Perdurables lecciones de la Historia

Dice Sebastian Haffner en Historiadeun alemán: Recuerdos1914-1933, que el estallido de la Primera Guerra Mundial fue repentino en comparación con el acercamiento lento y martirizado de la Segunda. El autor nos traslada su impresión como testigo del Tercer Reich en el que se sucedieron, ya desde los primeros días de Hitler en el poder, una serie de episodios que presagiaban la gran hecatombe acaecida de 1939 a 1945. Episodios como el provocado incendio del Reichstag, la disolución de partidos, el primer campo de concentración en Dachau, el boicot y posterior acoso contra los judíos, la abolición de derechos fundamentales, la retirada alemana de la Sociedad de Naciones y de la Conferencia de Desarme, el restablecimiento del servicio militar obligatorio, la remilitarización de la zona del Rhin o la anexión de Austria y de los Sudetes. En el transcurso de estos hechos Alemania y el nacional-socialismo iban convirtiéndose en una sola y misma cosa y cada día más fuerte. Haffner describe la atmósfera en aquellos años como la de una espera paralizada a que ocurriera lo inevitable, mientras se confiaba al mismo tiempo en poder evitarlo.

Perdurables lecciones de la HistoriaAlgunos de aquellos episodios ocurrieron en el verano de 1934. La Noche de los cuchillos largos, el fallecimiento de Hindenburg o el plebiscito sobre los nuevos poderes de Hitler posibilitaron la hegemonía absoluta de este dentro de Alemania. Y por un tiempo fuera. Durante la Noche de los cuchillos largos se inició en Berlín y otras ciudades una sangrienta represión para neutralizar un aparente complot contra el Gobierno. El resultado fue el asesinato de más de cien personas, en su mayoría «camisas pardas», miembros de las Secciones de Asalto del Partido Nacional Socialista, incluido su jefe, Ernst Roehm, uno de los personajes más siniestros de la primera etapa del nazismo. Según el comunicado oficial tras la purga, a Roehm se le dio ocasión de sacar consecuencias de su traición. No lo hizo y fue inmediatamente fusilado.

La supuesta conspiración sirvió de pretexto a Hitler para aniquilar a enemigos políticos de dentro y fuera de su partido y ser más dueño de sus movimientos que nunca. Junto a los miembros de las SA fueron asesinados importantes personalidades incómodas para los nazis. Kurt Von Schleicher, militar y canciller en 1932, siempre desafiante al poder de la esvástica, sería abatido junto a su esposa. Erich Klausener, presidente de la Acción Católica, el AngelHerrera de Alemania, como recogía Eugenio Xammar en sus crónicas desde Berlín para el diario «Ahora». Klausener fue autor, días antes de su fusilamiento, de un discurso abiertamente hostil al nazismo acusándole de eliminar a la oposición. Como íntimo colaborador del vicecanciller Franz Von Papen, redactó, junto con los también fusilados Edgar Julius Jung y Herbert Von Bose, secretario de Papen, respectivamente, el famoso discurso del vicecanciller en la Universidad de Marburgo el 17 de junio de 1934, última vez en la que se criticaría públicamente en Alemania los abusos del régimen hitleriano. Por ello, en la madrugada del 30 de junio Von Papen fue arrestado y obligado a dimitir. Se le perdonaría la vida permitiéndole ejercer de diplomático hasta casi el final de la guerra.

Dos semanas después, en un discurso ante el Parlamento, Hitler hizo una larga apología de su acción represora. Según Goebbles, su ministro de Propaganda, «con una rápida operación de limpieza hemos salvado de una catástrofe a Alemania y al mundo». Empezaba a emerger el providencialismo nazi. Todos los periódicos alemanes, sin excepción, alababan al dictador por su enérgica decisión y firmeza. Pero la venta de periódicos extranjeros en todo el Reich aumentó prodigiosamente ante una ciudadanía curiosa y ansiosa por completar la versión oficial con los rumores que la prensa internacional recogía ante la escasez de información veraz. El análisis más certero correspondió al periodismo francés: Nada nuevo ni nada cierto. Quizás sí algo nuevo en el paisaje germánico: la desaparición del color pardo de las SA y su sustitución por el negro de las Escuadras de Protección, SS, la temible guardia pretoriana del régimen. La oscuridad empezaba a teñir el destino de Europa.

El 14 de julio de 1934 fallecía a los 87 años el mariscal Von Hindenburg, presidente del Reich y venerado protector del pueblo germano. El 19 de agosto se celebraba el plebiscito sobre la acumulación en una sola persona de los poderes de presidente del Reich y canciller. Treinta y ocho millones de alemanes votaron sí frente a cuatro millones. Todo el presente y todo el porvenir del país recayeron sobre los hombros de Hitler. Terrorífica perspectiva. Solo novecientas mil papeletas fueron anuladas porque sus depositantes aprovecharon el anonimato para decirle a los nazis que eran unos delincuentes y llevarían a Alemania al matadero. Aún perdura el acierto en el diagnóstico y en el pronóstico.

Raúl Mayoral Benito, director de la Fundación Cultural Angel Herrera Oria

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