Pemán y Alberti

Pemán y Alberti

Cualquier medida de la izquierda progresista genera de inmediato un coro de los más diversos personajes que la celebran con entusiasmo. A mí, más que al coro de una tragedia griega, me recuerdan a los palmeros de un tablao flamenco. Y no lo digo con animo ofensivo, sino con admiración por la coordinación perfecta con la que aplauden, que da la sensación de un trabajoso ensayo previo. Pero, con la misma intensidad con la que aplauden, asumen el papel de censores y fustigadores de cualquier cosa, persona u opinión, que a la cofradía le parezca que desmerece de la senda del progreso.

El excelentísimo señor don José Manuel González Santos, que desempeña el cargo de alcalde de Cádiz con el pseudónimo de 'El Kichi' (con 'k' no con 'q'), declaró en su día que «Pemán ha sido uno de los mayores representantes de las letras gaditanas. Es un embajador de las letras gaditanas y así tiene que seguir siendo». Más tarde, demostrando cintura de delantero centro, cambió de opinión y convirtió a Pemán en objetivo número uno de la memoria histórica y democrática decretada por el parlamento andaluz. En su virtud, comenzó el desmantelamiento, uno por uno, de los recuerdos que la ciudad de Cádiz había dedicado a la memoria de su ilustre vecino. Un amplio coro de palmeros aplaudió al Kichi.

El PP había votado a favor, prácticamente, de la totalidad del articulado de la Ley para la Memoria Histórica y Democrática de Andalucía; luego se abstuvo en la votación a la totalidad de la ley; lamentó tener que hacerlo, y su portavoz, Juan Ramón Ferreira, declaró contrito: «Pensaba que íbamos a ser capaces de entendernos». Para desterrar las dudas que la actuación del PP generó entre sus votantes, la Junta de Andalucía ha organizado recientemente en Cádiz unas jornadas tituladas «Letras para la Concordia», inauguradas por el presidente de la Junta. Las jornadas se anunciaban, muy acertadamente, con la fotografía de un Pemán anciano, con abrigo, bufanda y sombrero, saludando a un Alberti, igual de anciano (tres años de diferencia no se notan a partir de cierta edad), ataviado con gorrito y camiseta de marinero.

Los palmeros de ayer se convirtieron en fustigadores y se pusieron de inmediato en marcha. En las ponencias que han desarrollado, se han rasgado las vestiduras ante el sacrilegio memorialista que supone situar en un mismo plano a Pemán y Alberti. El País, en su número del pasado 19 de febrero, ha publicado y comentado favorablemente un artículo del portavoz inquisitorial, don Jesús A. Cañas, denunciando el sacrilegio.

Yo me asombro de su desazón, puesto que las jornadas les han brindado la oportunidad de volver a poner a Pemán como chupa de dómine. Todos ellos han sido libres de expresar sus opiniones en las ponencias. ¿Cuál es entonces el problema?

–Pero hombre, por Dios bendito, la mera mención de Pemán en las jornadas es una ofensa para Alberti y para cualquier demócrata.

Ya lo voy captando: Pemán, monárquico conservador no puede aparecer junto con el estalinista Alberti. No lo acabo de entender. Antonio Burgos tampoco lo debía entender cuando hace años, en «San Alberti y el demonio Pemán», un soberbio artículo que parece escrito para esta ocasión, decía entre otras cosas: «Se ha muerto el poeta (Alberti) y nadie se ha atrevido a ponerlo retratado con su mono azul de miliciano vengativo en los días madrileños de la contienda incivil… Vino con la mano abierta para recibir subvenciones de todos los organismos oficiales posibles…Y se ha olvidado que esa mano abierta había sido la misma mano que le dio, servil, al dictador Stalin; la que aplaudió la entrada de los tanques soviéticos frente a los ideales de libertad de Hungría o de Checoslovaquia; la que jaleó al dictador Fidel Castro cuando más cubanos estaba fusilando…».

–Es que, vera usted, «Pemán ya nació anacrónico», ha dicho en su ponencia Ana Sofía Pérez-Bustamante Mourier, profesora de Literatura Española de la Universidad de Cádiz y estudiosa de la obra del gaditano. Añadió que «su peso literario no es equiparable con el de Alberti».

No seré yo quien discuta sobre gustos literarios con una profesora de literatura. Convirtiéndose en «experta» en Pemán (sus obras completas exceden de diez mil páginas), roza el masoquismo. En cuanto al «peso literario», es una magnitud difícil de medir con precisión. A Pemán durante el frente popular en 1936 le atribuyeron el suficiente para hacerle miembro de la Real Academia Española presidida entonces por Alcalá Zamora; durante la democracia fue varias veces candidato al nobel y recibió el Toisón de oro. El peso de Alberti le hizo merecer el Premio Nacional de Poesía y el Premio Lenin de la Paz, cuya denominación oficial fue antes Premio Stalin de la Paz. Es decir, cada uno, dignamente, en su sitio. Pero, con independencia de sus méritos y trayectorias, ambos tuvieron una relación de amistad: se vieron durante el exilio de Alberti y se cartearon. Es muy acertado juntar sus personas a efectos de un seminario literario –no político– gaditano.

–Pero la señora profesora cree que no hubo amistad entre los dos poetas y considera que las cartas cruzadas entre ambos «es una relación episódica, guardando las formas de la educación».

Habrá visto la profesora que en las cartas cruzadas entre ambos añaden los escritores dibujitos divertidos de flamencas bailando, lo cual refleja una confianza mas propia de la amistad que de «formas de educación».

En todo caso es de agradecer que se le siga prestando a Pemán tanta atención. Se le había olvidado injustamente. Mencionarle vuelve a ponerle de actualidad, y es muy fácil contestar a las criticas que le hacen desde el sectarismo progre.

Daniel García-Pita Pemán es miembro correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación

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