Perestroika' en el PP

Sabido es que la perestroika fue, en los años 80 de la Unión Soviética, un ambicioso proceso que aspiró a rectificar los errores de décadas de comunismo que habían llevado a Rusia a la catástrofe. En ruso, la palabra (que comparte con el español, el latín o el inglés la raíz str indoeuropea, como construir o estructura) se venía usando en arquitectura para expresar, a la vez, las ideas de reconstrucción y reestructuración o remodelación. Entre otras fueron dos, en aquellos años, las cuestiones que se hicieron los arquitectos de la perestroika: el quién y el qué.

España. 2018. Crisis del PP: es importante el quién. Es decir si una u otra persona o uno u otro equipo dirigirán a partir de ahora el partido. Pero lo es mucho más el qué. Esto es, si el PP acertará a rectificar sus errores de los últimos años cuyo resultado es suficientemente conocido: el descalabro del partido en las sucesivas encuestas y el final, tras siete años en el poder, del último Gobierno del PP como consecuencia de una moción de censura.

Aunque el hundimiento se precipitó en pocos días, los factores que de verdad lo generaron ya estaban ahí desde hacía tiempo. Veamos: la imagen de esas últimas horas del PP en el Ejecutivo es la de una moción parlamentaria desencadenada al parecer por una sentencia judicial tras un rosario de casos de corrupción y una espiral de desatinos en Cataluña. Pero esta imagen sólo muestra la superficie, mientras que una reflexión de mayor profundidad nos descubre un panorama de grandes errores de rumbo que, por el bien del PP y por lo tanto de España, no deben volver a repetirse. Son estos:

Primero:haber dado la espalda a su electorado. Ésta es, sin duda, la causa principal del constante descenso del PP en las encuestas. Seamos claros: no se puede prometer en campaña que se derogarían las leyes y políticas más aciagas de Zapatero y luego conservarlas sin rubor en notorio ejercicio de conservadurismo inicuo. No se puede, otro ejemplo, anunciar a las clases medias y a los autónomos que se bajarían los impuestos y se reduciría la burocracia y se facilitaría la creación de pequeñas empresas pero hacer justo lo contrario una vez en el Gobierno. Recordémoslo siempre: el electorado natural del PP son las clases medias. Y lo que mueve la economía, la pequeña y mediana empresa. Fracasa en política quien les dé la espalda. Ante la previsible subida de impuestos y demás medidas contra las clases medias anunciadas por el actual gobierno PSOE/Podemos, el PP de nuevo ganará las elecciones si logra volver a merecer la confianza de la clase media.

Segundo: la inacción política. La renuncia a emprender reformas de calado en el armazón institucional del Estado. Reformas en la Constitución y en la estructura territorial de España. Y reformas en las instituciones básicas como el Parlamento, la Justicia, la Administración de Estado y el sistema educativo. ¿Se habría producido el golpe de Estado en 2017 en Cataluña si antes se hubieran promovido los cambios necesarios? Es claro que mejor nos habría ido si se hubiese actuado a tiempo. ¿Pero por qué el PP actual huyó de hacer esas reformas? Porque sus dirigentes, altos funcionarios casi todos ellos, no las querían. Preferían mantener el statu quo a hacer política. Ésa es la causa real por la que, desde hace años, no hay debate intelectual en el PP. Quien lo intenta es borrado del mapa. El debate de ideas está proscrito.

El Congreso de Valencia de 2008 en el que el PP renunció a sus principios fundacionales fue el último cónclave en el que algunos intentamos evitar la catástrofe que veíamos venir. Pensando sobre todo en la amenaza de los separatismos, seis compromisarios presentamos varios folios de enmiendas a la ponencia política para proponer una amplia reforma constitucional e institucional e incluso un Gobierno de coalición con el PSOE para llevar a cabo en serio esas reformas. Proponíamos, en suma, un ambicioso proyecto nacional para España. Resultado: los enmendantes (incluidos Vidal-Quadras y Nasarre) fuimos apartados, y de los seis sólo Abascal sigue en política; eso sí, ya no en el PP, sino como presidente de Vox. Casi es innecesario añadir que el principal redactor de aquellas enmiendas (quien también escribe estas líneas), que además durante una hora intentó convencer a Rajoy en su despacho de la necesidad de hacer política mediante tales reformas de envergadura, fue, de los seis disidentes, el primero en ser purgado de las listas electorales.

Tercero: la proliferación de mediocres. Es un hecho: los sucesivos ministros en sucesivos Gobiernos del jefe Rajoy han ido mostrando un perfil cada vez más tecnocrático y funcionarial y cada vez menos político. Y lo mismo cabe decir del Parlamento. Muchos parlamentarios con talento e ideas propias sobre cómo representar y defender a su electorado fueron eliminados para sentar en esos escaños a personas sin ingenio ni convicciones pero, eso sí, sumisos a quienes mandan. ¿Alguien se acuerda del gran nivel del Parlamento en los años 70 y 80? Aterra contemplar el circo de banalidades en el que aquellas Cortes poco a poco se han ido convirtiendo. Y así en el resto de la increíble política menguante de nuestro tiempo. La corrupción es una consecuencia de ello, y no su causa.

Cuarto: menospreciar las ideas y el debate de altura intelectual. Menospreciar eso que llamamos cultura y ceder a la izquierda ese campo -y las televisiones, por cierto- como si el centro-derecha en España no tuviese ni derecho ni talento para liderar, como sucede en casi toda Europa, la reflexión sobre los grandes desafíos de un mundo en transformación. E incluso penalizar (como se ha hecho, tal vez por su valor simbólico) a los autores españoles que, por la avaricia fiscal de un Gobierno iletrado, tras la jubilación ya no pueden ganarse la vida con la creación intelectual, a diferencia de lo que sucede en lugares, por ejemplo Alemania, donde sí se cultiva la funesta manía de pensar.

Los cuatro despropósitos estratégicos que acaban de describirse se resumen en uno: la deliberada renuncia a hacer política. Craso error. La política se venga de los políticos que la han preterido y se han ido con su prima, la gestión. Como un médico al que no le interesase la medicina o un juez que detestase el Derecho, el político sin política acaba en la nada por buen gestor que sea. Y la política, como la naturaleza, aborrece el vacío.

Pronto comenzará la singladura de la nueva dirección del PP. Muy bien. Pero lo importante, más que el quién, es saber qué hará. Y lo primero ha de consistir en sacar al barco de la gaviota de los escollos en los que se hunde. ¿Sirven para ello los contramaestres y pilotos que con el anterior capitán -que ha huido- condujeron el buque al naufragio? La respuesta es obvia.

El PP, ciertamente, necesita una profunda perestroika. Y conviene a España que esta perestroika sí salga bien. Pero para ello evitemos hacer caso de lo que nos aconsejan y proclaman nuestros lindos adversarios.

Luis Fraga fue senador del PP (al que sigue afiliado) durante 21 años (1989-2011).

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *