Pensiones: las verdades del banquero

Durante los últimos años, y por buenas razones, la evolución futura de la demografía española se ha ligado sin más trámites al sostenimiento de las pensiones por jubilación. Sin embargo, si se quiere contemplar el fenómeno de la dependencia en toda su amplitud se ha de tener en cuenta que existen otros dependientes, además de los jubilados. Por ejemplo, los niños.

Según la proyección del INE (2016), en el inicio de los años cincuenta de este siglo XXI habrá 15,6 millones de personas con 65 años y más (hoy hay 8,7 millones), pero el número de niños (menores de 15 años) habrá caído de los 7 millones actuales a 5,2. Vistas así las cosas, en ese escenario del INE, el número de dependientes (niños + viejos) sobre los potencialmente activos sería de 1,47, que es algo menor del que existe en la actualidad.

En España, como en casi toda Europa, hay un proceso de envejecimiento (se usa como medida del envejecimiento la proporción entre los de 65 años y más sobre el total de la población), fenómeno éste del envejecimiento que no tiene su origen en la mejoría de la esperanza de vida. Esa mejoría sí produce un mayor número de viejos, pero no necesariamente, mayor índice de envejecimiento, que se explica fundamentalmente –y conviene saberlo– por el nivel de la fecundidad en los años anteriores al momento en que ese envejecimiento se mide.

Analistas y opinadores deducen del envejecimiento –sin más mediaciones– que «el sistema de pensiones va a ser insostenible», olvidándose de que las pensiones de hoy se pagan por los empleados (y las empresas) de hoy, y hoy hay en España más de cuatro millones de personas que no encuentran empleo. Es la incapacidad para crear empleo la que está detrás del déficit de la Seguridad Social (se calcula que los efectos de la crisis en empleos y salarios explican el 70% del déficit actual) y esa misma incapacidad de crear empleo y también la creación de empleos precarios es lo que lleva a no pocas mujeres a retrasar la llegada de los hijos y, finalmente, al abandono de la maternidad, es decir, a la baja fecundidad, culpable del crecimiento del índice de envejecimiento.

¿La mayor longevidad, es decir, el alargamiento de la esperanza de vida, plantea un grave problema a las futuras pensiones? Bastaría para solucionar este asunto con alargar la edad laboral al mismo ritmo que crece la esperanza de vida, pero también conviene tener en cuenta que capitalizando todo lo aportado a sus futuras pensiones por trabajadores y empresas ese dinero daría para pagar, en media, doce años de pensiones y la esperanza de vida de los españoles a los 75 años ronda los 25 años. Pues bien, en España la edad de jubilación no sólo está muy por debajo de la edad legal (67 años), también lo está de la clásica, es decir, de los 65 años, pues siguen campando por su fueros los «jubiladores», personajes dedicados –en la empresa privada y en el área pública– a forzar la jubilación de muchos empleados «maduros», descargando así sobre la espalda de la Seguridad Social toneladas de pensiones destinadas a personas que están en perfectas condiciones físicas y mentales y que, además, no quieren jubilarse. A este respecto, convendría eliminar cuanto antes la obligación de jubilarse. Dejarlo en un derecho, pero sin que sea una obligación.

Tampoco los fondos de pensiones privados aportan la solución. A esa conclusión parecen conducir los datos. Basta con acercarse a una web, como invertio.com, para darse cuenta de que tal «solución» lo será para las entidades financieras emisoras de esos fondos (que no se pueden rescatar antes del día de la jubilación), pero no para sus suscriptores. En la citada web podemos leer que sólo 3 de los 335 fondos con 15 años de historia tuvieron –entre 2001 y 2016– una rentabilidad superior tanto a la de la Bolsa (el 5,24% del Ibex) como a la de los bonos públicos a 15 años (5,27%). Peor aún: la media de esos 335 planes de pensiones arrojó una rentabilidad del 2,03%, de manera que no alcanzó siquiera la mitad de las dos rentabilidades alternativas (Ibex y bonos públicos).

Por otra parte, cálculos financieros pertinentes muestran al recién jubilado que le conviene cobrar todo el fondo de una vez, aunque tenga que devolver al Estado todo lo que éste le financió «animándole» a suscribir uno o varios fondos de pensiones.

La jubilación en España es prácticamente igual al retiro definitivo, a la inactividad. En efecto, sólo 117.000 personas de 65-69 años estaban ocupadas en 2017 y por encima de los 69 años sólo había 34.000 personas activas.

Tomás Arrieta y José A. Herce lo han mostrado así: «En la situación actual, la Seguridad Social apenas logra resultados perceptibles en ninguno de los objetivos que persigue y lo que sí logra es estimular el incumplimiento fiscal de los trabajadores encubiertos. Es más, al estar basada esta política en la falsa creencia de que los trabajadores “viejos” ocupan puestos de trabajo que podrían ocupar los trabajadores jóvenes, lo que la Seguridad Social logra es reducir el empleo en la economía.

En efecto, ese afán «jubilador» se basa en una falacia amplia y repetidamente refutada según la cual «jubilar a los viejos crea empleo para los jóvenes». Una afirmación totalmente falsa, como muestra la multitud de artículos publicados, basados todos ellos en estudios empíricos de los EE.UU. y otras economías occidentales.

Mas, sea como sea, si queremos llegar a soluciones racionales, las preguntas que es preciso hacerse son otras. Por ejemplo: ¿podrá una población en edad de trabajar más reducida que la actual producir igual o más que ahora? La respuesta es sí, pues en primer lugar, la tasa de empleo (porcentaje de ocupados sobre la población en edad de trabajar) es actualmente de 61% en España y podría fácilmente alcanzar 73 o 75%. Además, todo nos induce a pensar que la productividad por persona ocupada en condiciones normales crecerá notablemente.

Joaquín Leguina, expresidente de la Comunidad de Madrid.

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