Per aspera ad astra

Es un clamor generalizado que en muchas ocasiones, y desde épocas inveteradas, las políticas de los gobernantes no tienen nada que ver con los intereses de la sociedad que los eligió y para la cual deben trabajar. No olvidemos que, etimológicamente, el término política tiene su origen y su razón de ser en la gestión de los recursos existentes para la satisfacción de las necesidades de los ciudadanos.

Tras 15 meses de pandemia, la Covid-19 ha arrasado nuestro país y el mundo entero, haciendo que la Sanidad y los sistemas de Salud se hayan convertido en la prioridad de todas las instituciones de ámbito regional, nacional e internacional.

El tiempo y la Covid-19 han puesto las cosas en su lugar. En los países más desarrollados, donde la economía tiene un papel fundamental para el mantenimiento del Estado de bienestar, ha quedado patente que sin la existencia de un sistema de protección o de autoprotección que garantice la seguridad sanitaria, los estragos de las enfermedades generan parálisis en la población por miedo al contagio. Parálisis incompatible con el mantenimiento de los niveles habituales de consumo y de crecimiento económico. Es decir, de la prosperidad a la que estamos acostumbrados.

Estos últimos días hemos asistido a la presentación de dos iniciativas diferentes con intereses dicotómicos. El Plan España 2050 y la encuesta de percepción del sistema de Salud por parte de la Fundación para el Desarrollo e Integración de la Sanidad (IDIS). Se podría decir que en nada tienen que ver ambas. Pero, en el fondo, son un síntoma de lo que le preocupa a la sociedad y de dónde parece que están nuestros gobernantes.

Es patente que la población esta harta del virus y que sólo esta deseando olvidarse de él, quitarse la mascarilla y tratar de recuperar una normalidad que ya casi parece más propia de otra vida que de la nuestra. Pero lo que no le ha dejado de importar a la gente es el estado de nuestro sistema sanitario. Y de ahí la necesidad de ejecutar reformas de las que la sociedad no era consciente antes de la epidemia (aunque desde el propio sector se llevan pidiendo desde hace mucho tiempo). Reformas que garanticen su calidad, accesibilidad, eficiencia y equidad.

La amplia encuesta de percepción de la población sobre nuestro sistema de Salud que la Fundación IDIS ha publicado esta semana no deja lugar a dudas. No soy un experto en sociología, pero no recuerdo una encuesta con unos resultados tan abrumadores tanto en sus conclusiones como en los porcentajes (casi inexistentes) de no sabe/no contesta, síntoma de lo que le importa o no la cuestión de turno al entrevistado.

La encuesta está publicada, pero ahí van algunos titulares:

1. Más del 97% de los encuestados ven necesario incrementar los recursos dedicados a la Salud.

2. Más del 85% piensa que hay que contar con la participación de pacientes y profesionales.

3. Mas del 83% piensa que nuestro sistema de Salud no es equitativo.

4. Más del 95% cree que hay que impulsar el desarrollo científico y la digitalización de los sistemas sanitarios.

5. Un 75% piensa que es necesario impulsar la cooperación entre el sector público y el privado.

6. El 95% piensa que es necesario formalizar la unión de la atención sanitaria y la sociosanitaria.

Soy consciente de los esfuerzos que se están haciendo desde nuestras instituciones públicas, con sus aciertos y sus errores, para acabar con la pandemia y la situación consiguiente de bloqueo. También del uso que, tanto por parte de los partidos políticos como de muchos medios de comunicación, se ha hecho de esos esfuerzos para aprovecharlos políticamente en uno o en otro sentido.

Afortunadamente, la ciencia ha traído de forma muy rápida multitud de soluciones diagnósticas y terapéuticas para salir de la enfermedad.

Pero si echamos la vista atrás, no recuerdo una sola decisión que no haya producido controversia y crispación política entre unos y otros. La sociedad asiste a ello perpleja y ve cómo se le hace responsable de decisiones sobre su salud. El bagaje es de más de 100.000 muertos. La información debería haber llegado de forma clara y sin fisuras.

Esa es la primera lección que se debe sacar de esta situación. Nuestras autoridades políticas deben dejar a un lado sus diferencias en situaciones relacionadas con la salud e ir de la mano para transmitir seguridad y confianza a la población a la que representan.

De la estrategia nacional para el 2050, nada malo que comentar, salvo la oportunidad del momento. Por supuesto que es importante e imprescindible tener unas líneas estratégicas sobre las que trabajar para las futuras generaciones. Pero lo que le importa a la sociedad es lo que pasa hoy. Salir de la situación de bloqueo creada por la pandemia. La incertidumbre económica y laboral que esta traerá consigo. Y, sobre todo, las medidas que hay que tomar para que no vuelva a ocurrir de nuevo algo así, y cuándo y cómo se van a implementar estas. Todos los esfuerzos deberían de estar dedicados a esto.

Alguna vez he hecho referencia a la frase que dice que frente a un problema, lo racional es solucionarlo y lo político negar su existencia. Estamos todavía metidos en la pandemia, pero cuando salgamos y llegue la próxima será muy difícil explicar que no se hizo nada y que el resultado es similar.

Hay que ponerse a trabajar en el futuro a corto plazo y en lo que de verdad importa a los ciudadanos.

Per aspera ad astra.

Juan Abarca Cidón es presidente del Instituto para el desarrollo e integración de la Sanidad (IDIS).

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