzas del orden del jefe de la oposición don José Calvo Sotelo en julio de 1936 hizo temer lo inminente de un levantamiento militar y el comienzo de la Guerra Civil.

Pemán fue elegido el 26 de marzo de 1936 miembro de número de la Academia Española (que, como a todas las demás, se le había suprimido el adjetivo Real). No llegó a leer su discurso de ingreso, pues, por decreto de julio de ese año, firmado por Azaña como presidente de la República, fueron suprimidas las Academias.

Pemán desempeñó importante papel en la reorganización de la Academia Española como presidente de la Comisión de Cultura y Enseñanza, en Burgos, en el año 1937. Al fin, el 31 de mayo de 1939, la Real Academia Española volvió a ocupar su sede en la calle de Felipe IV, presidida por Pemán, elegido director en enero de 1940 con todas las formalidades establecidas por los estatutos. Como director de la Real Academia Española, continuó la labor comenzada por don Ramón Menéndez Pidal, y proseguida hasta hoy, de favorecer la unidad de la lengua mediante la intensificación de las relaciones científicas y culturales con las academias hispanoamericanas.

A la muerte de Alfonso XIII, quienes deseaban el restablecimiento de la Monarquía comprobaron que el general Franco no habría de permitir que Don Juan de Borbón, a pesar de asumir todos los derechos recibidos de su padre, pudiera ser Rey de todos los españoles. Pemán comenzó enseguida a desarrollar su acción conciliadora tendente a conseguir la restauración de la Monarquía, de modo que pudiera superarse un régimen que él describió como «excepcional y de libertad disminuida».

Siempre fiel a sus convicciones monárquicas y a Don Juan de Borbón, en 1960 Pemán fue nombrado presidente del Consejo Privado. En la audiencia que le concedió entonces Franco, pudo comprobar que el general estaba convencido de que la Monarquía era la forma de gobierno de la España del futuro, cuando llegase el momento de que él fuese relevado o sucedido.

Pemán siguió atentamente la evolución del mundo en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Fue consciente de los efectos del desarrollo económico en los países del occidente europeo, y de los cambios y apertura de la Iglesia, según la doctrina del Concilio Vaticano II. En el decenio 1960-1970, reafirmó sus convicciones de que la Monarquía era la solución para superar los efectos de la República y de la Guerra Civil pues, como manifestaba insistentemente Don Juan, el Rey habría de serlo de todos los españoles. En la novela El horizonte y la esperanza, publicada en 1960, Pemán mostró su actitud aperturista y confiada respecto a que las diferencias políticas pudieran superarse siempre si inspiraba a los discrepantes el espíritu cristiano.

Como escritor en la prensa diaria, como novelista y hasta en la televisión, Pemán alcanzó gran popularidad. Cuando se quiso disminuir sus méritos literarios fue usual y fácil, dado lo variado de su producción, elogiar parte de su obra para denigrar otra, recurso utilizado por críticos incapaces de expresar lo positivo sin condenar algo o a alguien. En los años 1970-1975, estaba convencido de que España habría de formar parte del concierto europeo de naciones libres, con una Monarquía parlamentaria que habría de favorecer la unión y el bienestar de todos los españoles. Pudo comprobar que estas esperanzas cuajaron en realidad mediante la reforma política que se llevó a cabo en el primer gobierno del presidente Suárez. Su Majestad el Rey le concedió el Toisón de Oro en mayo de 1981. Este galardón conservará su recuerdo entre los eruditos en condecoraciones.

La conducta de Pemán se habrá de ver siempre según el acontecer de los tiempos que le tocó vivir, de convulsiones y tragedias, pero también de prosperidad y de confianza que caracterizan la historia de Europa y del mundo en el siglo XX. Al fin de sus días, vio cumplido su sueño de que la Monarquía milenaria hacedora de España quedase restablecida y asegurada su continuidad en la Constitución de 1978.